Política nacional

A confesión de parte

Fátima Barrutta

Desde que se instaló el gobierno de coalición el primero de marzo de 2020, una de las críticas más recurrentes y reiterativas del Frente Amplio ha apuntado a la contención del gasto público.

Es que la Coalición Republicana se encontró con un país que tenía un elevado déficit fiscal y venía de todo tipo de inversiones públicas desmedidas, poco planificadas e incluso descabelladas: desde la imprevisión de un Antel Arena que costó el triple de lo anunciado, hasta multimillonarias apuestas fallidas como la regasificadora, el horno de Ancap, Envidrio, Alas U y un etcétera vergonzosamente interminable.

Por eso no es casual que el FA, luego de hacer un manejo tan dispendioso de los recursos públicos, cargara a partir de 2020 con un gobierno que se propuso poner las cuentas en orden.

Porque a mayor déficit fiscal, menor inversión nacional y extranjera, peor acceso al crédito, mayor carga impositiva sobre la producción y con ello, menos empleos y peores salarios.

Ese círculo vicioso ya lo conocemos todos; quien no lo admita no puede invocar ignorancia.

Pero la crítica principal que el FA reitera una y otra vez al gobierno tiene que ver precisamente con eso: reclaman más gasto.

En pandemia pedían aislamiento obligatorio, interrupción total de la actividad y una renta universal que hubiera llevado nuestra economía a un colapso seguro.

Ahora niegan los buenos resultados en el combate a la pobreza y el crecimiento del empleo y piden más gasto.

Más y más gasto.

Todo dicen que se arregla con más gasto.

Si faltaba una prueba de esto la han dado ellos mismos, en la polémica que los enfrentó la semana pasada.

Danilo Astori, que fue ministro de Economía y Finanzas en el primer y tercer gobierno del Frente Amplio, cargó con inusual franqueza contra la imprevisión del gasto en el de Mujica (aun cuando lo tuvo a él mismo como vicepresidente y líder del equipo económico del MEF).

En el marco de un podcast producido por la Universidad Católica y conducido por el economista Javier de Haedo, Astori reconoció que entre el MEF y la OPP, cuando él era vicepresidente, “tuvimos diferencias que entorpecieron nuestra labor” con “dificultades y contradicciones”.

Admitió que en ese periodo “se gastó mucho y se gastó mal”, dejando una situación “que al país le costó recuperar y que se reflejó en el tercer gobierno del FA, con los resultados fiscales que tuvimos”.

Consultado sobre estas declaraciones por El País, el expresidente José Mujica se limitó a responderle a Astori que “como soy viejo, sé que es mejor rascar para adentro que para afuera. Allá él”.

Vean ambas actitudes.

Por un lado, un exministro que ha sido reconocido por mantener la estabilidad económica del país, a pesar de los embates permanentes de una izquierda radical absolutamente irresponsable en tal sentido, pero que aun así no es capaz de asumir responsabilidad en los desmanes producidos cuando él mismo era vicepresidente y principal orientador del equipo económico.

Por el otro lado, un expresidente que, en lugar de aceptar la crítica y hacer un mea culpa, explicita que lo mejor es barrer esas cosas debajo de la alfombra.

Y veamos también cómo esas actitudes se proyectan en la política frenteamplista de hoy y la que anuncia para el futuro.

Siguen reclamando más gasto.

Siguen presionando para una mayor carga impositiva sobre el sector productivo.

La irresponsabilidad de los radicales y la inoperancia de los moderados no ha cambiado desde esa ya vieja polémica entre ambos, mujiquistas y astoristas. 

Es muy importante que la ciudadanía tome nota de esas disonancias y comprenda que, más allá de discursos de barricada de unos y justificaciones timoratas de otros, no hay en el Frente Amplio una alternativa seria y solvente para reencauzar al país en la senda del desarrollo.

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