Política nacional

La fortaleza MERCOSUR

Ricardo J. Lombardo

“La única verdad es la realidad” dijo el General Perón usando un concepto de Aristóteles quien, con esa afirmación, se alejaba del idealismo de Platón.

El líder justicialista le dio a esa expresión el carácter nac&pop para que después siguieran repitiéndola sus discípulos hasta esta época.

Por eso llama la atención la postura del gobierno kichnerista, pretendido intérprete del peronismo en estos días, al empeñarse en mantener un modelo económico que ya ha demostrado fehacientemente su fracaso: el 40% de los argentinos ha caído en la pobreza, el país está en default y es un paria en el sistema económico internacional.

La mención viene al caso a raíz de la absurda discusión que se produjo ayer en una cumbre del Mercosur, entre el Ministro de Economía argentino Martín Guzmán y el brasileño, Paulo Guedes.

Cuando se estaba discutiendo la propuesta de Uruguay para la flexibilización del Mercosur de tal forma que permita a los países hacer acuerdos con otras naciones, Guzmán expresó: “La mano invisible de Adam Smith es invisible porque no existe”, dando comienzo a una discusión ideológica, anacrónica, fuera de contexto y totalmente reñida con la realidad actual. El brasileño le respondió con la misma ortodoxia pero en sentido opuesto, reproduciendo concepciones diferentes emanadas de dos universidades norteamericanas como Columbia y Chicago.

Llama la atención la ceguera conceptual de ambos, frente a la realidad del mundo hoy. Guzmán defendiendo una economía cerrada, y Guedes predicando la minimización del Estado como instrumento de impulso a la economía.

Los casos más exitosos de estos tiempos, como China por ejemplo, nos muestran un desarrollo del comercio internacional a su máxima expresión en que el Estado cumple un papel fundamental alentando a los agentes económicos e instrumentando políticas macroeconómicas que les potencien las ventajas competitivas genuinas de cada economía.

O sea, China aunque es conducida por un estado totalitario predica el libre comercio del que se ha convertido en el principal defensor, aún por encima del país que ha sido su campeón hasta que irrumpió Trump: los Estados Unidos.

Por eso está bien que el Mercosur, en lugar de ser un mecanismo de desviación de comercio, es decir un tratado donde el comercio se desvía de un exportador más eficiente hacia uno menos eficiente, se convierta en un potenciador de nuestras capacidades competitivas abriéndose al mundo.

Argentina, esbozando una dicotomía anacrónica, con una economía llena de ineficiencias, de corporativismos y de un Estado que parece haberse convertido fundamentalmente en una prenda de poder político más que en el fiel defensor del interés público, está empeñado en impedir que el grupo se flexibilice.

Parece querer que su economía cerrada, que grava a sus exportadores más competitivos, que ahoga a los sectores privados con disposiciones exageradamente dirigistas que alientan la ineficiencia, traslade su fracaso a todo el bloque convirtiéndolo en una fortaleza inexpugnable a la manera de los feudos medievales.

Algún día entenderán que este no es un tema ideológico, sino se realpolitk

No solo China que aún es gobernada por un Partido Comunista, se ha abrazado al libre comercio. Vietnam, la piedra en el zapato de la Guerra Fría, el triunfador en su encarnizado enfrentamiento con Estados Unidos, logró recuperarse junto con la apertura al comercio internacional.

Quizás debieran entender los actuales gobernantes argentinos, que mucho antes que los primeros economistas como Adam Smith, o los que lo siguieron como Ricardo, Schumpeter, Keynes o Friedman, que luego serían enseñados a sus alumnos en Chicago o Columbia, el comercio ya era el gran motor del desarrollo de la humanidad.

Esta es una realidad incontrovertible que tiene miles de años de evidencia.

Así que deberían recordar a su líder: “la única verdad es la realidad”.

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