Política Internacional

Derechos de la mujer, aquí y en el mundo

Fátima Barrutta

La Humanidad entera asiste espantada a lo que está ocurriendo en Afganistán.

No hablamos ya solamente de las democracias occidentales. Aún las naciones que tienen sistemas autoritarios y fundamentalistas, no pueden ser ajenas al horror de lo que está sucediendo en aquel país, a partir de la toma del poder por parte de los talibanes.

Demostrando una profunda ignorancia, algunas personas creen ver en los desbordes de ese terrorismo de Estado una característica «cultural» del país, y eso es totalmente falso. Allí lo que hay es una minoría armada, irresponsablemente financiada desde afuera, que se alzó con el poder por la fuerza para imponer un sistema represivo que avasalla los más elementales derechos humanos.

Las peores víctimas de tanta villanía son las mujeres.

A pesar del supuesto compromiso de los talibanes de actuar ahora con menos severidad que hace 20 años, lo cierto es que en Afganistán volvieron los castigos a latigazos a las mujeres en plena calle, por el «pecado» por ejemplo, de hablar por teléfono con un hombre. Volvió la lapidación (matar a la mujer a pedradas, por la sola sospecha de que pueda haber transgredido sus «deberes de esposa»). Volvió la prohibición a ejercer el derecho al trabajo y la persecución a las mujeres que se rebelan ante tanta ignominia.

La realidad de la dictadura afgana ni siquiera puede ser definida como de la Edad Media: es un estado de situación que semeja al tiempo de los evangelios, en que Jesús debió interponerse entre la ira asesina del vulgo y la mujer adúltera, con la famosa frase «el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra».

Esto no es cultura de un pueblo. Esto es fanatismo regresivo. No existe justificación para estos crímenes, menos aún en el marco de un supuesto «multiculturalismo».  Desde que se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las pautas culturales de los pueblos se respetan, pero no se puede ser indulgente con las que masacran la dignidad humana.

En Uruguay tenemos que denunciar estas cosas de manera fuerte y clara.

El gobierno de coalición lo ha hecho, pero no así el Frente Amplio. Por el contrario, el ex presidente Mujica ha defendido la tesis del retiro norteamericano de ese país y de las «peculiaridades culturales» de la horda de asesinos que tomó el poder por asalto.

Desde aquí, nuestro abrazo solidario a las mujeres afganas y nuestro compromiso de seguir trabajando por la dignificación de nuestro género en todos los niveles.

En Uruguay: paridad

En tal sentido, esta semana hemos participado en un conversatorio online organizado por ONU Mujeres, junto a prestigiosas contertulias como la senadora Gloria Rodríguez, la Dra. Gianella Bardazano, la prof. Niki Johnson y el coordinador residente de ONU en nuestro país, Pablo Ruiz Hiebra.

Allí se expuso la realidad actual de la participación política femenina en Uruguay, una realidad que dista mucho de ser promisoria y que implica uno de los pocos debes que tiene el país en la vigencia plena del estado de derecho.

De nuestra parte, analizamos el Proyecto de Ley que presentamos este año en la Cámara de Representantes, y en el curso del intercambio de ideas surgió la comparación entre la realidad actual y la que se daría, en casos en que rigiera la propuesta que impulsa la senadora Rodríguez, o la nuestra.

Los números son claros: en 2019 fueron elegidas 8 mujeres senadoras. De haber regido la ley que propone Rodríguez o la que proponemos nosotras, ese número hubiera ascendido a 11. Pero la diferencia es aún más significativa al analizar la Cámara de Diputados. De la elección surgieron 19 mujeres. Con la propuesta paritaria de Rodríguez hubieran sido 26. Con la nuestra, 45.

Esto representa que a nivel del Poder Legislativo, las 27 mujeres electas en 2019 podrían haber sido 37, de haber regido el Proyecto de Ley de Rodríguez, o 56, de haber estado vigente el nuestro.

El que presentamos se basa en tres pilares fundamentales: paridad de género en las listas, suplencia del mismo género y proclamación paritaria por departamento. 

En las listas deberían intercalarse rigurosamente postulantes mujeres con postulantes hombres, y la línea de suplentes tendría que coincidir con el género del titular, de manera de que una eventual renuncia del mismo no implique un cambio en la paridad electa. Y a esto iría unida la proclamación paritaria por departamento, por parte de la Corte Electoral.

El Partido Colorado fue el que aportó al país las primeras edilas, diputadas, senadoras y ministras. Con la inolvidable Martha Montaner, fuimos el partido que impulsó la ley de cuotas actualmente vigente, y con este nuevo proyecto, seguimos honrando esa tradición de republicanismo y justicia.

Como dijimos en esa oportunidad, no hay democracia plena si no hay paridad. Porque simple y sencillamente: no hay futuro sin mujeres.

Aquí y en Afganistán…

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