Política Internacional

Santiago Peña, arrolló a la coalición de izquierda

Lorenzo Aguirre

Santiago Peña, del “Partido Colorado” de Paraguay – corriente política gobernando desde hace setenta años, con excepción del período 2008 a 2013 -, se llevó las presidenciales al derrotar ampliamente al líder de la coalición “centro” izquierda, Efraín Alegre. Los electores, también fueron en busca de 45 escaños del Senado (23 necesarios para la mayoría absoluta), 80 de Diputados (41para mayoría absoluta), como asimismo 17 gobernaciones y Juntas Departamentales, para un mandato desde el próximo 15 de agosto, culminando el 15 de agosto de 2028. De aproximadamente 4.800.000 habilitados, se presentaron a las urnas 3.100.000, marcando una participación del 63%. El candidato conservador Santiago Peña, obtuvo 1.300.000 votos (43%), ganando por un 15%, a la izquierda – ostentaba una alianza de 40 partidos, y cuya “videncia” declaraba antes de la votación, “empate técnico, con tendencia superior de Concertación Nacional” -, que obtuvo unos 830.000, pautando entonces una diferencia de alrededor de 470.000 papeletas.

La división provocada por desaforadas ambiciones de poder y cargos en filas de “Concertación Nacional”, de Efraín Alegre, determinaron una derrota aplastante.

Según los sabiondos, la mitad de votantes de izquierda se “vendió a la tercera fuerza política”, liderada por el candidato “moderado de centro”, Paraguayo Cubas, quien obtuviera el 23% de votos.

Según los que no sabemos, don “Paragua” Cubas de “moderado centro” no tiene nada, pues en realidad es de extrema derecha, admirador del exmandatario Jair Bolsonaro, y especialmente del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, más allá de ser un bravucón que, ostentando el cargo de senador por el partido “Cruzada Nacional”, fuera suspendido por reiterados altercados físicos en plenas sesiones parlamentarias, y demostrara su infinita ordinariez al defecar en el escritorio de un juez, al cual también golpeara con un cinturón.

¡Todo, un “ejemplo de virtudes”!

Cubas, además dejó en evidencia ser tonto desde el desayuno hasta el mediodía, y después del almuerzo por el resto del día, al declarar que, de ganar las elecciones, se convertiría en dictador.

Santiago Peña, y su dossier

Es un economista joven (44 años), Ministro de Hacienda durante el gobierno de Horacio Cartes, quien el pasado mes de enero fue acusado y sancionado por Estados Unidos por “corrupción que socava las instituciones democráticas”, lavado de dinero, y vínculos con el terrorismo.

Cartes, asimismo, obstaculizó una investigación internacional sobre crimen organizado, y tiene prohibido el ingreso a los Estados Unidos.

Recientemente, la “Oficina de Control de Activos Extranjeros” – perteneciente al “Departamento del Tesoro de los Estados Unidos”- le bloqueó el uso del sistema financiero, además de no poder hacer negocios con empresas de ese país, por vínculos con el grupo islamita libanés “Hezbolá”.

El electo presidente Santiago Peña, formó parte del directorio del “Banco Basa” (antes denominado “Banco Amambay”), propiedad de Horacio Cartes.

Santiago Peña, se afilió muy rápidamente en el año 2016 al “Partido Colorado”, y a partir de allí ha sido tildado de fascista, por tratarse de la agrupación política del dictador Alfredo Stroessner, presidente desde agosto de 1954 hasta febrero de 1989, cuando fuera derrocado por un golpe de Estado llevado a cabo por el General de División, Andrés Rodríguez, su consuegro, hombre de mayor confianza, y hasta entonces, mano derecha.

Es oportuno destacar que, durante su campaña electoral, Santiago Peña – protegido de Horacio Cartes – elogió a Alfredo Stroessner, como estrategia para conseguir los votos de la derecha conservadora.

Peña – funcionario del “Fondo Monetario Internacional” (“FMI”), y señalado como “empleado del patrón Horacio Cartes” -, dentro de la interna del “Partido Colorado” se enfrentó al actual presidente de Paraguay, Mario Abdo – del sector “Fuerza Republicana” -, por impulsar la candidatura de Arnoldo Wiens, su ex Ministro de Obras Públicas, y también sostener la del vicepresidente Hugo Velázquez, tachado de corrupto.

Horacio Cartes, respaldó entonces a Santiago Peña, y Wiens acusó a Cartes de buscar regresar al poder para lograr impunidad en los procesos judiciales en su contra.

Al mismo tiempo, el electo presidente Santiago Peña, atacó a Mario Abdo, tratándolo de “pillo”, tras conocerse el negociado con “Petróleos de Venezuela” (“PEDVSA”).

Santiago Peña, llega al sillón presidencial contando con el total control del Parlamento, pues tendrá mayoría en Diputados, y en el Senado, además de llevarse quince, de las diecisiete gobernaciones.

Peña, deberá afrontar el retroceso económico que vive su país, un alto déficit fiscal, como asimismo el disparado índice de desocupados, con un sostenido incremento de pobreza extrema, inflación, y significativo índice de corrupción.

Por lo expresado, el futuro mandatario se hará cargo del gobierno en un momento complejo no únicamente en el aspecto interno, sino en cuanto a la interrelación latinoamericana, dentro de una ubicación comprometida y presionada que, transformada en delicada, en cierta forma le obligará a sufrir conflictos permanentes, aislamiento, como también limitaciones de potencial por parte de muchos países de nuestro continente.

En este momento, para Santiago Peña, la llegada a la presidencia no es un acontecimiento prometedor, y la realidad paraguaya se está moviendo por carriles inestables, desde los cuales, en asuntos bilaterales, Peña, sentirá el peso del presidente Lula da Silva, como de los mandatarios Gustavo Petro, y Alberto Fernández, más allá de movimientos complejos de un bloque como el Mercosur, que si bien fuera creado en 1991 con la firma del “Tratado de Asunción”, estableciendo la libertad de circulación de bienes y servicios productivos, como asimismo un arancel y una política comercial común, a esta altura de las circunstancias no se puede negar que ha sido manejado con actitudes más allá de intereses respecto a un mercado del sur, pues, en realidad, se permitieron  “flexibilidades” fuera de libreto, dejando de lado ciertas normativas y haciendo valer un determinado peso ideológico político. 

A pocos días del resultado electoral, el comunismo paraguayo – no perdió tiempo en majaderías, manifestando que, Peña, “es un tipo de negocios, lleno de plata, y con gente así… ¿qué se puede esperar de su gobierno?” – comenzó a influir en, “¿qué cosa será, y no será, políticamente correcto?”.

Indudablemente, es el juego de una estrategia como tantas otras, donde la ultraizquierda presentará deliberadamente propuestas extremistas para en un principio, ser rechazadas, entonces, luego, la muchachada y gerontos “progresistas convertidos en benevolentes”, con un satánico movimiento psicológico girarán los “asuntos”.

¡Las cosas que antes parecían radicales, ahora son “flexibles”, y pueden ser consentidas!

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