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Fortalecer vínculos para atenuar riesgos

Fátima Barrutta

El programa “Familias Fuertes” es todo lo que está bien.

Se trata de una importante iniciativa de política pública que involucra al Ministerio de Salud Pública, ASSE, INAU, la Junta Nacional de Drogas, UTE, ANTEL y OSE, trabajando en forma mancomunada para lograr un importante objetivo: fortalecer los lazos familiares, mejorar la comunicación entre adultos y adolescentes y prevenir así las conductas de riesgo en que puedan incurrir estos últimos.

En su origen está un programa creado por la Universidad estadounidense de Iowa para la Organización Panamericana de la Salud, “Strengthening Families”, que fue adaptado localmente con el asesoramiento de las cátedras de Pediatría y Medicina Familiar y Comunitaria de las Universidades de la República, Católica y de Montevideo.

Lo primero que impresiona es que se trate de un esfuerzo mancomunado de instituciones distintas, que a veces en el caso de la Academia suelen mirarse entre sí con recelo, y que se verifique una tan saludable interinstitucionalidad en la búsqueda de soluciones para graves problemas de nuestros jóvenes: adicciones a sustancias, problemática de salud mental, elevados índices de suicidio…

Lo segundo es la calidad y amplitud con que se está trabajando: solo en 2022 se alcanzó a 90 familias de distintos departamentos del país, capacitando además a quienes cumplirán el rol de multiplicar la llegada del programa a más hogares.

Porque de eso se trata: de incorporar mecanismos de prevención basados en la cercanía, la calidez y el consejo atento de adultos que muchas veces no registran lo que está pasando con sus hijos, al dejarse llevar por el ajetreo cotidiano.

Lo que han explicado las autoridades es que ni siquiera debe darse un entorno familiar convencional para que el programa pueda aplicarse: basta con que el adolescente cuente con un adulto referente (que puede ser tanto uno de sus padres como cualquier otro vínculo familiar o social), para que se produzca el puente de afecto, comprensión y empatía que conduzca a la más eficiente prevención.

Dijimos que este programa es todo lo que está bien no solo por su impacto positivo en la salud pública, que las autoridades anuncian que será creciente con el correr del tiempo.

Principalmente porque refleja un esfuerzo colectivo por enfrentar un problema grave, más allá de protagonismos o conflictos por hegemonía, eso tan pernicioso que vemos todo el tiempo en nuestro país.

No hubo consenso en el sector político cuando se enfrentó la crisis de la pandemia; tampoco lo hubo recientemente con la emergencia hídrica.

El sistema político parece jugar a pasarse facturas en un todo vale que a la única que daña es a la ciudadanía.

Cuando casi nos quedamos sin agua potable, la dirigencia política pareció empantanarse en una discusión de responsabilidades, cuando lo que reclamaba la ciudadanía era hallar soluciones entre todos.

El programa Familias Fuertes es la demostración de que se puede trabajar unidos para alcanzar objetivos de primera necesidad para el país. Objetivos que, además, no son los que salen todos los días en la prensa, aunque sean los verdaderamente importantes.

Ojalá esta acción interinstitucional sea un ejemplo que cunda para seguir trabajando juntos con prescindencia de los temas más “taquilleros” y con un verdadero espíritu de unidad nacional.

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