Historia

Presidencia de Jorge Batlle

Adrián Báez

Estimados lectores. Hoy concluimos con la visión que los presidentes colorados pos dictadura y pre gobiernos de izquierda, han manifestado respecto a sus administraciones.

El compartir con ustedes estas síntesis, responde a la intención de que, se pueda realizar una minuciosa comparación de los gobiernos nacionales de la izquierda, con los llevados adelante por los Presidentes Sanguinetti y Batlle, con una fuerte y consistente esencia Batllista. El por qué o para qué, lo dejamos al fuero íntimo de cada uno, en el entendido que todos somos capaces de evaluar circunstancias, coyunturas y los consecuentes resultados que surgen de las mismas, y que se ven plasmados, en la mayoría de los casos, en obras, soluciones, y legados para el porvenir.

En esta oportunidad, ofrecemos la opinión que el Dr. Jorge Batlle tuvo de su mandato.

“El gobierno que tuve el honor de presidir se fundó en una profunda fe en la función creadora de la libertad y una absoluta convicción de que la democracia se funda en la persona y a ella se destina. Fue ejercido con sentimiento ético-político: la ética de la libertad y del esfuerzo. Fue desde esa filosofía que quisimos resolver desde el inicio la cuestión de los desaparecidos, buscando la paz como estado del alma. Y fue con esa filosofía que sacamos al país de la crisis.

No nos entregamos a la demagogia ni al mito. No hicimos de la libertad una bandera sino una costumbre. Obedecimos al sentimiento ético que generó la comunidad nacional mucho antes de que fuéramos independientes. La institucionalidad fue mantenida con firmeza pero sin crispación. Entregamos el país en paz y en libertad, con la caja en orden y sin necesidad de ajustes fiscales.

La crisis bancaria y el corralito argentino nos golpearon como un tsunami. Perdimos el 50% de los depósitos. No podré olvidar jamás el día en que el representante de uno de los bancos extranjeros propietarios del Comercial me notificó que no cumplirían con sus obligaciones. Le expresé que su conducta merecía que el gobierno hiciera lo posible por mandarlo preso. Iniciamos los juicios correspondientes.

Acudimos al Fondo Monetario, pero su representante, el señor Aninat, dijo que no teníamos otro camino que declarar la quiebra. Nuestra delegación en Estados Unidos me comunicó que no había nada que hacer allí. Le indiqué al embajador Hugo Fernández Faingold que se dirigiera al secretario del Tesoro y le hiciera saber que, de no resolverse, la crisis arrastraría a las instituciones.

Esa misma noche, el embajador me comunicó que el presidente Bush había dado la orden de ayudar a Uruguay con un fuerte crédito puente. Nadie intervino en esa oportunidad, directa ni indirectamente, ante el presidente de Estados Unidos. Yo no hablé con él. Fue una decisión personal que el Uruguay siempre tendrá que agradecer.

Devolvimos el crédito de 1.500 millones de dólares en cuatro días. Cinco meses después, el país pudo colocar títulos en pesos uruguayos. En marzo de 2003 solo hubo una voz discordante: el líder del Frente Amplio, doctor Tabaré Vázquez, aconsejó la quiebra. Por suerte para el Uruguay y para él, no seguimos su consejo.

Durante el período de gobierno también nos golpeó la aftosa. El primer embate llegó el 24 de abril de 2001. Poco antes de entrar a la Casa Blanca recibí una llamada diciéndome que el mal había llegado a Artigas. De inmediato comunicamos al mundo lo sucedido. Informamos a todos los destinatarios de las carnes uruguayas. Dijimos la verdad. Esa fue nuestra salvación.

El segundo embate vino desde Argentina. A pesar de nuestros reclamos, el gobierno vecino negaba desde hacía un año que existiera la enfermedad. Cuando finalmente estalló, la aftosa fue un fuego: dos mil focos en pocos días.

No teníamos vacuna. Como éramos un país libre de aftosa sin vacunación, no podíamos tenerla. Martín Aguirrezabala, por encargo del Ministro González, llamó al Gobernador de Entre Ríos (que no era el señor Busti) para pedirle que nos abasteciera. Su respuesta fue: “Para los orientales, primero los orientales”. Resolvimos la aftosa, contribuimos a modificar las reglas del mercado en la OIE, entramos nuevamente al mercado de Estados Unidos. Desde entonces, el Nafta es nuestro gran cliente.

Nos esforzamos por incorporar al país al mundo globalizado. Logramos tratados de libre comercio con México y un gran acuerdo con China que generaron mercados para el citrus y la soja. Otro con Finlandia que garantizó sus inversiones industriales y el Acuerdo de Garantía de Inversiones con Estados Unidos. También concretamos la desgravación de los productos informáticos, las concesiones de tres puertos (Montevideo, Palmira y La Paloma) y del aeropuerto de Carrasco, así como la llamada “Mega-concesión”. Esas iniciativas fueron criticadas en su momento, pero hoy son mantenidas y alabadas. También impulsamos la apertura a la telefonía celular, la radicación de polos informáticos y de centros de investigación como el Instituto Pasteur, y la concreción del gasoducto con Argentina.

Todos estos elementos, que en varios casos supusieron la continuación de políticas anteriores, permitieron que, el producto agropecuario, creciera como nunca. Fondo lechero, fondo arrocero, fondo de la granja, canje de deuda, financiación del gasoil sin intereses, silos, trazabilidad y cajas negras, mantenimiento de los reintegros, ausencias de retenciones y disminución de impuestos a la producción permitieron al país salir con fuerza de la crisis. Lo mismo se aplica a la apertura de Funsa, de la ex Sudamtex, del Molino Santa Rosa y del Hipódromo de Maroñas.

La crisis no hizo que Uruguay descuidara el gasto social, que siguió siendo el más alto de América Latina. Se instrumentaron programas de atención a la infancia y a la familia, se aumentó el gasto dirigido a los más necesitados y se hizo una inversión considerable en el área de los asentamientos. Departamentos como Salto y Paysandú fueron testigos del cambio.

En el área educativa se estimuló la formación de maestros y profesores en nuevas tecnologías, se introdujo la enseñanza del inglés en primaria, se siguió apoyando a las escuelas de tiempo completo y a los centros de formación docente en el interior.  También se continuó el desarrollo de los bachilleratos tecnológicos en UTU.

Llegado el final del período, entregamos el país en paz y con un 12 por ciento de crecimiento en el último año. Además, generamos un clima de entendimiento con las autoridades electas. Durante los tres meses siguientes a las elecciones, proporcionamos toda la información que se nos solicitó. El gobierno que asumió en marzo de 2005 estaba en posesión de todo lo que necesitaba para iniciar sus tareas”.

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