“Si algún días estás en una encrucijada,
la respuesta es siempre donde haya más libertad”
César García Acosta
“La vida es redonda, dicen en Durazno”, aseguró en su columna en el diario EL PAÍS Pedro Bordaberry, y la emprendió contra la “Institución Nacional de Derechos Humanos”, a quien al abrevia su denominación, obvió, quizá, su rol más preponderante: el de “Defensor del Pueblo”.
Si ignorar el alcance del término “Defensoría del Pueblo” fuera razón suficiente para limitar a esta entidad o a sus directores circunstanciales, en el acierto o el error de alguno de sus miembros al ejercer sus cargos, lo único que deja en evidencia es el poco aprecio hacia los ámbitos que pueden controlar el exceso o la arbitrariedad de los funcionarios o de una oficina pública. En realidad no estaríamos en un estado de derecho pleno y mucho menos en una de las mejores democracias del mundo, sino reconociéramos la Defensoría del Pueblo o al Comisionado Parlamentario de Cárceles. Por eso Jorge Batlle pregonaba “Si algún días estás en una encrucijada, la respuesta es siempre donde haya más libertad”.
Uruguay logró recuperarse de un pasado violento, que sí lo tuvo, y dando un paso primero y otro después, logró transitar un camino firme que ha estado –como debe ser- rodeado de acciones plebiscitarias de nivel constitucional, o de referéndums contra leyes que por no conformar a todo el pueblo, debió zanjar en las urnas los diferendos más difíciles con la sensatez necesaria y en libertad.
Hugo Batalla, abogado de profesión, fundador del Frente Amplio y en su retorno al Partido Colorado Vicepresidente de la República en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, fue el autor –primero- quizá por su profunda trayectoria como municipalista, del proyecto de “Defensor del Vecino”, el que depurado años más tarde concretó en su trabajo parlamentario bajo la calificación de “Ombusman” o “Defensor del Pueblo”. Su meta era limitar la acción avasallante del Estado sobre las libertades individuales, y su estrategia inexorablemente era la tolerancia en sus diversas formas admisibles en el contexto de la cohabitación social y cultural.
Una clave de labor de Batalla en la antesala de la “Defensoría del Pueblo”, no fue crear burocracia sino ensanchar la base de la llegada informativa de los hechos nacidos en los gobiernos y el Estado, con el fin de someterlos –como decía Ellauri en la Constituyente de 1829- al pueblo en un cúmulo de datos de informaciones que pudieran servir en cualquier contienda como si fuera la “madre de todas las libertades”.
Esto es simple como concepto pero complejo en práctica, porque si bien “la vida es redonda”, al decir de Bordaberry, y siempre habrá un punto de encuentro si en análisis es sobre el círculo de vida, la ironía del destino enluta hasta a las democracias más plenas cuando algún iluminado de esos que están tanto a uno como a otro lado del radicalismo, deciden enfrentarse y practicar estrategias de confrontación, pasando de las palabras a las armas, y de la vida a la muerte. Los años 60 y 70 del siglo pasado fueron eso.
Por eso es bueno leer el razonamiento de Bordaberry y poder disentir. Lisa y llanamente cuanto lo leo, más me convenzo que los colorados lo que necesitamos es ser más tolerantes en el contexto de la diversidad. El puño crispado servirá en una tribuna pero no para ejercer la cotidianeidad. Pero lo cierto es que más allá de tolerancias, los colorados debemos reflexionar sobre ¿en qué cosas podemos ser más tolerantes y en cuáles jamás volver a pecar por distraídos?
Cuando la libertad está en juego las chicanas jurídicas no pueden encontrarnos del mismo lado respecto de la institucionalidad: si mantenemos la Institución Nacional de los Derechos Humanos y Defensoría de Pueblo, pero ignoramos su rol más importante, o sea, el de censurar lo ilegítimo defendiendo al indefenso, poco vamos a solucionar si para hacerlo tenemos que proponer retocar – a nuestro antojo- la misión institucional de ese organismo, y poniendo a su frente, a su comando, a políticos de comité o a una claque de desaforados fanatizados como si fueran hinchas de un equipo de fútbol transitoriamente alojados en una tribuna.
Los políticos de las grandes ligas deben agrandar sus oídos y escuchar más, cerrar la boca –y ni que hablar de reflexionar- con el solo fin de achicar el margen de agravios que permitan habilitar más libertad cuando se corre peligro de la homogeneidad de un sector político, de un partido o de un grupo minoritario aunque mayoritario en una coalición. Si todos corremos para el mismo lado la pasión sobrepasará a la razón.
En lo personal discrepo con mucho de lo que ha manifestado institucionalmente el INDDHH y Defensoría del Pueblo, pero me jacto de leer una y otra vez sus dictámenes porque se basan, por razones de competencia, en derechos que se vinculan más con lo objetivo que con “el estado del alma”: Si este instituto no existiera el vacío que dejaría sería más grande que el espacio que hoy ocupa.
¿Alguien puede dudar que está bien condenado el Ministerio del Interior del Uruguay, porque en tiempos de Bonomi como ministro murieron quemados y afixiados muchos presos que no pudieron escapar al incendio de una barraca porque el candado de la puerta de acceso al celdario estaba desparecida?, o que haya sucedido hace muy poco que un preso en una cárcel del actual gobierno fuera violado y torturado por sus pares –también presos- para extorsionarlo y cobrarle a su familia sus servicios de cuidado, después de mantenerlo cautivo durante días sin que nadie lo percibiera?
Y muchas cosas que no se saben también son materia cotidiana del INDDHH y Defensoría del Pueblo, como por ejemplo el acceso a la información, la reivindicación de un derecho por una licencia de conducir, la defensa ante una multa excesiva o por un servicio negado a nivel de la salud o de la educación.
Es cierto que se viene un tiempo de cambios, pero en realidad lejos de tener que rever su institucionalidad, o poner a su frente sólo a quienes tengan una mirada similar sobre las cosas, deberíamos abrirnos desde el punto de vista republicano y aceptar que una defensoría independiente es más provechosa para la comunidad si la conduce alguien de la vereda de enfrente, que alguien del mismo palo.