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Reacciones intolerantes

Marcelo Gioscia

Pese a todas las recomendaciones por la especial situación sanitaria que seguimos atravesando, se llevó a cabo en nuestra capital la marcha por el Día Internacional de la Mujer. Si bien inicialmente se presentaron las concurrentes con tapabocas y cumplían con la distancia aconsejada, poco a poco fue imposible evitar el casi masivo incumplimiento a los consejos brindados.

La fuerza policial (pese a estar hoy legalmente habilitada a disolver este tipo de reuniones) se abstuvo de intervenir para evitar enfrentamientos y “males mayores”. Y en uso del derecho a la libertad de expresión, con consignas, canticos, pancartas, cuerpos pintados y desnudeces expuestas, para quienes quisieran observar su conducta, se produjo la manifestación. En esta oportunidad, seguramente por la pandemia, concurrieron menos que en otros años y los daños patrimoniales también fueron menores. Pero ocurrieron un par de hechos, -los que motivan esta opinión- que demuestran reacciones intolerantes que no hablan bien de parte de ese colectivo. Hechos al parecer menores, pero que sin embargo, dejan al descubierto una falta total de respeto por el Estado de Derecho, lo que no resulta baladí a la hora de evaluar y de intentar fortalecer la construcción de una sociedad republicana y democrática. Es que, al impedir la tarea de periodistas de canales de televisión, que intentaron -sin éxito- realizar su trabajo registrando el evento social (que tenía lugar en un espacio público) atentaron contra los mismos derechos que dicen defender. Es evidente que no advierten que su intolerancia, viola en forma inaceptable la pacífica convivencia de una sociedad de la que todos formamos parte. Tampoco aquilatan que gritando la aparentemente “simple” rima: “la prensa burguesa no nos interesa”, violan en forma violenta y flagrante el derecho de estos trabajadores (hombres y mujeres) a cumplir con su tarea con la afrontan sus respectivos presupuestos. Desconocen sin más que, esos “derechos burgueses” son los que les han permitido manifestarse y que contra éstos, se alzaron los “iluminados” que creyeron en la revolución cubana, y buscaron por las armas, el robo, el secuestro y la extorsión, alcanzar el poder… hasta que una dictadura militar terminó con las instituciones. Y lo sufrimos todos. Se trata -ni más ni menos- que de los derechos humanos de “primera generación”, sabiamente contenidos en el artículo 7 de la Constitución de la República y por los que muchos hombres y mujeres dieron su vida a lo largo de la historia, no sólo la Historia Nacional sino también la Historia Universal. Muchos de esos derechos (vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad) aún hoy en el siglo XXI en que vivimos, no han sido reconocidos plenamente y no sólo con respecto a las mujeres. Por ello, no debiera tener lugar esta intolerancia inaceptable, si es que verdaderamente se quiere alcanzar la igualdad de derechos y de oportunidades que hacen al estado de bienestar y de plena vigencia de las instituciones democráticas y republicanas, donde pretendemos seguir desarrollándonos, apostando al Porvenir

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