A llorar al cuartito
Ricardo Acosta
Las elecciones presidenciales dejaron al país dividido en dos mitades claras. El Frente Amplio consolidó su victoria en Montevideo, Canelones, Salto, Paysandú y San José, mientras que los otros 14 departamentos respaldaron a la Coalición Republicana. La fórmula ganadora logro un 49,8%, mientras queñ Álvaro Delgado y Valeria Ripoll, con un 45,6%. Los votos en blanco y anulados, que superaron los 100.000, resultaron determinantes en este ajustado desenlace.
Más de 100.000 ciudadanos eligieron votar en blanco o anular su voto en estas elecciones. Este dato, que puede parecer menor frente a las cifras generales, transmite un mensaje claro: hay una porción importante del electorado que no se sintió representada por ninguna de las opciones disponibles. Estos votos no son solo números; son una forma de expresión que debería ser escuchada. Representan desencanto, desafección o incluso protesta ante una realidad política que no logra abarcar todas las sensibilidades.
El rol de Valeria Ripoll en esta campaña merece un análisis especial. Es indiscutible que Ripoll es una mujer con una voz firme y gran carácter, alguien que puede aportar mucho a la política partidaria en el futuro. Sin embargo, su designación como compañera de fórmula de Delgado no fue acertada. No porque le falten cualidades, sino porque no estaba preparada para una responsabilidad de esa magnitud. Ripoll necesitaba tiempo, apoyo y espacio para desarrollarse políticamente, quizás desde el Parlamento, donde habría podido ganar experiencia en “primera división” antes de asumir un desafío de esta naturaleza.
La estrategia de Delgado al apostar por una figura que buscaba atraer al centro fue equivocada. No logró sumar votos adicionales, y su insistencia en plantearse como una figura moderada, incluso proponiendo incluir a líderes de izquierda en su gabinete, fue percibida como una contradicción por muchos de sus votantes. A esto se suma el papel del Partido Colorado, que acompañó con lo que pudo, pero quedó relegado a un rol secundario dentro de la Coalición.
Por otro lado, el Frente Amplio supo aprovechar esta falta de cohesión. Con una estrategia basada en evitar debates y reducir los riesgos de exposición, Orsi apostó por consolidar su base y evitar conflictos innecesarios. Aunque esta táctica fue criticada, demostró ser efectiva en un escenario tan polarizado.
Como dice el viejo adagio latino: «Alea jacta est… vox populi, vox Dei» («La suerte está echada… la voz del pueblo es la voz de Dios»). Este resultado refleja no solo la decisión del electorado, sino también las lecciones que deben aprenderse. Es momento de que la Coalición Republicana analice sus errores, escuche a su militancia y fortalezca su propuesta de cara al futuro.
El desafío no es menor: reconstruir la confianza, asumir el liderazgo con responsabilidad y demostrar que hay una alternativa clara y sólida para el país. La historia del Partido Colorado y del batllismo nos recuerda que los grandes momentos nacen de las grandes crisis. Lo importante, siempre, es aprender de cada elección y trabajar para construir un país donde más personas se sientan escuchadas y representadas.