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Estamos podridos

Ricardo Acosta

Treinta y cinco años después, Montevideo huele a fracaso. A basura sin levantar, a barrios olvidados, a excusas recicladas. Gobernar esta ciudad ya no requiere ideas, parece que alcanza con enchufar una heladera para que la voten… aunque esté podrida.

Treinta y cinco años de promesas, de discursos altisonantes, de campañas coloridas. Treinta y cinco años en que el Frente Amplio gobernó Montevideo. ¿El resultado? Una ciudad cada vez más sucia, más olvidada y más desigual.

Montevideo no está mal porque sí. No es casualidad. Es consecuencia de años de falta de gestión, de incapacidad para resolver los problemas más básicos.

Y no alcanza con pintar una plaza, ni con colgar banderas culturales para maquillar la realidad. La mugre no se tapa con arte callejero. Los barrios no se dignifican con discursos.

Hace falta gestión. Hace falta compromiso real. Y, sobre todo, hace falta dejar de mirar para otro lado.

Hoy, otra vez, los candidatos del Frente Amplio , Mario Bergara, Verónica Piñeiro y Salvador Schelotto, se pasean en campaña con discursos llenos de palabras bonitas: «innovación», «cultura», «espacios públicos». Pero, curiosamente, del verdadero drama de Montevideo no hablan. No hay una sola propuesta seria, concreta y urgente para atacar el caos de la limpieza.

¿Será porque reconocer el problema sería reconocer su fracaso?

¿Será porque saben que no tienen ni la capacidad ni la voluntad de cambiar algo que ellos mismos dejaron pudrir?

Mientras tanto, la vida real de los montevideanos transcurre esquivando contenedores desbordados, respirando podredumbre, caminando entre basurales improvisados que crecen en cada baldío y en cada esquina olvidada.

Y no, no es igual para todos.

No es lo mismo vivir en una calle del centro, de Pocitos o Carrasco, que en un barrio olvidado como Piedras Blancas, Casavalle, Manga o el Cerr. Allí donde el camión recolector pasa cuando quiere , si pasa, donde los contenedores desbordados son parte del paisaje, donde la basura y el abandono van de la mano.

Durante años, el Frente Amplio usó el «interior profundo» de Montevideo solo como escenografía para las campañas electorales. Bajaban, sacaban fotos, prometían cambios… y después el olvido. El mismo olvido de siempre.

Ahora vuelven, sonrientes, con promesas recicladas, como si la gente no recordara. Como si treinta y cinco años de fracasos pudieran ser barridos bajo la alfombra con una consigna de marketing.

Pero esta vez puede ser distinto.

Esta vez hay una alternativa real.

No es magia. No es marketing.

Es gestión.

Y eso es lo que hace falta en Montevideo: gestión real, no más slogans vacíos.

Mientras el Frente Amplio habla de cultura y de plazas bonitas , que claro que son importantes, pero no son prioridad cuando la ciudad se descompone, la gente quiere soluciones.

La gente quiere caminar sin sentir asco.

La gente quiere vivir con dignidad.

La gente quiere una ciudad limpia, ordenada, vivible.

El precio del boleto, la infraestructura cultural, los nuevos espacios públicos son temas importantes, claro que sí. Pero no tapan la mugre. No tapan treinta y cinco años de abandono.

Montevideo necesita un cambio de verdad. Un cambio que empiece por respetar a sus propios ciudadanos. Porque una ciudad sucia no es un problema de estética: es un problema de dignidad, de salud pública, de autoestima colectiva.

El 2025 puede ser el año en que digamos basta.

Basta de resignación.

Basta de dejarse tomar el pelo.

Basta de gobernantes que no gobiernan, de promesas que no se cumplen, de discursos que no resuelven nada.

Es hora de abrir los ojos.

Es hora de votar por quien de verdad quiera y pueda cambiar Montevideo.

No con palabras.

Con hechos.

Con limpieza.

Con respeto.

Con trabajo.

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