La piedra filosofal
Ricardo J. Lombardo
La prensa argentina destaca en titulares declaraciones del actor y fuerte militante kirchnerista, Pablo Echarri, al otro día de la dura derrota electoral que sufrió el gobierno que él apoya: “El Gobierno debe ratificar e intensificar el rumbo de crecimiento y recuperación del salario. La sociedad debe darle un voto de confianza”.
La afirmación sorprendió y hasta chocó, porque encierra una falta de autocrítica deplorable y un desprecio por la opinión de los ciudadanos manifestada en las urnas.
Desde el desconcierto del oficialismo, se oyen también las más variadas y disparatadas propuestas como hacer una fuerte emisión monetaria y no tocar el tipo de cambio hasta las elecciones de noviembre, con el objetivo de llenar de billetes los bolsillos de los argentinos para que cambien de opinión.
Parece que en el vecino país existe una creencia generalizada de que desde el Estado, los gobiernos pueden disponer de la piedra filosofal que convierta cualquier metal en oro o plata.
Un pensamiento mágico muy extendido que muchos han utilizado a su favor para perpetuarse en el poder, haciendo creer que ellos son los autores de las cosas buenas y los demás los perversos que provocan todos los daños a la sociedad.
Lo cierto es que el Estado, en cualquier país, puede tener las más variadas funciones. Desde la ortodoxia de juez y gendarme, a una participación más activa en la redistribución de la riqueza, a compensar a los perdedores del proceso económico, a proteger a los más débiles, a impulsar las ciencias, optimizar la educación de todos.
Pero en lo que no es fuerte es en crear riqueza, que es de donde salen los salarios que Echarri quiere incrementar. Por supuesto que hay empresas públicas que hacen importantes contribuciones al PBI. Pero los que generan mejor la riqueza son los particulares, individualmente u organizados en pequeñas, medianas o grandes corporaciones.
Desde que el homo sapiens descubrió cómo producir fuego, pudo cocinar los alimentos y conservarlos para más tarde. Dejó de necesitar estar todo el día cazando. Pudo descansar, sociabilizar y también, si tenía suficientes alimentos acumulados, pudo iniciar las actividades económicas a través del trueque con otros individuos.
Desde allí empezó el proceso de crear riqueza. Hubo muchas formas, o sistemas, pero siempre estaban sustentados en la voluntad de vivir mejor, de que sus familias o tribus tuvieran mejor pasar, y suficientemente protegidas de las agresiones externas. Eran sentimientos de codicia, avaricia y miedo que, manejados con criterio y equilibrio, son verdaderos motores de la acción humana frente a la naturaleza.
Ese largo proceso evolutivo derivó en lo que hoy llamamos capitalismo. Donde la riqueza se acumula en el capital, que tiene una inmensa capacidad de reproducirse con nuevas inversiones demandando nuevos empleos, nuevas tecnologías, mayor capacitación, etc. Es a través de esa acción, y los efectos compensatorios del Estado y los sindicatos, que se generan mejores salarios, mejores condiciones de trabajo y aumenta el bienestar colectivo.
Eso lo entendieron hasta China, Rusia o Vietnam, que en el siglo XX lideraron una dura lucha contra el capitalismo, pensando como Marx que en realidad se trataba de un sistema de explotación del hombre por el hombre..
No debe negarse ni minimizarse el rol del Estado en todo este proceso, pero ignorar la fuerza de los mercados para crecer, es hacerse trampas al solitario o quedar preso de ideologías obsoletas.
Muchos creen en Argentina, (y en Uruguay también), que los gobernantes son los que generan los empleos. Eso ocurre solamente en la actividad pública, pero queda claro que hay un límite en esa acción que por lo general en todos lados ya está sobrepasado. En la actividad privada no es lo mismo. Los empleos y los salarios son el resultado de decisiones de inversión de los particulares fundamentalmente.
Se piensa que tal político generó tantos puestos de trabajo, o tal otro subió los salarios, etc.
Convencerse de eso, es lo mismo que creer en la piedra filosofal. Que hay un material mágico que logra convertir una profunda crisis económica y social como la argentina, en mejores salarios.
No entienden cómo es realmente el proceso. Se necesita crear las condiciones para que los agentes económicos confíen en las reglas de juego, se arriesguen a invertir sus capitales, se le abran las puertas para desarrollar el comercio que es un instrumento multiplicador de la riqueza, con un Estado que cree esas condiciones, garantice la ley, que impulse el aumento de la productividad, que tenga capacidad de redistribuir la riqueza, que sea capaz de asegurar servicios básicos aunque no sean tentadoramente rentables, que tenga la vocación por proteger a los más débiles y alentarlos a capacitarlos y prepararlos para que puedan aprovechar el mundo de oportunidades que se le abren en las actividades económicas.
Es así que se mejoran los salarios. No con el pensamiento mágico de la demagogia.populista, ni con aventuras de economistas arrogantes que siempre han terminado mal.,
La verdadera fuente de la riqueza, es el trabajo. Su utilización inteligente, su acumulación productiva y su remuneración acorde.
Todo lo demás, es un cuento chino.