Ayer y hoy
César García Acosta
“Basta que una sociedad se organice para que unos hombres tengan más poder que otros, para que algunos se hagan obedecer por los demás, para que quienes gobiernan regulen, en parte más o menos grande, la conducta de quienes son gobernados. Debe elegirse entre esto o el caos y la humanidad ha preferido la organización.” Esto expresaba Carlos Maggi en el capítulo `Batlle y del Poder Ejecutivo´, del libro [Batlle y su obra].
Si ahondamos en esos conceptos, y nos vamos tiempo atrás rumbo al primer batllismo, la visión crítica del tratamiento de los hechos que agobiaban a los gobernantes de la época, resultarían contradictorios desde el punto de vista ideológico con la actualidad colorada, si el análisis es mirado únicamente sobre la base de la historia en un marco contextual, definido y concreto.
Creer que José Batlle y Ordóñez puso un manto concluyente sobre el Estado en la historia del coloradismo, es no darse cuenta que en un partido político las cosas no son lineales, porque las diferencias se matizan y los consensos se construyen sobre las diferencias y la prueba de que esto es así son los 100 años de historia después del principio de las cosas a partir del 1900.
Por eso hoy acompañamos con dos tipos de imágenes esta nota: unas permiten apreciar fotos de la avenida 18 de julio en su intersección con la calle Andes, con un impecable y prolijo alumbrado público que lejos de aportar sólo luz, es un ordenador del tránsito vehicular apostado perfectamente a un lado de la calle como si fuera parte de una decoración urbana reflexionada y ajustada a la idiosincrasia ciudadana. Las otras fotos dan cuenta del Hotel Pocitos, construido sobre la rambla con gran vida social en invierno y en verano, lejos de todas las recomendaciones del plan de ordenamiento territorial de la Intendencia de Montevideo. ¿Qué habrían dicho los montevideanos del 1900 sobre la isla de Punta Gorda? ¿Discriminaría? ¿Integraría? ¿Mejoraría la performance urbanística? ¿Sería útil a los fines de un gobierno departamental que debe sobrellevar la cruda realidad del norte de la avenida Italia jamás superado en la sucesión de gobiernos que van desde 1990?
Resulta claro que la Montevideo del 1900 tenía una configuración conceptualizada en una dimensión que hoy no se observa cuando se debate sobre el extinto fondo metropolitano, el subsidio al precio del boleto del transporte urbano (en gran medida sostenido con los fondos nacionales con origen en la recaudación del combustible), o porque simplemente nadie conoce qué quiere el Gobierno Departamental para el futuro de Montevideo, ya no como la ciudad capital del país, sino como estructura urbana independiente.
Y ahí está la diferencia de 2021 con el 1900.
José Batlle y Ordóñez tenía una idea clara sobre la ciudad que se estaba proyectando: pesaba sobre su imaginación de gobernante las imágenes que captaba de París en sus viajes, lo que leía del mundo más allá de océano, y lo que pensaba por ser portador de un concepto muy colorado de ser cabalmente liberal en lo económico, garantista en el proceso de las leyes, protector de los derechos de los más vulnerables y nítido defensor de la clase media uruguaya. De ahí que pensó la rambla –de cara al mar y ya no de espaldas a él como lo evidencias los cementerios Central y Buceo que cortan la costa ciudadana generando un vacío urbano definido, o la construcción del Palacio Legislativo en un punto alto de la ciudad para que fuera visto desde todos los ángulos posibles del territorio metropolitano. Don Pepe sabía y entendía que el crecimiento de la ciudad abonada a una estructura portuaria que había sido la razón y la justificación para que ciudad se haya construido en estas latitudes.
Repasar estas fotos nos pone ante el dilema de la obra pública, la relación del individuo con el Estado, la sinergia necesaria con un territorio democratizado desde sus parques, paseos ciudadanos, edificios públicos, aunque jamás ingenuo en la definición de un manejo economicista con el objetivo de poder derivar impuestos hacia los más necesitados.
Por eso prevaleció la idea del “país modelo”. Pero, claro, para que exista un futuro cierto debe haber un modelo, y eso –para la multilateralidad del Frente Amplio- dejo de ser una utopía para transformarse en un impedimento como consecuencia de ser la ciudad nada más que un baluarte para la lucha en vez de un objetivo del progreso.