Tres meses de gobierno
Gabriel Gurméndez
Hay una frase de Virgilio, poeta romano, que es imponente, disculpen el latinazgo: fugit irreparabile tempus. Tiene fuerza poética y habla de ese sentido de la fugacidad del tiempo, de la incapacidad de recuperarlo y el llamado a la urgencia.
Este gobierno acaba de cumplir tres meses, noventa días.
Cuando uno revisa lo que ha llegado de iniciativa del Poder Ejecutivo para la discusión, nos encontramos con el rescate del Casmu, con el rescate de la Caja de Profesionales ‑que fue una omisión que no se pudo resolver en la Legislatura anterior, porque no lo votó el Frente Amplio‑ y un puñado de pensiones graciables, un puñado de designaciones de alguna escuela, una ruta y un puñado de cambios de algunos convenios internacionales de larga data.
La lista, este inventario de iniciativas del Poder Ejecutivo, francamente, no condice con los grandes temas nacionales que todos discutimos en la campaña electoral, o con el sentido de urgencia que se imponía en aquellos asuntos que tienen que ver con la seguridad, el combate al narcotráfico, el fomento del trabajo, la educación, el crecimiento económico para lograr la equidad.
En materia de seguridad, obviamente, venció el vale de los dos mil policías que iban a estar desde el momento uno. Se posterga el Plan Nacional para el año 2026. El presidente dijo que el diálogo con los sectores políticos para unapolítica de Estado está en pausa, y se espera ahora la creación del Ministerio de Justicia para poder atender estas urgencias.
En educación no están los útiles. La Biblioteca Nacional fue puesta en pausa.
En materia de trabajo no hay iniciativas sobre aquellos temas que ocupaban la agenda con urgencia: los doce mil trabajos juveniles por año; los veinticincomilpesistas, que eran medio millón. La iniciativa de la desindexación salarial no está.
En materia de crecimiento económico, no hay noticias. La política tarifaria de Ancap parece perseguir fines recaudatorios.
Uno siente que no se están atendiendo los grandes temas.
En lo que refiere a vivienda, yo escuché a la exministra que calmaba a sus militantes diciendo: «Bánquensela, muchachos, vamos apenas treinta y dos días». Pero resulta que después fueron los US$ 32 millones para comprar un campo y no para resolver los asentamientos donde viven miles de familias uruguayas.
Siento que en estos primeros tres meses hay una sensación de pasividad general. El primer movimiento del gobierno fue quedarse quieto. El presidente de la República dijo que este era un gobierno donde no se esperaban grandes anuncios, pero sí de acción. Pero no hay anuncios y tampoco hay acción.
No hay iniciativas que atiendan las urgencias en las que en campañas electorales todos coincidimos: seguridad, combate al narcotráfico, educación, generación de trabajo, crecimiento económico.
Yo vengo de las carreras de caballos. Cuando suena la campana de largada, normalmente, hay que contener el brío de los caballos que quieren largar porque las carreras se ganan también al principio, y acá es como que se quedaron en las gateras.
«No tienen rumbo» es una frase que se repitió hasta el hartazgo en los últimos tiempos; ahora, rebota con fuerza y le pega de alguna manera en la propia cara al gobierno. Pero para mí es hasta un poco peor, porque el rumbo uno lo insinúa o lo ve en la medida en que hay movimiento y dirección. El rumbo o la falta de él. Pero no se puede advertir el rumbo cuando estás detenido, cuando no hay movimiento.
El gobierno no gobierna.