El impulso reformista: avances y retrocesos del modelo urbano-industrial batllista en Uruguay (1900-1930)
Miguel Lagrotta
Este trabajo tuvo como disparador la investigación realizada por José Rilla, que puso su objetivo de trabajo en la política impositiva del batllismo. En ese trabajo (La mala cara del Reformismo, Arca 1992) sostenía que la política tributaria del batllismo tenía la intención de “transformar el viejo país ganadero en un país agricultor e industrial, siendo el impuesto la herramienta que alentara o deprimiera esas actividades. Así caería un mayor peso sobre el estanciero latifundista que practicaba la economía extensiva pero exoneraría de contribución a industriales y agricultores (…) la industria fue entonces fomentada desde el gobierno…)
El impulso reformista: avances y retrocesos del modelo urbano-industrial batllista en Uruguay (1900-1930)
A principios del siglo XX, Uruguay experimentó una transformación sin precedentes bajo el liderazgo de José Batlle y Ordóñez y el impulso del “modelo urbano-industrial batllista. Este proyecto reformista buscó modernizar el país, alejándolo del tradicionalismo agroexportador para construir un Estado socialmente más justo, económicamente diversificado y políticamente estable. Sin embargo, su implementación no estuvo exenta de tensiones, logros efímeros y resistencias que marcaron sus límites.
Avances: La construcción del “País Modelo”
El batllismo (en sus dos presidencias, 1903-1907 y 1911-1915, y su influencia posterior) impulsó reformas que sentaron las bases del “Estado de bienestar uruguayo:
Industrialización y proteccionismo: Se fomentó la industria nacional con aranceles y créditos estatales (ej: frigoríficos, textiles), reduciendo la dependencia de las exportaciones de carne y lana.
Derechos laborales: La jornada de 8 horas (1915), indemnizaciones por despido, y la creación de pensiones obreras (1919) buscaron mejorar las condiciones de la clase trabajadora urbana.
Laicización y educación: La separación Iglesia-Estado (1917), la educación gratuita y obligatoria, y la fundación de la Universidad de Mujeres (1913) reflejaron un ideal progresista.
Estatismo económico: Monopolios estatales (ANCAP en 1931, aunque tardío) y empresas públicas (UTE en 1912) consolidaron un Estado interventor.
Estas medidas posicionaron a Uruguay como un «modelo» en América Latina, atrayendo inmigrantes y elogiado por su estabilidad política y avances sociales.
Retrocesos y límites del proyecto
Pese a su ambición, el modelo enfrentó obstáculos estructurales y contradicciones:
Dependencia agroexportadora: La industria nunca superó el peso del sector primario. La crisis de 1929 expuso la fragilidad de una economía aún atada a la demanda externa.
Resistencias políticas: Los sectores conservadores (ruralistas, blancos nucleados en el “Herrerismo y la oligarquía veían el batllismo como una amenaza a sus privilegios. La reforma constitucional de 1917 (con el “colegiado” a medias) fue un compromiso forzado, no una victoria plena.
Exclusión rural: Las mejoras sociales se concentraron en Montevideo y ciudades, marginando al peonaje rural y a los pequeños productores.
Crisis de los años 20: La posguerra mundial a partir de 1918 y la caída de precios internacionales debilitaron el impulso industrial, llevando a ajustes y descontento.
Balance: ¿Revolución inconclusa?
El batllismo fue un proyecto reformista, no revolucionario. Modernizó el país, pero sin alterar del todo las estructuras de poder tradicionales. Su mayor legado fue la idea de un Estado activo en lo social y económico, aunque su dependencia del contexto internacional y las resistencias internas limitaron su alcance.
Hoy, ante debates sobre industrialización, desigualdad y rol del Estado, revisitar el batllismo invita a reflexionar: ¿Cuánto de aquel impulso sobrevive? ¿Es posible retomar su espíritu reformista sin repetir sus contradicciones?
Como material para el debate existen posturas de historiadores con visiones contundentes:
José Pedro Barrán y Benjamín Nahum en (“Historia rural del Uruguay moderno”, “Batlle, los estancieros y el Imperio Británico):
– «El batllismo fue un reformismo atrapado entre su ideal igualitario y la necesidad de no ahuyentar al capital extranjero que financiaba el país.»
