Historia

¿Por qué fracaso el dialogo en el Parque Hotel?

Jorge Nelson Chagas

Acaso el principal problema del diálogo en el Parque Hotel fue que la palabra “transición” no tenía el mismo significado para los políticos que para los militares.

Mientras que los políticos interpretaban que se vivía una etapa donde era necesario un afloje de los controles y censuras, y el levantamiento progresivo de las proscripciones, los militares consideraban que la “transición” recién comenzaría en 1985, por lo tanto el diálogo se limitaba a que los políticos aceptaran sus exigencias. De ahí que no cejaran con la represión. La clausura del semanario La Democracia, el procesamiento del dirigente nacionalista Mederos Galván, la detención y juzgamiento por la Justicia Militar de militantes universitarios de la UJC (que fueron sometidos a torturas), la prohibición al PIT de realizar un acto de recibimiento a los delegados que envió a la OIT y los tonos admonitorios de Álvarez hacia la clase política, se inscriben en esta lógica. Pero, ¿por qué los militares creían que los políticos iban a claudicar ante sus exigencias? La explicación es: creían que su principal interés eran los cargos (en el Parlamento, ministerios, administración pública) que anhelaban volver a ocupar. Por tanto, iban a relegar los principios.

Por eso en el Parque Hotel insistieron en incorporar en el texto constitucional las disposiciones rechazadas en noviembre de 1980 por la ciudadanía. En algún momento del dialogo pareció que los políticos iban a ceder y que buscaban fórmulas para aceptar las propuestas. Sin embargo, el endurecimiento de los militares cerró todas las vías de acuerdo. El 20 de junio (de 1983) a la salida de la reunión los delegados partidarios mostraban su desánimo. Ferreira Aldunate había advertido a los nacionalistas dialoguistas que la negociación iba rumbo al fracaso. El 27 de junio, al fin del sexto encuentro en el Parque Hotel, el general Rapela expresó que los políticos “se oponen por principio y no por razonamiento a los planteos de las Fuerzas Armadas”

Finalmente, el 5 de julio, se cortó el dialogo del Parque Hotel. En un cassette Ferreira Aldunate manifestó que lamentaba haber tenido razón y que le gustaría haberse equivocado sobre el desenlace de los hechos. Es probable que los militares pensaran que los políticos más temprano que tarde iban a retomar las negociaciones. Incluso amenazaron con aprobar unilateralmente la reforma de la Constitución si no había acuerdo.

El 16 de julio al final de la Convención del Partido Colorado los dirigentes batllistas salieron en manifestación por la avenida 18 de Julio, Entre ellos estaban Matilde Ibañez de Batlle Berres, Sanguinetti, Tarigo y Flores Silva. Fueron hasta el Obelisco, cantaron el Himno Nacional y arrojaron claveles rojos al pie de monumento. El general Rapela los acusó de tener una actitud “criminal e irresponsable”. Por su parte, el Partido Nacional emitió una declaración en la cual censuró duramente la intención del gobierno de reformar la Constitución por su sola voluntad.

El día 25 fue secuestrada la secretaria política de Sanguinetti, Glenda Rondán. Fue detenida por un auto militar y la llevaron encapuchada a un lugar desconocido donde fue interrogada y amenazada. Si bien no sufrió castigos físicos, le rompieron los lentes y le quitaron un saco. Ante este hecho Sanguinetti advirtió: “Si vamos a volver a encapuchar a demócratas que actúan pacíficamente en su militancia, este país vivirá tiempos trágicos. Porque una cosa va a llevar a otra mayor y así sucesivamente”.

Sorprendentemente, Rapela expresó que todo fue una fantasía, un invento. O bien se trataba de un “apriete” a Sanguinetti o acaso, un intento de sabotear definitivamente las negociaciones. En su formidable obra “El Uruguay en transición (1981-1985) El sinuoso camino hacia la democracia” (2022) el historiador Carlos Demasi, se pregunta quién o quiénes estarían interesados en el fracaso del diálogo. Una interrogante interesante. Pero no había dudas que sectores militares no deseaban la redemocratización del país. ¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar?

Al mismo tiempo, el país vivía el resurgir los movimientos sociales. Las acciones del PIT, FUCVAM, ASCEEP y SERPAJ comenzaron a ganar espacios y la sociedad civil se movilizó en varios frentes. El 25 de agosto se realizó la primera jornada de protesta convocada por la Intersectorial. Hubo caceroleadas y apagones en Montevideo y el interior.

Esos días pareció que la fuerza de los movimientos sociales opacaba la actividad de los partidos políticos y es posible que esto haya generado la idea que su accionar podía hacer caer la dictadura. Era una ilusión. La realidad, a mediados del año 1983, era más compleja y los partidos políticos no estaban paralizados

Pero antes de tocar ese punto, es necesario analizar “el clima” – el despertar democrático- que vivía la sociedad uruguaya y que, lo admito, marcó a mi generación para bien y para mal.

Sí, “para bien y para mal”, ya explicaré esto.

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