La cuestión es solo
entre responsabilidad y demagogia
Fátima Barrutta
Elijo parafrasear la célebre frase que pronunció Artigas en 1812, referida a una opción excluyente entre libertad y despotismo, sustituyendo los términos pero con la seguridad de que sigue siendo pertinente.
La mayoría en el Senado ha dado sus votos al proyecto de reforma de la seguridad social que, junto a la transformación educativa, constituyen sin duda los dos aportes más trascendentes del actual gobierno de la Coalición Republicana.
En tanto, la oposición persiste con un discurso beligerante que no solo niega la necesidad de los cambios, sino que pretende atribuirlos a intereses espurios, en ese infantil apego a una lucha de clases con que apuntan a desacreditar al adversario, en lugar de debatir limpiamente.
Hoy más que nunca, la cuestión es solo entre la responsabilidad y la demagogia, porque el país no puede seguir esperando para concretar las transformaciones que nos saquen del subdesarrollo y nos reencaucen en la prosperidad.
En estos días, reapareció en las redes sociales un video en el que un destacado dirigente político se dirigía al público, hace años, con palabras tan certeras como proféticas: “Dentro de 20 años, ¿quién va a pagar la pensión de los viejos? La fuerza de trabajo se viene al suelo, porque desde que el mundo es mundo, los jóvenes tienen que trabajar para poder bancar a los viejos. Pero ahora, si los viejos se nos multiplican y no hay jóvenes en la fuerza de trabajo, ¿cómo hacemos?
Este no es un drama que tengamos hoy, es una cosa que se viene en el tiempo. Y de esto tenemos que tener conciencia, tenemos que tener clara conciencia de las consecuencias sociales. Porque vendrán gobiernos que tendrán que elevar la edad de jubilación cinco o seis años para arriba y a nadie le va a gustar”.
Esto no lo dijo ni Sanguinetti, ni Lacalle Herrera. Lo dijo José Mujica, siendo presidente de la República entre los años 2010 y 2015.
Transitó ese período sin hacer nada al respecto (o peor aún, administrando irresponsablemente los recursos públicos y generando un déficit que ató las manos del gobierno siguiente, presidido por Tabaré Vázquez).
Pero tampoco hizo nada Vázquez entre 2015 y 2020, a pesar de que su ministro de Economía, Danilo Astori, admitió en más de una oportunidad que la reforma del sistema previsional, con aumento de edad de retiro, era impostergable.
Todos estamos de acuerdo, porque los números fríos indican sin lugar a dudas que a mayor expectativa de vida y menor índice de natalidad, no hay sistema previsional que resista y lo más seguro es que, si no se aplican correctivos, la ecuación se rompa y los futuros jubilados queden desprotegidos.
Pero irresponsable y demagógicamente, el Frente Amplio eligió el componente impopular del cambio -el aumento inevitable de la edad de retiro- para incendiar otra vez la pradera.
Como lo hizo en plena pandemia, caceroleando para forzar a una cuarentena obligatoria que habría llevado nuestra economía al colapso.
Como lo hizo contra la Ley de Urgente Consideración, agitando fantasmas de privatización de la enseñanza, desalojos exprés y gatillo fácil, ninguno de los cuales se verificaron en los hechos.
Y como lo hace ahora, simplificando la reforma a un eslogan tan simplista como mentiroso, de trabajar más y ganar menos.
La oposición debería empezar por reconocer que fue convocada al grupo de expertos propiciado por la LUC para formular esta reforma inevitable, y que no hizo absolutamente ningún aporte: lo único que hizo fue callar en el grupo de trabajo y criticarlo en los medios.
Llegaron al extremo de cuestionar el primer documento de diagnóstico, al que tampoco aportaron nada.
Así transitaron todo el trabajoso período de la reforma, lo que motivó una equivocada reacción de Cabildo Abierto: el intento final de “dejarla para el próximo gobierno” (¡otra vez patear la pelota para adelante!) y el posterior agregado de modificaciones, que justificaron la reacción del Partido Colorado de incorporar otras que nos habíamos resignado en un principio a dejar en el tintero.
Hoy, la reforma resultante y felizmente votada por el Legislativo sigue siendo útil y pertinente para la sustentabilidad del sistema, y gracias al Partido Colorado incluye una baja progresiva del IASS, otro impuesto que, como el IRPF, fue creado en el ciclo frenteamplista para expoliar a los ciudadanos que ahora ellos dicen defender.
Lo importante de todo esto es que la Coalición Republicana volvió a demostrar que gobierna sin miedo a los costos políticos, con la ética de la responsabilidad de quien sabe lo que hay que hacer para sacar al país de sus atolladeros, y lo hace.
Y la oposición frenteamplista, otra vez, apela a la demagogia para trancar los cambios y dejarlo sumido en la misma agónica inacción con que transitaron sus 15 años de gobierno.
La cuestión es la del título.
Y con la misma convicción con que los colorados pacificamos al país en el período 1985-1990, democratizamos la educación pública entre 1995 y 2000, y superamos con éxito la terrible crisis de 2002, ahora ponemos nuestro voto para sanear las cuentas previsionales y lideramos una nueva reforma educativa.
El ciudadano sabe muy bien de qué lado está la responsabilidad y de qué otro la demagogia, sin duda.