Historia

Breve historia de la dictadura

Jorge Nelson Chagas

A fines de junio de 1973 el enviado especial del diario argentino La Nación, Gustavo Landivar, entrevistó al presidente de facto Juan María Bordaberry.  El reportaje fue reproducido por El Diario en su edición del 1 de julio. En el mismo sostuvo que su gobierno no era antiobrero ni antisindical, sino que  pretendía “liberar a los sindicatos de la dictadura que sobre ellos ejerce el comunismo. Particularmente, la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), es una expresión política del comunismo y no gremial. A un sindicalismo auténticamente uruguayo el gobierno lo va a apoyar y lo va a alentar en todas formas”.

El día 7 de julio   El Diario publicó nuevas declaraciones de Bordaberry sobre el tema: “Queremos un sindicalismo libre, fuerte y auténticamente uruguayo, consustanciado con los grandes objetivos nacionales y no sometido a la acción política organizada para utilizarlo con fines ajenos a los verdaderos reclamos y necesidades de los trabajadores” 

Parece muy plausible que, tras el levantamiento de la Huelga General, el gobierno apostara a la creación de un nuevo tipo de sindicalismo.  Más allá de las palabras era una realidad que  Bordaberry había firmado el 4 de julio el decreto 518/973 que permitía el despido sin indemnización de los huelguistas, provocando estragos en filas obreras. Pero lo cierto es que el gobierno deseaba reglamentar los sindicatos como un primer paso para la creación de una central obrera más amigable.  En su edición del 13 de julio El Día informó que el gobierno se aprestaba a promover un “sindicalismo libre, fuerte y uruguayo”, sobre “bases democráticas, mediante la elección de sus autoridades por el ejercicio del voto secreto y obligatorio”.

El  mismo día 13 la Cámara Nacional de Comercio emitió un comunicado público. En uno de sus párrafos en el cual expresó que apoyaban  “la sanción de una Reglamentación Sindical que rige en todos los países democráticos y cuya necesidad  ha quedado plenamente reiterada ante la reciente actitud de dirigentes de la clase trabajadora que impuso al Gobierno la adopción de enérgicas medidas para evitar la paralización del país y en defensa de la libertad de trabajo”.

En el período que va de junio de 1973 a mayo de 1974 hubo al menos tres intentos de crear un sindicalismo de signo diferente al que existía. El primero, de carácter oficial, tuvo como protagonista al coronel doctor Néstor Bolentini, ministro del Interior. Locuaz,  de trato campechano con la prensa, algo lejano al formalismo castrense y en apariencia, accesible al común de la gente, Bolentini tuvo varias entrevistas con los sindicalistas, aunque siempre rechazó a la CNT (que había sido ilegalizada el 30 de junio). El 24 de julio de 1973, en horas de la mañana, se realizó una reunión en la Sala Verdi entre sindicalistas, el ministro Bolentini, el ministro de Economía Moises Cohen y el ministro de Trabajo, Marcial Bugallo, para tratar el tema de la Reglamentación Sindical. Salvo FUNSA, la Federación de la Carne y la Asociación de Funcionarios del Frigorífico Nacional – que se hicieron presentes para manifestar el rechazo a la reglamentación y reclamar por los bajos salarios y la libre actividad sindical – los sindicatos vinculados a la CNT no fueron invitados a esa reunión.

El gobierno partía de un equívoco: la idea que los trabajadores eran manipulados por el Partido Comunista. En realidad, lo que sucedía era que los trabajadores apoyaban sinceramente a los dirigentes comunistas porque estos no sólo eran excelentes negociadores que lograban conquistas efectivas sino que su conducta tanto laboral como personal era impecable.  Los trabajadores seguían siendo, en aquella época, mayoritariamente colorados y blancos, y cuando ingresaban al cuarto oscuro en las elecciones nacionales hacían uso de su libertad. Pero, en el ámbito laboral, su razonamiento partía de otras premisas. Confiaban totalmente en los dirigentes sindicales comunistas porque eran altamente eficaces en su función, más allá que no compartieran su ideología.  Esto explica porque, al producirse la reafiliación sindical en julio-setiembre de 1973 respaldaran sin titubeos a sus antiguos dirigentes. Algo que desconcertó a la dictadura y la obligó a archivar la Reglamentación Sindical. La CNT – aún clandestina – seguía vigente.

