Los argos del mundo
Ronald Pais
El generoso ámbito de OPINAR me permite llegar semanalmente a muchos lectores a los que intento transmitir mi visión de hechos y actos políticos que forman parte de nuestra realidad y nuestra Historia.
Días pasados se celebró una vez más el llamado “Día del Amigo” en el que es usual que muchas personas envíen su saludo a quienes aprecian o por quienes sienten un afecto especial.
Como tantos, también envío y recibo en esa ocasión saludos de amigos y amigas, algunos con los que mantengo contacto frecuente y otros a los que veo muy de vez en cuando, pero que siempre están presentes en mis sentimientos y evocación.
No es necesario decir que también es un día en que se sienten las ausencias permanentes por que éstas se sienten todos los días. En mi caso, trato de consolarme diciéndome que los que ya no están me dieron el privilegio de compartir con ellos parte del camino.
Las redes sociales y la tecnología han facilitado mucho las comunicaciones porque en otros tiempos las cartas o las costosas llamadas telefónicas internacionales eran una restricción importante mientras que ahora WhatsApp u otras herramientas han pulverizado esas barreras.
Siendo que en este tiempo es mucho más fácil hacer llegar mensajes a alguien, tal vez no debió resultarme sorpresiva – como sí lo fue – la cantidad recibida en esta ocasión. Muchos de esos mensajes, después de desearme un Feliz Día, hacían referencia a alguno de los artículos publicados.
Doble caricia al alma pues, por aquel que me distingue como amigo y por quien cree que lo que escribo vale algo.
Dicen que la edad también es una ventaja en este sentido porque cuantos más años vividos, más posibilidades de hacer nuevos amigos.
Tal vez esto sea verdad, pero he podido comprobar que las relaciones más firmes de amistad se remontan muchos años atrás, a veces a nuestra adolescencia o juventud.
De cualquier forma no hay duda de que los grandes contenidos de la vida son, sin que importe el orden, la salud, el amor, el trabajo y la amistad. Todo lo demás se desvanece al llegar el momento final. Los bienes materiales no significarán nada, la fama será “puro cuento” como dice el tango y los afanes por “tener” en lugar de simplemente “ser” serán una nebulosa que nos hará sentir arrepentidos por no haber sabido aprovechar mejor el bien más valioso que frecuentemente malgastamos: nuestro Tiempo.
Con cada Día del Amigo que pasa, mientras nuestras sienes blanquean y notamos que nuestro cuerpo ya no tiene la agilidad de antaño, valoramos cada vez más aquellos consejos de nuestros padres, el primer beso del primer Amor, los abrazos y las risas de la barra de amigos que con algunos se mantienen pero que con otros el Tiempo y la Biología inexorables fueron convirtiendo en recuerdos.
Pero mientras existamos, la vida nos da, cada día, una nueva oportunidad. De sentir la brisa y el sol de la mañana, de disfrutar una conversación a la luz de la luna, de escuchar nuestra canción preferida, de ver nacer a un hijo o abrir los brazos para recibir al niño que corre hacia nosotros.
Y como me he convertido en un observador compulsivo del comportamiento de los animales, valoro en cada momento la lección de vida que ellos nos dan.
¿Has observado con detenimiento a esa mascota que tienes y forma parte de la familia? ¿Te has dado cuenta la compañía y el Amor que te ha brindado siendo que tú siempre has subordinado sus necesidades a los tuyas? ¿Has reparado en lo poco o nada material que se llevan cuando parten? Lo único que anima su existencia es que le des un gesto de amor, atención y algo de tiempo para estar con ellos.
El fuerte y ágil perro de Ulises: Argos, estuvo esperando a su amo veinte años. Cuando éste regresó a Ítaca disfrazado de mendigo para no ser reconocido, él único que sí lo reconoció fue Argos. Estaba sobre una montaña de desperdicios, siendo una sombra del vital animal que había sido. Aun así nunca dejo de esperar a su amo. Levantó sus orejas, se incorporó penosamente, movió apenas la cola y se desplomó muerto a los pies de Ulises que no pudo demostrarle nada para no delatarse y disimuló una lágrima.
En todas estas cosas me puse a pensar el día que recibí el saludo de los amigos y decidí hacer una pausa en los temas políticos para compartirlo contigo y para que sepas que los Argos, humanos o animales, valen la pena. Valen lo suficiente para que no esperes a la fecha del año que viene para abrazarlos y decirles: ¡Gracias!