Se va la dignidad, llega la vergüenza
Washington Abdala se despide, como embajador de la OEA, defendiendo la democracia, Lubetkin llega como nuevo canciller defendiendo al dictador. Porque la neutralidad en este caso es eso, un apoyo al tirano. Esas dos caras de la moneda, democracia o dictadura, la moneda nunca cae de canto. Es una cosa o la otra. Por un lado, una brillante despedida, por el otro un indigno mal comienzo.
Abdala se va como llegó para defender nuestros más altos valores republicanos. En el 2020 con 18 votos en 27 (el Frente Amplio votó en contra) se le aprobaba la venia que lo convertía en el nuevo embajador ante la OEA. Lo hacía diciendo: “Nos pondremos la celeste y remaremos”. Así fue, se puso la celeste y cumplió con creces con quienes, en aquel momento, confiamos en él. Un gran remador por la libertad de los pueblos. El presidente Lacalle al proponerlo lo define con dos palabras: capacidad y eficiencia. Yo podría añadir, con sobrada idoneidad para el cargo. Lo que sin dudas pudo demostrar. “El turco” fue y es un gran batallador por los más altos valores democráticos, un gran gladiador por la libertad. Con un hablar claro, sencillo, como un gran docente que es, con un decir contundente. Pasional si, muy pasional, pero con contendido. No era necesario integrar el complicado mundo diplomático, o esos laberintos de las relaciones internacionales para entenderlo. Sin ambigüedades ni medias tintas, como debe ser, cuando se habla de democracia o dictadura.
Sus brillantes intervenciones en la OEA, defendiendo la postura clara de Uruguay oponiéndose a los reiterados ultrajes propinados por el tirano Maduro a la democracia y en especial a su propio pueblo no hacían más que refirmar todo lo bueno que de Abdala esperábamos. Supo decir una y mil veces “estamos ante una dictadura oprobiosa, estamos ante lo peor que le ha pasado al continente en mucho tiempo”. Sin cortapisas. Sin la mal entendida “neutralidad diplomática”. Esa, que muchas veces no define nada.
Defendió los sagrados derechos humanos de un pueblo agredido, la libertad de expresión, la valentía y coraje de Corina Machado y reivindica el legítimo triunfo en las urnas de González Urrutia.
Abdala se va de la OEA por la puerta grande, con la cabeza en alto y la dignidad intacta.
Por otro lado, llega, designado por el gobierno que acaba de asumir, un nuevo canciller de la república, Mario Lubetkin. Se estrena en su cargo, con decisiones muy equivocadas e inconsultas con resto de las fuerzas políticas. Sin ese “famoso” dialogo prometido. Ese dialogo, un tanto lavado, del que tanto nos hablò Orsi en su campaña. Pero que en la primera de cambio parece olvidar.
El nuevo canciller declaró no apoyar a Maduro, pero tampoco a al legítimo ganador de las últimas elecciones González Urrutia. Uruguay retrocede en lo que había sido su clara postura, sobre todo después del despojo que se le hizo a Gonzales Urrutia en las últimas elecciones. Al Frente Amplio le costó y aún le cuesta reconocer que Maduro es un dictador, algunos con tardanza lo hicieron, otros lo hacen con extrema timidez y otros muchos aún no lo hacen. El Frente Amplio acorralado por la evidencia, sin argumentos y como manotón de ahogado dijo que iba a esperar ver las actas prometidas y el informe del Centro Carter para expedirse sobra el resultado de las últimas elecciones en Venezuela.
El Centro Carter se expidió, fue contundente, las actas presentadas así lo demuestran. El Centro Carter determinó que no fue una elección justa ni libre. Tampoco existieron mecanismos imparciales ni independientes que observaran el proceso. Con condiciones totalmente desiguales con un claro sesgo hacia el régimen de Maduro. Recordemos que todo opositor al régimen de fuste era prohibido, perseguido o apresado. En su lapidario informe hablò de: “Falta de transparencia y aparente falsificación de datos” El Centro Carter no tuvo dudas al afirmar que el legítimo ganador de las elecciones fue González Urrutia.
Aun así, el Frente Amplio-continua con esa ambigüedad.
Una cobarde neutralidad, cuando el partido es entre democracia o dictadura, entre libertad u opresión. Desagradecidos con un pueblo que tendió su mano solidaria cuando muchos uruguayos lo necesitaron en tiempos oscuros que nos tocó vivir. Insensibles con esos más de 80 mil venezolanos que se tuvieron que ir de su país, huyendo de la persecución y de otros miles presos, torturados y muertos.
Un uruguayo desaparecido hace meses en Venezuela, es gravísimo, podría estar preso, torturado y hasta muerto, la información es poca y muy difusa. Todavía hay quienes se enojaron cuando el gobierno de Lacalle retira la invitación a los regímenes dictatoriales de Venezuela, Cuba y Nicaragua, para la ceremonia de cambio de mando del nuevo gobierno.
Uruguay había comprometido su apoyo a que un paraguayo sea el sucesor de Almagro en la OEA, y nuevamente sin dialogo y en forma inconsulta el gobierno de Orsi decide no cumplir con el compromiso asumido y apoyar al integrante de Surinam. Lo que trajo, no era para menos, gran molestia de nuestro socio del Mercosur. Cuando el fanatismo ideológico parece valer y pesar más que los compromisos asumidos, que no son los compromisos o la palabra dada por un partido político, es la palabra y compromiso de un país, que como tal se debería haber cumplido.
Nuevos tiempos en política internacional parecen venirse. Malos tiempos, mal comienzo.
Democracia o dictadura. Se despide la dignidad, llega la vergüenza.