Cárcel, edad avanzada y las reglas del juego
César García Acosta
Reafirmaba Enrique Tarigo en las páginas de OPINAR, hace más de treinta años, que “la democracia no necesita ni presupone, para ser posible, el acuerdo o la unanimidad de pareceres entre todos los habitantes de un país; por el contrario, la democracia es la única concepción que parte de la base del profundo respeto por los hombres, por todos los hombres, aún por aquellos cuyas ideas nos resultan más equivocadas”.
Y agregaba: “pretender que los hombres piensen todos lo mismo, aunque sea en media docena de cuestiones fundamentales, supone negar al hombre su elemental libertad de opinión, supone, por consiguiente, partir de una hipótesis falsa, partir de una idea acerca del hombre que no se compadece con la realidad de éste”.
No hay quien en el Uruguay de nuestros días no admita tener la voluntad de vaciar las cárceles de poder hacerlo, no porque estén reñidas con la reinserción, sino porque en realidad son antros de perdición que no recuperan socialmente a nadie. Sin embargo apegado a este razonamiento también viene otro, y es justo decir que siempre detrás de un criminal hay una víctima, y ella, más que nadie, es quien clama por justicia.
Lo que Uruguay tiene por delante es lo que los ingleses llaman el “fair play”, las reglas de juego de la sociedad, entre las que están implícitas, obviamente, las penales, que lejos se constituir compartimentos estancos deben ser vistas como verdaderos espacios alternativos para conseguir los cambios que hagan eficaz el modelo político que nos hemos dado los uruguayos para vivir.
Simplemente como un agregado más, reafirmaba Tarigo parafraseando a Carl Kriedrich, que “la distinción fundamental entre idea y acto, entre la teoría y la conducta, es lo que hace ilícito e imperdonable al terrorismo”.
Hagamos de Uruguay un lugar para vivir donde –idea y acto, teoría y conducta- conformen el plano de las reglas de juego consensuadas que nos permitan a todos una cohabitación pacífica.
En unos días el presidente Luis Lacalle Pou recibirá a la escritora Mercedes Vigil, quien encabeza el Foro de Montevideo, que es un grupo de personas que, entre otras cosas, envió una carta al presidente solicitando la liberación de todos los presos de la cárcel de `Domingo Arena´ por causas relacionadas a la dictadura: “Allí estamos presos todos los uruguayos. Libérelos y libérenos”, dice la petición, que reunió más de 1.000 firmas.
“No debemos seguir recreando una y otra vez una guerra finalizada hace casi medio siglo, necesitamos paz y perdón para seguir avanzando. Es hora de un acto de grandeza, cesando definitivamente las hostilidades, liberando a aquellos que el soberano ya perdonó”, describen en la carta.
Consigna LA DIARIA que el grupo aclara que no son “militares pidiendo por sus camaradas de armas”: “Lo pedimos ciudadanos que vivimos aquella época y sentimos que esos militares, que actuaron por mandato, son chivos expiatorios de una catástrofe colectiva y no deben seguir pagando solos el precio de nuestros errores”.
En mi opinión resulta válida ésta y otras iniciativas que están en la vuelta, pero al ser comentadas por personas del relieve del senador y líder de Cabildo Abierto (CA) Guido Manini Ríos, la cosa es diferente. En una entrevista con la radio Universal el legislador sostuvo con respecto a la liberación de los privados de libertad que su “posición ha sido bien clara y fue la detonante del cese como comandante en jefe del Ejército, que fue mi crítica a determinados procesamientos sin garantías. Habrá casos en que lo justo es que fueran liberados aquellos que han sido mal procesados”. Comentó que en un escrito había presentado nueve casos que a su entender no habían pasado por el debido proceso en la Justicia, y “nunca se me rebatió ni uno de ellos”.
Hay que poner límites a la sombra de dudas que se tira sobre la justicia cuando ésta no se apega a nuestras ideas; y hay que poner fin tanto al relato torcido de la izquierda sobre la dictadura y sus causas, como el rol desajustado ilegal, inhumano de militares y civiles que amparados por un poder que nadie les dio, torturaron, asesinaron y nos hicieron callar durante trece años. Estos militares actuaron tanta al margen de la ley, como lo hicieron los tupamaros antes de 1972 robando, matando y secuestrando.
Todos fueron terroristas; todos fueron culpables y más allá del “cambio en paz” que creímos se había logrado, hoy a casi 50 años de esos hechos vemos con pena cómo les llega el final de la vida a quienes nos censuraron con su prepotencia infundada. Pero tengamos claro, junto con todo este contexto, que estos militares presos en la cárcel de `Domingo Arena´ además de responsables están en un cuartel y no en el Comcar ni en el Penal de Libertad, por lo que su protección está asegurada como no lo está la de miles de presos también mayores de 65 años que están donde debían estar por haber cometido actos delictivos aunque en un ámbito bastante menos soportable.
Esas son las reglas de juego, y ese `fair play´ no puede variar en medio del partido, porque de ser así entonces lo que no habrá es Justicia.