Política nacional

Ya no es más FAPIT: es PIT a secas

Fátima Barrutta

Lo del título no lo digo yo: lo admitió el viernes un dirigente del Pit-Cnt, Gustavo González, en el programa “Todas las voces” de Canal 4. 

Palabras más, palabras menos, el veterano líder de FUCVAM demostró que la iniciativa plebiscitaria del Pit-Cnt termina de desalinear a la central sindical del Frente Amplio, porque es bien sabido que casi todos los expertos de la coalición opositora (Mario Bergara, Pablo Ferreri, Martín Vallcorba, Gabriel Oddone) coinciden en que el plebiscito es un disparate mayúsculo y compromete la estabilidad económica del país.

No es casual que incluso la precandidata que apoyó con su firma, Carolina Cosse, ahora esté diciendo cautelosamente que esperará a que la Corte valide el recurso para anunciar si votará a favor.

Es un poco el dicho popular de “recular en chancletas”: Cosse se subió a la ola del Pit pensando que no llegarían a las firmas, pero ahora ve con preocupación que está aspirando a la presidencia de un país que puede derrumbar con este lío su fortaleza institucional.

Queda bien claro lo que dice Gustavo González: el Pit-Cnt le ganó la cuereada al Frente Amplio y, con base en el poderío de su militancia y lo demagógico de la iniciativa, puso en agenda un desafío a las reglas de juego que el mismo FA había mantenido y fortalecido durante sus quince años de gobierno.

Es en ese contexto en que debe interpretarse el contenido del discurso de Marcelo Abdala del último acto del primero de mayo: la celebración alborozada de un avance contra la economía de mercado y el liberalismo, en pos de una utopía colectivista que está íntimamente ligada a los postulados del marxismo-leninismo clásico.

En su discurso, Abdala reivindicó la “emancipación plena” de los trabajadores y la lucha por “una sociedad sin explotados ni explotadores”. 

Por más que al final citara frases descontextualizadas de José Batlle y Ordóñez, Wilson Ferreira Aldunate y Tabaré Vázquez, lo cierto es que su discurso abundó en mensajes por “la construcción de un camino de profundización de la democracia”, eufemismo que vienen usando los comunistas desde el siglo pasado para poner en cuestión el sistema democrático en sí mismo.

Son los que dicen que Cuba y Venezuela son “democracias diferentes”, y los que en el pasado criticaban las “libertades formales” de un sistema democrático que ayudaron a derribar en 1973.

Con esa peculiar lógica, Abdala reprochó al gobierno que “se ha deteriorado el poder de compra de los salarios”, lo que es definitivamente falso: el salario real no solo está mejor que en 2019, sino que registra un récord que no se daba desde hace 50 años.

Admite (a su pesar) que crecieron las fuentes de trabajo pero advierte que “nos preocupan mucho algunos fenómenos de la calidad de ese empleo generado”.

Otra mentira: durante este gobierno, a pesar de varias crisis como la pandemia, la sequía y la diferencia cambiara desventajosa con Argentina, la informalidad laboral descendió varios puntos y se da un récord histórico en la cantidad de trabajadores afiliados al BPS.

Pidió “no vilipendiar más ni estigmatizar a nuestras empresas públicas”, como si el gobierno lo hubiera hecho: al contrario, las empresas públicas están más saludables que nunca y no se aventuraron con inversiones ruinosas como las de Sendic en ANCAP y Cosse en ANTEL.

En lo que respecta a la propuesta plebiscitaria contra el sistema de seguridad social, negó que se trate de una confiscación de ahorros de los trabajadores que hasta ahora confiaron en las AFAP. Como si no hubiéramos visto ya esa película trágica en lo que pasó en Argentina, cuando Cristina Fernández de Kirchner confiscó los ahorros de las AFJP y no solo se patinó toda la plata allí depositada, sino que condenó a su país a juicios reparatorios de empresas internacionales que debe pagar el nuevo gobierno.

En el disparatario de Abdala, hubo también lugar para proponer “por qué no quedarse con una parte de las remesas de las transnacionales al exterior”, y una condena explícita al “genocidio del Estado de Israel, conducido por la extrema derecha en convivencia con el imperialismo norteamericano”, sin la menor mención a la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre.

Lo preocupante es lo que decíamos al principio: ya ni siquiera se puede hablar de FAPIT, porque la central sindical, dominada por el Partido Comunista, empuja a la radicalización incluso a los sectores moderados del Frente Amplio.

Marcan la agenda del país con propuestas disparatadas y colocan en el centro del debate soluciones mágicas que habían sido descartadas incluso por ellos mismos.

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