El otro intento de crear un sindicalismo diferente partió de las conversaciones mantenidas por el general Hugo Chiappe Posse, Comandante en Jefe del Ejército, con el sindicato de FUNSA. Chippe Posse tenía su propio proyecto político personal que incluía ocupar la Presidencia de la República, manteniendo el control del Ejército y con apoyo de sindicatos no comunistas. De este episodio solamente hay testimonios orales. Y aquí hubo otro equívoco: es correcto que el sindicato de FUNSA – dirigido por anarquistas-  se oponía a la estrategia comunista en la CNT. pero no estaba dispuesto a romper la unidad obrera y mucho menos crear una central aparte. 

Este proyecto,  que implicaba una alianza entre la clase obrera y los militares al estilo peronista, abortó en mayo de 1974 cuando Chiappe Posse  no logró el respaldo de sus camaradas de armas para encaramarse en el poder desplazando a Bordaberry.

El tercer intento tuvo su origen en las páginas del semanario Nuevo Amanecer, órgano oficial de la organización de derecha Juventud Uruguaya de Pie (JUP).  El 6 de abril de 1973, con el respaldo de la JUP, se fundó la Unión Gremial Nacional de Trabajadores integrada por la Asociación de Funcionarios de UTE (AFUTE); la Unión de Motoristas, Obreros, Técnicos y Administrativos Portuarios (UMOTAP); la Asociación de Funcionarios Postales del Interior; el Centro de Tripulantes de la Marina Mercante Nacional; la Unión de Patrones de Tráfico, Cabotaje y Pesca; el Centro de Maquinistas Navales; la Sección de Radiotelegrafistas de la Marina Mercante y la Asociación de Tripulantes de Hidrografía (Unión Centros de Marinos).  En la declaración constitutiva la Unión, manifestaron su repudio a todo tipo de injerencia extranjera en el campo gremial, “en cuanto tienda a manejarnos o sojuzgarnos a través de la misma, en particular la injerencia comunista en los gremios del país por apátrida, dictatorial y extranjerizante, porque tiende a cercenar las libertades individuales y colectivas e implantar en nuestro medio la sangrienta tiranía roja que forma el mayor imperialismo conocido hasta la fecha”

A partir de ese día todas las columnas de opinión  de La Unión en Nuevo Amanecer  aparecen firmadas por Jorge A. Leoncino, un empleado de la UTE  vinculado a Radio Rural, a donde asistía habitualmente en compañía de su amigo  Floreal Bentancourt, presidente de la Liga Oriental Anticomunista. Esta central inauguró su sede el 19 de julio de 1973,   en la calle Sarandí 270 esquina Colón. De todos modos, el proyecto gremial de la Unión se extinguió antes de la autodisolución de la JUP, sin poder afianzar una estructura organizativa.

Por otro lado, el movimiento estudiantil, aliado estratégico de la CNT- un delegado de la FEUU participaba en la Mesa Representativa de la central con voz pero sin voto – , también estaba en 1973 bajo el asedio represivo. La dictadura toleró la realización de las elecciones universitarias, con voto secreto y obligatorio, esperanzada en que la Federación de Estudiantes Universitarios  (FEUU) fuera derrotada.  Resulta muy interesante la lectura de la llamada “prensa grande” de la época porque compartía estas expectativas del régimen. Pero en los comicios realizados el 12 de setiembre la FEUU triunfó en las diez facultades.

Este resultado aceleró los planes de usar una vía más expeditiva para someter a la Universidad.  El 27 de octubre el estudiante de ingeniería mecánica, Marcos Caridad Jordán -militante de los Grupos de Acción Unificadora (GAU)- murió al explotar una bomba que supuestamente manipulaba en el centro de estudios. Ese mismo día las Fuerzas Conjuntas  ocuparon todas las facultades y el edificio central. Al día siguiente, se promulgó el decreto 921/973 que intervino la Universidad,  ordenando la detención y el sometimiento a la justicia militar del rector y de todos los decanos y miembros del Consejo Directivo Central.

La ilusión de expurgar al movimiento sindical y estudiantil de los comunistas por medio del voto había fracasado.

Y esto tendría consecuencias.

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