Partido Colorado (4)
Jorge Nelson Chagas
No conozco al detalle las conversaciones que llevaron al PGP a aliarse al Foro Batllista – un grupo que tuvo una poderosa organización que fue la envidia de todo el sistema político – pero parecería que Sanguinetti buscó una “pata socialdemócrata” para las elecciones de 1994. Después de todo, el PGP había logrado 177.453 votos en las pasadas elecciones, un caudal nada despreciable. Sin embargo hubo dos hechos que no ayudaron a esta estrategia.
En primer término el PGP sufrió la escisión de Rafael Michelini, en aquel momento un líder político en ascenso, contrario al acuerdo con el Partido Colorado y segundo, Sanguinetti se vio forzado virar su discurso hacia la derecha por razones de estrategia electoral lo que redujo las posibilidades de que Batalla lograra retener su electorado. En las elecciones de 1994 el país quedó dividido en tres tercios y más allá que la reforma constitucional de 1996 fue para muchos frentistas un intento de frenar su acceso al gobierno porque permitía la alianza electoral entre colorados y blancos, el cambio en las reglas de juego a la larga terminaría beneficiando a la izquierda. La ley de lemas quedó sepultada.
Con mucha lógica se ha sostenido que la crisis del 2002 fue catastrófica para el Partido Colorado. Sin embargo, al margen de los errores cometidos, en aquellos dramáticos días emergió en su seno una personalidad que se ganó el respeto de todo el arco político y la ciudadanía: Alejandro Atchugarry. Un fogueado parlamentario que asumió la cartera de Economía y Finanzas (un fierro caliente como pocos) y logró timonear la salida de la crisis con el apoyo de actores políticos y sociales.
Hoy se ha olvidado que el país en el 2003 – cuando todavía Jorge Batlle estaba en el gobierno- comenzó a crecer sostenidamente y uno de los misterios más profundos de la historia política nacional es porqué el Partido Colorado no aprovechó la figura de Atchugarry. No digo que podía haber ganado las elecciones del 2004, pero la votación hubiese sido muchísimo más alta y probablemente el Frente Amplio no habría alcanzado la mayoría parlamentaria. (Hubo una paradoja: fue la izquierda quién terminó capitalizando la bonanza económica, pese a que le costó comprender como había que salir de aquella crisis, con la excepción de Astori)
En aquellos días también comenzó a destacarse la figura de Pedro Bordaberry y soy de los que afirman que su problema no es su apellido sino su discurso, que no se nutre del batllismo clásico. Más bien parece remitirse al coloradismo independiente, liberal, democrático, pero conservador. Esto le impide llegar al electorado más volcado al centro y centroizquierda. Por supuesto que puede hacer crecer al Partido Colorado, pero tiene un techo.
Y hay en el Partido Colorado otro misterio. La aparición de la figura de Ernesto Talvi fue, a mi juicio, la bocanada de aire fresco en el coloradismo más reciente. Cuando se postuló quedé sorprendido por la cantidad de votantes frentistas que, descontentos con el segundo gobierno de Tabaré Vázquez, estaban dispuestos a prestarle su voto. Venció a Sanguinetti en la interna colorada y todo parecía indicar que, al fin, surgía el líder batllista del siglo XXI. Sin embargo, no fue así y su retiro de la política me dejó perplejo.
Con esto quiero fundamentar que no es totalmente correcto afirmar que el Partido Colorado no se renueva y que no es capaz de lograr la adhesión de nuevos votantes. Ha tenido líderes que no le faltaban condiciones para ello sólo que, por diferentes causas, no tuvieron éxito.
Admito no tener respuestas a este fenómeno que afecta desde hace años al Partido Colorado. Me falta información. Pero, acaso, estas notas podrían servir – especialmente para mis buenos amigos batllistas – para no caer en el fatalismo sobre la suerte de este partido fundacional.
En política nunca está dicha la última palabra.