Política Internacional

Cinco años más de “erdoganismo” y su perfil islamita

Lorenzo Aguirre

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que lograra mayoría parlamentaria en la primera ronda de las generales, confirmó su triunfo – junto al “Partido de la Justicia y el Desarrollo” (“AKP”), ultraderecha – en una segunda vuelta en la cual obtuviera el 52.14% de votos, dejando a su oponente del “Partido Republicano del Pueblo” (“CHP”) – izquierda, secular -, Kemal Kiliçdaroglu, con 47.8 %. El resultado pautó una diferencia porcentual casi igual en relación al primer “round”, cuyo resultado fuera de 49.5%, y 44.9% respectivamente, hecho que, al no lograr alcanzar ningún candidato el 50%, más un voto, llevó a una nueva consulta popular.

Ahora, el actual mandatario comenzará su nuevo período de gobierno de cinco años – respaldado por una coalición de ultraderechistas e islamitas -, tiempo en el cual, sin lugar a dudas, será todavía más inflexible hacia la izquierda kurda – se encuentra en trámite de convertirse en ilegal -, como asimismo contra las organizaciones que amparan a homosexuales, a quienes Erdogan, las llama “depravadas”.

A modo de suma; el presidente acusó a la oposición de tener relaciones con el terrorismo, de ser pro “LGBT”, y remarcó de forma incisiva que, el líder político kurdo, Selahattin Demirtas (ex copresidente del “Partido Democrático de los Pueblos”), encarcelado en 2016 por ser “colaboracionista con bandas armadas y hacer propaganda a favor de organizaciones terroristas”, “no saldrá de prisión, aunque Estrasburgo emita sentencias para que sea excarcelado”.  

Además, por supuesto, Erdogan, mantendrá y fortalecerá todavía más el sistema presidencialista, el cual le otorgó plenos poderes – realizó dieciocho enmiendas -, una postura desmedida, absolutista, pues no solo se convirtió en Jefe de Gobierno, sino también del Poder Legislativo, aprobando leyes y decretos sin pasar por consulta de la cámara de diputados, como asimismo elector del aparato judicial.

Para la segunda vuelta, el opositor del presidente Recep Tayyip Erdogan, Kemal Kiliçdaroglu, liderando una coalición de seis partidos, en su campaña electoral se inclinó por un discurso nacionalista, y buscó desesperadamente ganar los votos del ultranacionalista Sinan Ogan, un académico de ascendencia azerí que tomó su tiempo para evaluar hacia donde convenía más inclinar la balanza – ¡por supuesto los ideales no importaban si se negociaba cargos, y estaba dispuesto a pasar a la ultraizquierda! -, hasta que finalmente lo hiciera por Erdogan.

Mientras tanto – hablando de oscilaciones -, Bruselas, totalmente nerviosa fluctuaba entre Ankara, moviéndose con su perfil opuesto a la Unión Europea, pero convertida en una socia importante dentro del tema terrorismo internacional, y un Kiliçdaroglu cambiando constantemente su discurso – intentando concretar alianzas de todo tipo, desde la izquierda pro kurda, pasando por centro derecha, y hasta la extrema derecha -, manifestando majadera e incisivamente su compromiso a restaurar los derechos humanos, como también devolver la independencia a los tratados, al Banco Central, dejar finalmente de lado el sistema presidencialista, y convencer al pueblo que, con él, “Turquía podría llegar a un perfil más occidental”.

Entre la OTAN y el autócrata ruso

Turquía, está muy lejos de ser una democracia, pues el gobierno no ha respetado las libertades fundamentales, el Estado de derecho, pero la ciudadanía vuelve a apoyar a un autócrata, y por supuesto a la Unión Europea le viene alergia, se ataca de tortícolis, porque para el bloque, Turquía es un aliado necesario, y observa también a Bruselas, quien intenta colocarse en una posición más edulcorada cuando se trata de política exterior.

Turquía, está ligada a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero se ha manejado a su manera, independientemente, la mayor parte de las veces no alineada al ordenamiento, y si bien en el mundo islámico Erdogan mantiene la posición de Turquía dentro de la “OTAN”, no aceptó que Estados Unidos utilizara el suelo de su país, durante la Guerra de Irak.

Mientras ocurre lo expresado, en forma paralela la Unión Europea trata de hacer cintura con Turquía para no romper el “affaire” algo hipócrita y empalagoso – ¡para antidiabéticos! –, y si bien le advierte que no tiene un cheque en blanco para hacer cualquier cosa, al mismo tiempo se pone celosa si Turquía lleva un “matrimonio demasiado activo” con el autócrata ruso.

De todas formas, dicho acontecimiento provocó distanciamiento en las relaciones bilaterales, y, en consecuencia, Erdogan se acercó a Rusia, pero es oportuno destacar que, si bien el mandatario turco es un totalitario con mal humor, no es tonto, y sabe que no debe ir a choques directos.

El hecho, desde hace largo tiempo deja una situación ambigua, más, cuando es sabido que, el movimiento de Turquía, no busca transfiguraciones.

Recep Tayyip Erdogan ha sido vencedor en estas elecciones presidenciales, y está redoblando su esfuerzo y exigencias porque habla de la necesidad de gozar una “nueva Turquía”, transformada en potencia económica mundial – aunque tiene una inflación cercana al cien por ciento -, con identidad islámica, guía del mundo musulmán, rompiendo definitivamente con todo ideal laico, y poco le importa al presidente qué cosa diga el bloque europeo sobre la obligación de respetar los principios del Estado de derecho, y derechos fundamentales, como tampoco la advertencia por parte de la Comisión de Venecia, del Consejo Europeo, y los criterios de Copenhague, en cuanto a garantías democráticas. 

A decir verdad, no creo en cambios sustanciales, y quizá lo más sensato sería establecer un equilibrio entre lo económico y la diplomacia, porque las ambiciones han cambiado, Ankara se vuelve caprichosa, y el bloque europeo demasiado complaciente con una Bruselas que prefiere tener aliada a una potencia, pese a que la democracia sea distante.

De ahora en adelante, Turquía tendrá un gobierno todavía más alejado de la democracia – la libertad de prensa es mínima, Turquía se encuentra en el lugar 157 de 180, en la clasificación mundial de Libertad de Prensa -, porque, a lo largo de los años, se fue convirtiendo en algo casi indestructible, pero a la vez colapsando en varios aspectos, con reiterados llamados a “Asamblea” que, en buena medida, ha sido, y continuará siendo, una reunión de paparrucha con burócratas arbitrarios remasterizados que, al fin de cuentas, se permitieron sonambulismo intelectual, y abdicación del pensamiento.  

RECUADRO: “Debemos devolver al pueblo los valores conservadores, sostener nuestra cultura, la verdadera religión, y recordar el respeto a la familia, porque, ella, es sagrada, y estrangularemos a cualquiera que se atreva a tocarla”. (Recep Tayyip Erdogan).          

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