Política nacional

El ejemplo de los héroes

Fátima Barrutta

Ocurrió en este país -que había sabido ser orgullo americano y mundial por la fortaleza de la democracia- el 27 de junio de 1973, hace exactamente medio siglo.

Eran las 5.20 de la madrugada cuando se difundió el decreto del Poder Ejecutivo que disponía la disolución de las cámaras.

El texto de esa norma infamante es de antología, casi podría decirse que es involuntariamente humorístico: “Prohíbese la divulgación por la prensa oral, escrita o televisada de todo tipo de información, comentario o grabación, que, directa o indirectamente, mencione o se refiera a lo dispuesto por el presente decreto, atribuyendo propósitos dictatoriales al Poder Ejecutivo”.

¡Prohibían decir la verdad de lo que estaba pasando!

Por ese contrasentido absurdo, fue que el periodista Carlos Quijano tituló la portada del semanario Marcha en gruesos caracteres, con una contradicción cargada de ironía: “No es dictadura”. 

Vaya si lo era.

El senado había sesionado en forma urgente la noche anterior, hasta pasada la medianoche.

El vicepresidente de la República Jorge Sapelli no lo presidió esa vez por estar dedicando sus mayores esfuerzos a impedir el quiebre institucional. En su lugar lo hizo el también colorado Eduardo Paz Aguirre.

Fue una noche de profunda tensión.

Se sabía que el golpe era inevitable; había sido advertido por Jorge Batlle y Amílcar Vasconcellos meses antes, lo que al primero le valió una insólita detención por parte de las Fuerzas Armadas.

Llegados a ese punto, con un país que había aventado la amenaza de la guerrilla del MLN Tupamaros y una escalada militarista que ya en febrero había desobedecido explícitamente al Presidente de la República, los senadores asistieron a la cámara para dar un último mensaje de libertad y esperanza, previo a la larga noche que se avecinaba para el país.

No tenían idea clara de qué podría ocurrirles.

Por nuestro partido asistieron los citados Amílcar Vasconcellos y Eduardo Paz Aguirre, junto a Luis Hierro Gambardella, Héctor Grauert y Nelson Costanzo.

Vasconcellos recordó que los usurpadores “se ofendieron y se agraviaron hace poco tiempo, porque dijéramos que estaban preparando en la sombra estos hechos que se están desencadenando contra el país (…). Digo esto, porque los hechos, mucho más elocuentes que las palabras, ahí están”.

Como se recordará, el inolvidable dirigente batllista había denunciado las intenciones golpistas de los “latorritos”, como él llamaba despectivamente a los militares que planearon el golpe.

Su libro “Febrero amargo” es el testimonio vibrante de su visión y coraje, en una época en que el espíritu republicano estaba menguado y desde izquierda y derecha se hablaba con desprecio de la institucionalidad democrática y representativa.

“Hay triunfadores efímeros que las hojas del viento de la historia desparraman, y se olvidan hasta del odio de los pueblos. Ellos se sentirán vencedores, y muchos serviles y miserables se acercarán para decorar una situación momentánea, pero ya sentirán también el látigo de la historia (…).

Lanzo al país como un grito que es de paz, pero también es de guerra, el inmortal de ‘Viva Batlle’, que debe estar siempre presente en la República”, finalizó Vasconcellos.

Por su parte, Eduardo Paz Aguirre dijo tener “conciencia de que esta es una sesión histórica y muchos la recordarán en el transcurso de las horas oscuras que agobian a la Nación. Todo el pueblo uruguayo la recordará cuando este Parlamento, por sobre las efímeras sombras de los golpistas reabra sus puertas, como sin duda alguna lo hará, para dar paso a los diputados y senadores, nosotros u otros, que retomen con la bandera indoblegable de la libertad, la expresión de un pueblo que es único e intransferible dueño de su destino.

De confirmarse el atentado que se anuncia, no sé por cuanto tiempo las voces serán silenciadas.

Sé que volverán, más tarde o más temprano a hacerse oír, porque son la expresión de un pueblo que es y seguirá siendo libre y digno para el inevitable reencuentro con la defensa del Derecho”.

Sus palabras fueron proféticas, porque pasados 12 años de ignominia, Paz Aguirre volvió a entrar a la misma Cámara, nuevamente como legítimo senador de la República, el 15 de febrero de 1985.

La alocución del senador Luis Hierro Gambardella, padre del exvicepresidente y amigo Luis Hierro López, no fue menos explícita.

Dijo que dio inicio a su vida cívica “luchando contra una dictadura y quizá la concluya esta noche luchando contra otra.

Sobre la sombra cobarde de los tiranos estará siempre la imagen luminosa de Baltasar Brum, como nuestro compromiso con la historia de la Nación, como nuestro mandato (…). Sentimos, en esta noche histórica por tantas razones y tan profunda para nuestra emoción, que desde la sombra de la historia él se levanta y con él se levantan nuestras mejores fuerzas, lo más grande de la Nación resumido en su sacrificio y en su voluntad de lucha”.

Finalmente advirtió a los tiranos que “sobre su sombra ignominiosa estará siempre  la sangre y la luz de Brum, nuestra lucha, nuestro combate y la decisión de defender las libertades con nuestra vida, con nuestra sangre y con nuestra muerte, si ello fuera necesario”.

Ese era el temple de estos héroes de nuestra colectividad política.

Recordar su gesta, 50 años después, es volver a las fuentes de lo mejor de nosotros mismos.

Reencontrarnos en su ejemplo y reafirmarnos en la fuerza de su coraje.

Hoy, como siempre y más que nunca, ¡Viva Batlle! ¡Viva el Partido Colorado!

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