Argentina, octubre incierto
Daniel Manduré
Cuando se juntan el hambre y las ganas de comer.
Lo que puede ocurrir en octubre en Argentina es una verdadera incógnita. Seguramente ni los más avezados analistas lograrán vaticinar que puede llegar a pasar. Partimos de la base y en eso creo que todos vamos a poder coincidir, que es la profunda crisis en la que se encuentran nuestros vecinos. Crisis política, económica, institucional, social y de valores. Sumado al alto grado de corrupción. Todo lo que lleva a una gran crisis de credibilidad.
Argentina es un gran país, lo tiene todo, con los más variados recursos para ser una nación próspera, pero, salvo excepciones, con los peores gobiernos. Los que la han llevado a tener una pobreza que ya supera el 42 o 43%, una pobreza extrema de más del 11%, una economía a punto de estallar, una moneda que cae en picada, con un peso argentino que está entre las monedas más devaluadas del mundo.
En ese contexto se dieron las elecciones en Argentina cuya primera lectura deja algunas cosas en claro: la irrupción de un outsider como Milei, que inesperadamente o tal vez no tanto, fue la fuerza más votada. Un Milei, del que nadie niega su inteligencia pero que, con posturas ortodoxas, de derecha extrema, en algún punto hasta surrealista, supo, parado en el populismo, leer lo que la gente quería escuchar. Muchas de sus propuestas eran música para el oído de una ciudadanía desesperada, aunque esas propuestas en la realidad y desde la razón, sean difícil de aplicar o en algún caso irrealizables. Un Milei que verborràgico, polémico y confrontativo supo salir a pescar votos en ese mar de desesperanza, desilusión, hartazgo y descreimiento en la que se encuentra sumergida la Argentina. Leía una nota de prensa de un analista de la vecina orilla que decía: “Milei larga ideas como granadas, espera que estallen y luego pesca votos de entre los cadáveres”. Coincido con esa frase. Desde ese aspecto le fue bien, logró su cometido, para la sorpresa de muchos.
Estas elecciones también dejaron una histórica baja asistencia a las urnas, de apenas un 69% a pesar de la obligatoriedad del acto eleccionario y lo que demuestra la falta de interés y disconformidad del ciudadano que no lo encontró con la motivación necesaria para expresarse. Seguramente producto de ese voto bronca del que tanto se habla y que también terminó favoreciendo a opciones como la de Milei.
Pero esta elección termina siendo ese tiro de gracia al kirchnerismo, aunque sin ser contradictorio, en la Argentina nunca se sabe. Un peronismo que a través del kirchnerismo ha sumergido en el caos a ese país en las últimas cuatro décadas. Gran derrota de esa fuerza política que esperaba superar el 30% y estar entre las dos primeras pero que con Massa terminó como tercera. Una derrota por donde se la mire, perdió Santa Cruz, feudo de los Kirchner, después de 32 años de absoluta hegemonía y terminaron derrotados. También perdieron en Tigre donde Massa a través de la candidatura de Malena Galmarini, su esposa, pensaba quedarse con esa cuota de poder, pero perdió por amplio margen. La gente está hastiada de la soberbia del poder.
En parte perdió también “Juntos por el Cambio”, que con una mala campaña confiaron en una clara victoria, como se dice vulgarmente “se durmieron en los laureles” pensando que “ya estaba todo el pescado vendido” que ganaban con facilidad, entreteniéndose más en rencillas internas, peleándose entre ellos, más que concentrarse en lo que verdaderamente importaba. No fue buena la campaña de Bullrich, la de Rodríguez Larreta con más dinero volcado en publicidad, fue aún peor.
Un país dividido en tercios, con un final impredecible.
Un peronismo que ha sido nefasto para el hermano país, al que Uruguay se vio enfrentado en varias oportunidades, una histórica, entre el autoritario Perón y Luis Batlle Berres. Ya en esa época, 1946, el todavía diputado Batlle advertía que Perón y el peronismo eran un problema para la Argentina y para toda América, como amigo de los fascistas y de los nazis, admirador de Mussolini y cercano a Franco. Las amenazas de Perón en 1955, ya con Batlle como presidente, de bombardear radio Carve si se continuaba hablando en su contra, era una clara muestra de ese autoritarismo que aún hoy sufre en carne propia el país de la vecina orilla.
O como en tiempos más recientes ya con esta nueva versión kirchnerista del peronismo que como el camaleón y de acuerdo a la ocasión, sabe cambiar de color parándose de acuerdo a los intereses en la derecha o en la izquierda, y que supo perjudicar a Uruguay cortando puentes y con políticas arancelarias y fiscales que incidían negativamente en nuestra economía.
¿Cuáles son las propuestas de Milei?
Habla de eliminar el Banco Central, de una reforma monetaria y de la dolarización. Reducción de un 90% de tributos que entorpecen la economía y de reducir en un 15% el gasto público. Odia el estado, casi al punto de pretender extinguirlo y cuya función solo se reduzca a la seguridad y la justicia. Pretende derogar derechos adquiridos como la ley de aborto y su vicepresidenta se ha expresado contraria al matrimonio igualitario. Habla de terminar con la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza y de ir hacia la privatización de la salud, terminando con la salud pública. De 18 ministerios se quedará con 7 más uno nuevo que piensa crear.
¿Son esas propuestas la solución? ¿son realizables? ¿O será como ocurre con el populismo, producto de la demagogia? ¿Cómo logrará la gobernabilidad? ¿Cómo con esas posturas extremistas conseguirá el apoyo parlamentario? ¿Le pedirá apoyo a esa “casta de políticos corruptos, chorros y mafiosos” que genéricamente y sin distinción alguna menciona una y otra vez? ¿A qué gobernador le va a pedir apoyo cuando ninguno pertenece a su fuerza política? Habla de hacer un plebiscito si el parlamento no lo acompaña ¿Plebiscitará cada una de las medidas que piensa impulsar?
Milei parte de bases ciertas, porque decir que hay que terminar con la corrupción enquistada en el poder todos van a coincidir, hablar de reordenar el estado y disminuir el gasto público, con una revisión de los planes sociales también, combatir la pobreza, mejorar la economía o ir a la búsqueda de una justicia transparente y verdaderamente justa y no que cobije a los amigos y persiga a los que se suponen enemigos también.
El tema es si con las propuestas de Milei se podrá lograr una mejor Argentina. La verdad lo dudo mucho. A veces las muy altas expectativas en propuestas sin bases firmes pueden llevar a una muy alta desilusión y esa desilusión puede llevar a un terreno aún más peligroso. Milei no come vidrio, después de transformarse en ganador comenzó con discursos más moderados. Pero no sé si será suficiente.
El populismo no es la receta, ni la del camaleónico peronismo que tiene al país casi fundido ni la que proponen los outsider como Milei. Es como juntarse el hambre y las ganas de comer.
Macri en su momento y más allá de haber heredado un país hecho pedazos tampoco logró cumplir con sus promesas. No fue ni por asomo lo que se esperaba. Lo que pueda hacer Bullrich es toda una gran incógnita.
En parte cuando esto sucede en un país todos tienen su grado de culpabilidad, la dirigencia política gobernante, pero también los dirigentes políticos opositores que no han sabido presentar alternativas atractivas como potables.
Muy difícil la situación que deberán dilucidar los argentinos en octubre.
Ojalá pueda en algún momento volver a ser ese país próspero, a la que muchos llamaban “el granero del mundo”, porque de su suerte también va a depender en parte, la suerte de nosotros, los uruguayos.