Charruás, relatos y murgas
Jorge Nelson Chagas
Hace un tiempo atrás tuve oportunidad de observar atentamente a los integrantes de la Nación Charrúa. Se reunían – ignoro si lo siguen haciendo actualmente – en la Casa de la Cultura Afrouruguaya en pleno barrio Palermo. Como soy socio de esa institución más de una vez coincidió mi estadía allí, con la de ellos.
Un buen día me acerqué a una muchacha que asistía siempre y le hice la siguiente pregunta.
– Disculpa. Te quiero hacer una pregunta con el mayor de los respetos. Veo que tenés el pelo castaño y ojos claros, ¿sos realmente descendiente de charrúas?
– No – me respondió- Pero, me siento charrúa.
– ¿Eh? ¿Cómo es eso?
– Es que los charrúas llevaban una vida mucho mejor que la nuestra. Vivían en contacto permanente con la naturaleza, eran más sanos. Se alimentaban con productos naturales y se bañaban en los ríos y arroyos. No conocían la propiedad privada ni el dinero, por tanto eran ajenos a la codicia y el egoísmo. Hablaban con los pájaros y sólo mataban animales para alimentarse. Nunca por deporte. Pero, vino Rivera y acabó con aquel Edén.
Admito que quedé bastante sorprendido por su respuesta. Pero, al mismo tiempo, comprendí que no se trataba de historia, sino de un relato mítico con mucha fuerza. Al punto que, una persona culta como era ella, estaba dispuesta a creerlo. ¿Por qué razón? Sospecho que había un rechazo implícito a la modernidad. Lo cierto es que en ese relato Rivera era poco menos que la serpiente que destruyó el Edén charrúa.
En esa oportunidad yo opté por no contradecir a la joven. Entendí que me iba a enfrascar en una discusión tal vez interminable y acaso, ella no iba a cambiar de opinión. Sinceramente no sé si estuve bien o mal.
Y bien… la murga “La Gran Muñeca” llamó, en un cuplé, “genocida” a Rivera y como era previsible, encolerizó a los colorados y otros que no son colorados pero se sintieron molestos.
¿Qué podemos aportar los historiadores a este manido tema? En lo personal, lo primero que se me ocurre decir es que no hubo ningún genocidio. No se mataron mujeres, niños ni ancianos. Tampoco fue un acto de “terrorismo de Estado” – como han repetido varios chantas que la van de historiadores – por la sencilla razón que en 1831 casi no había Estado. Y el Ejército no tuvo nada que ver, por la sencilla razón que en 1831 no existía un Ejército Nacional. Para realizar un genocidio se necesita una poderosa máquina militar-burocrática, muy aceitada y eficiente, capaz de exterminar sin piedad a toda una etnia, un pueblo o raza.
La cuestión racial tampoco tuvo nada que ver. Las tropas de Rivera estaba integrada por guaraníes y sobre Bernabé Rivera hay fundadas sospechas de que no era precisamente caucásico (era hijo natural de una hermana de Rivera y un brasileño, posiblemente un mulato, de Laguna). Aunque sí se puede afirmar que en Salsipuedes y en la posterior matanza hubo un etnocidio.
Por otro lado, es un error garrafal considerar a los charrúas como un todo orgánico y compacto. El último libro de Diego Bracco – ganador del Premio Bartolomé Hidalgo- muestra muy documentadamente como muchos se asimilaron a la sociedad criolla y otros no. Y no eran originarios de la Banda Oriental sino que su accionar fue muchísimo más amplio.
Finalmente, digamos las cosas por su nombre: en realidad, la cuestión no es cuestionar a Rivera ni reivindicar a los charrúas, sino pegarle en la actualidad al Partido Colorado.
No me duelen prendas. Nunca voté por el Partido Colorado, pero me gusta la verdad histórica.