– «La industrialización batllista fue más un discurso que una realidad: en 1930, Uruguay seguía siendo un país agroexportador con fábricas subsidiadas.»
Real de Azúa (“El impulso y su freno”):
– «Batlle creyó en la racionalidad del Estado como árbitro de los conflictos, pero subestimó la fuerza de la oligarquía terrateniente y el peso de la coyuntura internacional.»
– «El colegiado de 1917 no fue una derrota, pero sí una concesión al Uruguay tradicional.»
Milton Vanger (“The Model Country: José Batlle y Ordóñez of Uruguay):
– «Batlle combinó el liberalismo económico con un paternalismo estatal único en América Latina, pero su proyecto dependía de que el mundo comprara lana y carne.»
Carlos Zubillaga (“Reformismo y Estado en el Uruguay del siglo XX”):
– «Las leyes sociales batllistas no buscaban destruir el capitalismo, sino humanizarlo para evitar revoluciones.»
Julio María Sanguinetti (“La era progresista”):
-«El batllismo no fue socialismo, sino un liberalismo avanzado que entendió que sin justicia social no hay estabilidad.» (Desde una visión más política que académica).
El aparato estatal batllista y John Stuart Mill: ¿Un liberalismo social?
El batllismo expandió el rol del Estado en la economía y la redistribución, pero sin romper con el marco capitalista, alineándose con las ideas de John Stuart Mill en “Principios de economía política” (1848). Mill defendía:
– Intervención estatal para corregir desigualdades: Como las leyes laborales batllistas (8 horas, pensiones), que buscaban equilibrar poder entre capital y trabajo.
– Impuestos progresivos: El batllismo gravó a la oligarquía (aunque sin tocar seriamente la propiedad latifundista), en línea con el principio de Stuart Mill de que «el Estado debe mitigar la desigualdad de fortunas».
– Educación pública: Ambos veían en la educación laica y gratuita (como la reforma de José Pedro Varela) un motor de movilidad social. Sin embargo, a diferencia de Mill —que confiaba en la libre competencia—, el batllismo optó por monopolios estatales (ej: UTE), mostrando un pragmatismo más cercano al socialismo moderado.
La cuestión de la tierra y Henry George: ¿Un impuesto único contra el latifundio?
El batllismo evitó una reforma agraria radical, pero su crítica al latifundio improductivo resonó con las tesis de Henry George (Progreso y miseria, 1879), quien proponía:
– Un impuesto único sobre la renta de la tierra: Para desincentivar la especulación y financiar políticas sociales. El batllismo aplicó impuestos a la tierra (Ley de Contribución Inmobiliaria Rural, 1920), pero sin llegar al modelo georgista.
– La tierra como bien común: George denunciaba que la concentración de tierras generaba desigualdad, algo que Batlle reconoció al decir: «El latifundio es el cáncer de América», aunque no encontró los mecanismos para erradicarlo. Aquí hubo una contradicción: mientras George veía en la tierra la raíz de la desigualdad, el batllismo priorizó reformas urbanas e industriales, dejando intacto el poder de los estancieros (como señala Barrán).
Conclusión: Un reformismo ecléctico
El batllismo bebió de fuentes liberales (Mill) y radicales (George), pero moderadas por la realidad política uruguaya. Su Estado redistribuidor fue “más audaz que el liberalismo clásico, pero menos revolucionario que el georgismo”. Esta síntesis explica tanto sus avances como sus límites: modernizó Uruguay, pero sin alterar su estructura de poder profunda.
¿Fue entonces Batlle un » Stuart Mill con corbata roja»? O, como diría Real de Azúa, un pragmático que usó ideas foráneas para domesticar, no para destruir, el viejo orden.
Henry George y su influencia en el debate agrario del batllismo
George proponía una crítica radical al capitalismo del siglo XIX, centrada en tres pilares:
La tierra como monopolio natural:
– Argumentaba que, a diferencia del capital o el trabajo, la tierra no es producto del esfuerzo humano, sino un recurso finito. Su acaparamiento por terratenientes (especuladores o rentistas) generaba desigualdad estructural. «El latifundista se enriquece sin trabajar, mientras el peón paga por el derecho a existir sobre la tierra.»
