Política Internacional

¿Y ahora qué?

Ricardo J. Lombardo

A punto de caer Kiev en manos de los rusos, es oportuno plantearse los posibles escenarios que siguen.

¿Cómo reaccionar ante este atropello de Putin y a su flagrante violación al derecho internacional?

Las reacciones de los países occidentales que procuran estrangular económicamente a Rusia, no parecen efectivas. Y en todo caso serían contraproducentes.

¿Tiene sentido aplicar este tipo de medidas destinadas a hacer sufrir a la población de un país que tiene uno de los arsenales nucleares más grandes del mundo?

¿No será como pisarle la cola a un león?

No parece esta una estrategia adecuada.

 Veamos primero las circunstancias determinantes de esta situación, antes de sacar conclusiones.

1) Ucrania está desde hace años en guerra civil donde buena parte dela población habla ucraniano pero otra sigue utilizando el idioma ruso. El mapa del país marca claramente la división, la discriminación, las mayorías y las minorías.

2)  25 años después de caída la Unión Soviética y que la influencia rusa en la región quedara reducida a cenizas, en 2008 tanto Ucrania como Georgia propusieron ingresar a la OTAN.

3) La OTAN de este siglo no es la misma que la de la guerra fría. Ahora no prioriza el balance de poder como lo hacía en el minucioso enfrentamiento con la URSS. Está conducida por personas que no vivieron ese período. Incluso, probablemente con el tiempo vaya perdiendo importancia ya que la verdadera disputa del siglo XXI será de Occidente contra China.

4) Putin sigue razonando en términos de balance de poder, o sea que mantiene una mentalidad del siglo XX cuando él era responsable de la KGB soviética.

5) Ucrania no es de importancia estratégica para Estados Unidos ni sus aliados europeos.

6) Ucrania es de importancia estratégica para Putin.

7) Putin desató una guerra militar. La respuesta es una guerra económica.

8. Si occidente mira hacia el futuro, pensando que cuando China crezca lo suficiente será el verdadero objetivo de una nueva guerra fría, esta Rusia de Putin, fascista, autoritaria y anacrónica, debería ser un aliado de Occidente para controlar regiones como Irán y Siria.

9) Por lo tanto iniciar una guerra fría con Rusia sería un error estratégico imperdonable.

10) Así como están planteadas las cosas, el camino lleva, inexorablemente, a una Ucrania partida en dos, una controlada por los rusos y la otra integrada a la Unión Europea y a la OTAN.

11) ¿Tiene sentido llegar a este escenario?

La solución parece ser negociar por una Ucrania neutral, que respete las minorías tanto idiomáticas como de origen, y donde sus habitantes tomen el control de su destino, dejando de lado la corrupción inducida desde afuera y desalentando los impulsos al divisionismo alentados tanto por Rusia como por Europa.

La invasión de Putin es condenable en todos sus términos. Responde a una visión de la diplomacia y la geopolítica del siglo XX y a una mentalidad imperialista.

Pero ya es un dato de la realidad.

En lugar de generar reacciones bélicas en proporción para responderle, o estos anuncios de sanciones económicas de escaso o contraproducente efecto, uno tendría que esperar que la diplomacia del siglo XXI fuera capaz de producir una Ucrania neutral, que sirviera de estado tapón entre Rusia y Europa occidental.

Que no ponga en riesgo a ninguno de los dos poderes, pero que reivindique la autonomía de los ucranianos.

 Y que en lugar de desencadenar una nueva guerra fría con Rusia, la convierta en un aliado de Occidente frente al nuevo balance de poder  que tiene cada vez más pesas del lado de Oriente con China y sus aliados.

La invasión rusa de ucrania

Mirar la invasión rusa de Ucrania desde el punto de vista de la guerra fría, es un deplorable error de apreciación.

Hay gente que mide las cosas en función de su rechazo histórico hacia las políticas internacionales de Estados Unidos, y prefiere apoyarse en las otras potencias como Rusia o China, sin reparar que estas son alternativas mucho más nefastas en materia de derechos humanos o desde nuestra perspectiva republicano democrática.

La Rusia de Putin es un régimen autoritario, fascista, controlado por una mafia económica que se apoderó del centralismo del período comunista y se convirtió en una élite de verdaderos magnates que constituyen una oligarquía muy poderosa.

Putin es la cabeza de ese régimen. Un verdadero dictador, que logró una modificación constitucional para seguir en el poder hasta 2034.

La guerra fría terminó hace más de 30 años con la implosión de la Unión Soviética y con ella la independencia de decenas de repúblicas que estaban unificadas bajo la mano dura de Moscú.

Ucrania fue una de ellas. Y, en el inconsciente colectivo del régimen ruso, está en la mira.

Interpretar el tema también como si se tratara de una estrategia geopolítica al estilo del TEG, también puede llevar a conclusiones equivocadas.

Concebir que esta es una maniobra defensiva de Putin por un presunto avance de la OTAN, es seguir pensando en términos de la guerra fría, donde entre Estados Unidos y la Unión Soviética se habían repartido las áreas de influencia en un equilibrio bastante inestable por cierto, y se disputaban su dominio en cada uno de los países del planeta.

Nadie imaginaría hoy a la OTAN queriéndose apoderar de Ucrania para desde allí lanzar un ataque sobre Rusia. De hecho, su inacción frente a la invasión de Putin, así lo demuestra.

Esto se parece más a la invasión de los Sudetes por parte de Hitler en 1937, que prometía a los países occidentales que sería su única reivindicación territorial, hasta que los hechos demostraron que lo que quería era una expansión ilimitada para consolidar el Tercer Reich.

Habría que preguntarse si en las intenciones de Putin no está recuperar el enorme territorio que ocupaba la Unión Soviética, pero ahora en manos de este régimen fascista.

Lo que hay atrás de todo esto es un hecho mucho más importante. Es la vigencia del Derecho Internacional y su efectiva aplicación.

La pertenencia o no de un país a un bloque o a un grupo de naciones, debe ser prerrogativa de su población.

Y, como ocurre en Canadá o en Escocia, por ejemplo, deben ser ellos los que decidan.

Nadie imaginaría que Inglaterra invadiera Escocia si en un plebiscito los escoceses decidieran independizarse.

Ni a Estados Unidos invadiendo Canadá.

Ucrania es un país donde su población está dividida. Una parte quiere ser parte de Europa y la otra tener vínculos estrechos con Rusia.

Y eso lo deberían decidir ellos mismos, como así lo exige toda la normativa internacional en pleno siglo XXI, que debería poder ser aplicada en este caso.

Estas imágenes de los rusos invadiendo cruelmente a un país tan pequeño e indefenso frente al poderío militar de esa gran potencia, nos remite a las barbaridades del siglo XX o peor aún, a los imperialismos del siglo XIX.

Siempre pueden encontrarse excusas para tremendo desatino. Algunas tan absurdas como afirmar, como lo hizo Putin, que el régimen de Kiev es nazi, sin tener en cuenta que su primer ministro es judío.

Aquí no hay excusas ni que buscar explicaciones.

Lo que hay que hacer es una condena unánime, rotunda, definitiva, a este tipo de acciones que no solo contradicen el derecho internacional, sino que abren las puertas impunemente para cada país gigante que quiera apoderarse de sus vecinos menos poderosos militarmente.

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