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¿Por qué Preguntar?

 

La presente es una invitación a indagar sobre la pregunta y el sentido de esta. El por qué preguntar se vuelve clave y una cuestión medular en lo que respecta a la filosofía propiamente y mucho más aún a la docencia. La pregunta en sí se presenta como una herramienta de construcción epistemológica e intelectual, donde cobra gran relevancia la pregunta filosófica como rompedora de estructuras, paradigmas y cosmovisiones.

Es menester antes de embarcarnos en la aventura de intentar dar respuesta a la pregunta específica del porqué del ejercicio de la pregunta, tratar de echar luz precisamente sobre qué es preguntar. Etimológicamente, Corominas (1987) sostiene que la palabra pregunta proviene del latin percontari que se traduce como “someter a interrogatorio”.

En principio y de modo intuitivo, podríamos decir que la pregunta forma parte de nosotros mismos, de nuestra esencia como seres humanos. La pregunta también es la herramienta de transformación por la que el filósofo – entendiendo filósofo a la manera clásica, es decir, quien ama y está en una constante búsqueda de la verdad – da sentido tanto a su vida como al camino de búsqueda del conocimiento.

En este sentido, al decir de Ferrater Mora (1964, p. 471) “Desde el punto de vista «existencial», la pregunta o, mejor dicho, el preguntar puede ser considerado como un modo de ser de la existencia humana. Este modo de ser se distingue de un modo de actuar en el cual se interroga por algo distinto del propio ser.” Pregunta y filosofía se retroalimentan continuamente en el sentido de que no podría existir una sin la otra. A propósito de esta relación entra la pregunta y la filosofía, más adelante agrega que:

La idea de la filosofía como «un preguntar» está unida a la idea de abrir un «horizonte» por medio de la pregunta; por tanto, preguntar es un resultado de la admiración filosófica, pero también un intento de «regresar» a cuestiones cada vez más fundamentales (Mora F. 1964, p. 471).

La pregunta en sí implícitamente está relacionada con el pensamiento, es decir, si existe la pregunta, es porque hay un pensar detrás. Y en este punto podríamos plantear que teniendo en cuenta esta relación anteriormente señalada, necesariamente se condice de tiempo, porque sin tiempo no es posible la capacidad de pensamiento. Preguntar entonces, se vuelve una acción que es producto de un pensamiento previo, porque como ya se señaló, sin pensamiento no es posible preguntar. Como bien señalan Linda Elder y Richard Paul (2002, p. 5): “Las preguntas definen las tareas, expresan problemas y delimitan asuntos. Impulsan el pensar hacia adelante.”

La pregunta filosófica es en cuestión una pregunta, pero no toda pregunta es una pregunta filosófica. La pregunta filosófica es removedora, nos quita de la comodidad en la que solemos estar. Jorge Larrosa (2009) nos habla de que hay preguntas a las que todos estamos acostumbrados, y que son las esperadas, pero, por otra parte, tenemos esas otras preguntas que incomodan, porque justamente no estamos acostumbrados a ellas.

Larrosa señala que muchas veces no solemos preguntar por lo que no sabemos, sino que, por el contrario, la herramienta de la pregunta, la utilizamos para la reafirmación de saberes o de creencias. Sobre estas preguntas, las caracteriza como ́ preguntas sin alma y sin corazón, son preguntas que no poseen vida, que solo están a la merced de un efímero ritual de repeticiones sistemáticas.

No se trata entonces, de la pregunta como método de exposición informativa sobre un asunto determinado, sino de la pregunta en el sentido filosófico del cuestionamiento de nuestra existencia misma. La pregunta filosófica tiene que ver con problematizar las cuestiones de la vida cotidiana, las cuestiones de nuestro ser. En este sentido, la pregunta filosófica problematiza en busca de soluciones, posibilita, además, el desarrollo crítico en los individuos. Es decir, la pregunta filosófica es una pregunta reflexiva que nos invita valga la redundancia, a la reflexión. Heidegger (1969) sostiene que: “filosofar consiste en preguntar por lo extraordinario» (p. 51).

Volviendo a Larrosa, es importante reivindicar la pregunta no como algo de lo que haya que escapar o huir, como si fuera una pequeña muestra de nuestras inseguridades, sino que la pregunta debe ser tomada con naturalidad, ser parte de ella. Debemos preguntar y dejarnos preguntar. La pregunta debe entonces ser tomada como una oportunidad, una oportunidad de reflexión, de aprendizaje, de aventura.

La pregunta filosófica debe embarcarnos hacia lo desconocido, por más que no tengamos las respuestas, porque vale más el sentido de preguntar que el de responder. La pregunta filosófica es transformadora y es removedora. La pregunta filosófica es el sitial de confluencia de nuestro ser más íntimo con los grandes y pequeños misterios que propician el inicio de un viaje.

Al principio nos preguntamos ¿Por qué preguntar?, siendo el puntapié inicial para este pequeño viaje que intentó abordar varias características de la pregunta en sí. Quizás, y solo quizás, podría cambiarse la pregunta a la siguiente: ¿Por qué no preguntar?, ya que se supondría el argumento del porqué si de la acción interrogativa. El preguntar es importante, porque es ella (la pregunta), la herramienta más importante en el proceso de formación y construcción intelectual. Es la pregunta filosófica, una invitación al aprendizaje, una invitación a aprender a aprender.

Es la pregunta, el modelo de construcción de pensamiento crítico, es la estrategia pedagógica de apertura de la duda, de la duda entendida como el primer escalón hacia el conocimiento. Es la pregunta socrática, la herramienta de acompañamiento en el trayecto del alumno y del docente hacia el análisis y el discernimiento.

Es el aula, el escenario donde la pregunta filosófica y la pregunta socrática son protagonistas, donde desde un acto político, nos interpela como ciudadanos siendo docentes o alumnos. Es la pregunta el motor fundamental de la construcción del presente y del futuro. No se trata entonces, de la pregunta como motor de transmisión de contenidos disciplinares, sino la pregunta como deconstrucción de esos contenidos

Es a través de la pregunta, que se genera la apertura al diálogo y al intercambio. También a través de la pregunta es que se construye disenso con una profunda capacidad de reflexión y de reivindicación de la autonomía del otro y de nosotros, generando sujetos pensantes. Es por medio de la pregunta, que se genera la reflexión ética, la autonomía intelectual y por qué no, la construcción ciudadana. ¿Por qué preguntar? Porque es una invitación a seguir preguntando.

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