El «impuesto único» sobre la renta de la tierra:
– George proponía eliminar todos los impuestos (a salarios, comercio, etc.) y reemplazarlos por un **gravamen progresivo sobre el valor del suelo no mejorado, es decir, sobre la renta que los terratenientes obtenían sin invertir.
– Esto, según él, desalentaría la especulación, liberaría tierras improductivas y financiaría servicios públicos.
Rechazo a la propiedad absoluta del suelo:
– No defendía la estatización total (como el marxismo), pero sí que la sociedad recuperara la plusvalía generada por el crecimiento urbano e industrial (similar a las actuales teorías de valorización del suelo).
¿Influyó George en el batllismo?
Aunque no hay evidencia de que Batlle y Ordóñez leyera directamente a George, sus ideas circularon en América Latina a través de:
– El georgismo en Argentina: Figuras como el socialista Alfredo Palacios y el radicalismo progresista discutieron su modelo.
– El Single Tax Movement (Movimiento del Impuesto Único), que tuvo adeptos en Uruguay, especialmente entre críticos del latifundio.
Puntos de contacto con el batllismo
Impuestos a la tierra:
– La Ley de Contribución Inmobiliaria Rural (1920) gravó las tierras improductivas, algo alineado con el georgismo, aunque con tasas mucho más bajas.
– Pero a diferencia de George, Batlle no toca la propiedad en sí, solo la renta.
Discurso antilatifundista:
– Batlle denunció el latifundio como «un obstáculo para el progreso» y promovió colonias agrícolas (ej: Ley de Hogares, 1912), pero sin redistribución masiva.
– George hubiera exigido expropiaciones o impuestos confiscatorios; el batllismo optó por medidas paliativas.
Urbanismo y plusvalía:
– El Estado batllista intervino en el mercado de tierras urbanas (ej: expropiaciones para viviendas obreras), algo coherente con la idea georgista de que «el suelo urbano debe servir al interés común».
¿Por qué el batllismo no adoptó el georgismo pleno?
Se enfrentó a:
Resistencia de la oligarquía: Los estancieros (incluyendo a muchos colorados) bloquearon reformas agrarias profundas.
Prioridad industrial: Batlle centró sus energías en leyes laborales y sustitución de importaciones, no en el campo.
Influencia liberal moderada: El batllismo fue más cercano a un liberalismo social (como el propuesto por Stuart Mill) que al radicalismo georgista.
Como dijo el economista Eduardo Acevedo en 1910: «Henry George tiene razón en el diagnóstico, pero Uruguay no está listo para su remedio». Un siglo después, la tensión entre propiedad privada y bien común sigue abierta.
Conclusiones desde la Ciencia Política.
Para Adolfo Garcé «Henry George y América Latina: recepción y debates en el Río de la Plata (1880-1914)» (2010).
Sobre la influencia de George en el batllismo:
*»Las ideas de George llegaron a Uruguay de la mano de reformistas y socialistas que veían en el ‘impuesto único’ una vía para democratizar el acceso a la tierra sin caer en el colectivismo marxista. Sin embargo, el batllismo las adoptó de forma fragmentaria, evitando su radicalismo antioligárquico».
Sobre la contradicción batllista:
«Batlle y Ordóñez citó la concentración de tierras como un problema, pero sus reformas tributarias (como la Contribución Inmobiliaria Rural) fueron tímidas frente al modelo georgista. El poder político de los estancieros y la prioridad industrial lo frenaron».
Para Lucía Sala de Touron
«El problema de la tierra en el batllismo: entre el reformismo y la revolución» (en *Uruguay: reformismo y Estado, 1985).
Sobre la crítica georgista al latifundio:
«Henry George hubiera visto en el Uruguay batllista un caso paradigmático de su teoría: un país donde la tierra, en manos de pocos, frenaba el desarrollo. Pero las leyes de colonización y el impuesto rural batllistas fueron paliativos, no la cirugía mayor que proponía el georgismo».
Sobre la ausencia de reforma agraria:
«El batllismo prefirió negociar con los terratenientes antes que expropiarlos. La Ley de Hogares (1912) y las colonias agrícolas fueron gestos simbólicos, no un ataque al corazón del latifundio».
Ver: Delio, L.M Nuevo enfoque sobre los orígenes intelectuales del batllismo. FCU, Montevideo, 2007 Frega, A; y otros. Historia del Uruguay en siglo XX, EBO, Montevideo 2007.