Darnos gobernantes con talla de estadistas es responsabilidad de cada ciudadano
Adrián Báez
Estimados lectores. Somos de los que creemos firmemente en las bondades que natura le ha entregado a nuestro bellísimo país; pero también, y con similar firmeza, estamos convencidos que si las mismas fueran valoradas y consecuentemente explotadas –en el buen sentido de la palabra-, con voluntad y decisión, Uruguay se potenciaría en su real dimensión. Ejemplos en el mundo existen y en demasía; naciones que sufrieron catástrofes naturales o enfrentamientos armados que las dejaron al borde de la desaparición –circunstancias que gracias a Dios nunca hemos padecido-, lo que no se constituyó en una excusa para erguirse con determinación y visión de futuro, y así resurgir.
Uno de dichos pueblos ha sido el alemán, que indiscutiblemente supo tener al frente de ese momento tan difícil del “levántate y anda”, a un hombre de la talla de Konrad Adenauer, prototipo del auténtico líder y estadista.
El primer Canciller de la República Federal de Alemania, que estuvo al frente del nuevo Estado desde 1949 a 1963, influyó más que nadie en la historia alemana y europea de la posguerra.
Como muchos políticos de su generación, Adenauer se convenció, tras la Primera Guerra Mundial, de que una paz duradera solo podría lograrse con una Europa unida. Sus vivencias durante el Tercer Reich (fue apartado de su cargo de Alcalde de Colonia por los nazis), y todos los sucesos ya conocidos, lo reafirmó en esta opinión.
En los seis años que transcurrieron entre 1949 y 1955, Adenauer logró una serie de objetivos trascendentales en política exterior que vincularon el futuro de Alemania a la alianza occidental: ingreso en el Consejo de Europa (1951), fundación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (1952) y entrada de Alemania en la OTAN (1955).
Pero, no se puede olvidar que, una piedra angular de la política exterior de Adenauer y que tuvo casi la misma importancia que las mencionadas acciones, fue la reconciliación con Francia. Junto con el Presidente francés, Charles de Gaulle, marcó un punto de inflexión en la historia: en 1963, los archienemigos de antaño, Alemania y Francia, firmaron un tratado de amistad que fue un verdadero hito en el camino hacia la integración europea.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses rehabilitaron a Adenauer en el cargo de Alcalde de Colonia, pero poco después fue nuevamente destituido por los británicos cuando Colonia pasó a pertenecer a la zona de ocupación británica. Esto le permitió dedicar su tiempo a la creación de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), con la que esperaba reunir a los alemanes católicos y protestantes en un único partido.
En 1949 se convirtió en el primer Canciller de la República Federal de Alemania (Alemania Occidental). En un principio, parecía que Adenauer ocuparía el cargo de Canciller durante un breve período de tiempo, dado que ya tenía 73 años. No obstante, a pesar de ello, Adenauer (apodado “Der Alte” o “El Viejo”) permaneció en el puesto durante 14 años, por lo que no solo fue el Alcalde más joven de Colonia, sino también el Canciller más anciano de la historia de Alemania.
Bajo su liderazgo, Alemania Occidental se convirtió en una democracia estable y logró reconciliarse de forma duradera con sus países vecinos. Logró recuperar parte de la soberanía para Alemania Occidental integrando el país en la nueva comunidad euroatlántica (la OTAN y la Organización Europea de Cooperación Económica).
Las experiencias de Adenauer durante la Segunda Guerra Mundial hicieron de él un político realista. Su visión del papel de Alemania en Europa estaba profundamente influida por las dos Guerras Mundiales y la enemistad secular entre Alemania y Francia. Por consiguiente, se centró en el fomento de la idea de cooperación paneuropea, razón por la cual fue un gran defensor de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, propuesta el 9 de mayo de 1950 en la Declaración Schuman, y del posterior Tratado de la Comunidad Económica Europea en marzo de 1957.
Las opiniones de Adenauer sobre Europa se basan en la idea de que la unidad europea era indispensable para alcanzar una paz y estabilidad duraderas; fiel a dicha línea de pensamiento, trabajó incansablemente para lograr la reconciliación entre Alemania y sus antiguos enemigos. Más tarde, en 1963, el Tratado del Elíseo, también llamado Tratado de Amistad, selló esta reconciliación. En él, Alemania y Francia sentaban una base firme para unas relaciones que pondrían fin a siglos de rivalidad.
Gracias a su talento político, su determinación, su pragmatismo y su clara visión del papel de Alemania en una Europa unida, Adenauer logró que su país se convirtiera en la sociedad libre y democrática que conocemos hoy. Ahora, estos valores no solo se dan por supuestos, sino que están profundamente arraigados en la sociedad alemana moderna.
Konrad Adenauer es una de las figuras más notables de la historia europea. Para él, la unidad europea no solo significaba la paz, sino también el modo de reintegrar la Alemania de posguerra en la vida internacional. Europa no sería como la conocemos en la actualidad sin la confianza que logró generar en otros estados europeos mediante la coherencia de su política exterior. Sus compatriotas aún siguen reconociendo sus logros y, en 2003, lo nombraron: “el alemán más grande de todos los tiempos”. Merecido lo tiene, y es justo que el concepto sea uno y claro, pues las partes involucradas se han constituido en sinónimos: Adenauer y la nueva Alemania.
Emular darnos gobernantes con talla de Estadistas; es responsabilidad de cada ciudadano. Uruguay, lo ha hecho. Algunos viven aún entre nosotros.