Historia

Disuelva el Parlamento, señor Presidente

Jorge Nelson Chagas

– Disuelva el Parlamento, señor Presidente.

Pacheco miró fijamente a su interlocutor.

– No.

– El pueblo lo apoya. Los militares lo respaldan.

– No.

– ¡Ahora es el momento! ¡De el golpe!

– Antes, me van a tener que matar

Y bien. Retornemos a la historia reciente. Este diálogo, con diferentes matices, se produjo en más de una oportunidad durante la presidencia de Pacheco. 

Durante mucho tiempo en el ámbito académico se consideró que el gobierno de Jorge Pacheco Areco, con sus rasgos autoritarios, había empujado al país hacia el golpe de Estado.

Sin embargo, a medida que se fueron profundizando los estudios sobre ese período esta visión debió ser modificada.  En realidad Pacheco retrasó el quiebre institucional. No fueron pocas las sugerencias durante su mandato para que disolviera las cámaras y se convirtiera en su presidente de facto.  Y no provinieron solamente del ámbito militar sino que, muchas veces fueron civiles los que pretendieron que Pacheco diera ese paso.

Pacheco se negó a convertirse en dictador en primer lugar porque estaba formado políticamente en la escuela de El Día. En esa escuela había dos elementos que tenían ribetes casi sagrados: la integridad del Estado y de la institucionalidad republicana. De ahí su rechazo permanente – y en alguna ocasión, poniendo en riesgo su seguridad física- al golpismo.

Por otro lado, advirtió que si se convertía en un dictador – aunque fuese del estilo de Gabriel Terra – les estaría dando a los tupamaros una excusa ideal. Ya no combatirían contra un régimen legal sino contra una dictadura y eso podría generarles mayores apoyos. 

Pero en todo este asunto hay un detalle muy significativo: las sugerencias golpistas de civiles (en algún caso, parlamentarios) demuestra que la polarización no fue solamente de la izquierda. De una forma muy trágica para el país, las voces liberales en el período 1968-1973 fueron retrocediendo ante el empuje de los extremismos.

En noviembre de 1971, luego de un multitudinario acto a favor de la reelección, la esposa de Juan María Bordaberry. Josefina Puig, felicitó a Pacheco y le auguró la victoria. Pacheco le agradeció sus palabras y le dijo: “La reelección no va a salir. Su esposo será el próximo presidente y tendrá que disolver las cámaras”.

A esa altura, el mismo Pacheco comprendía que el desenlace era inevitable y nada se podía hacer al respecto

En más de una oportunidad he narrado cómo se desarrollaron sus primeros meses de gobierno del Pacheco entre diciembre de 1967 y agosto de 1968.

Simplemente repetiré que la reaparición de los tupamaros en la escena pública fue paradojal: porque no fue en un momento de crisis económica sino de estabilización. Cuando en mayo de 1968 reorganizó el gabinete ministerial, Pacheco se había posicionado como el jefe del Partido Colorado. Al decretar las Medidas Prontas de Seguridad, el 13 de junio, tranquilizó a Washington y conjuró el peligro del fracaso de la refinanciación de la deuda externa. Y con la Congelación de Precios y Salarios, el 28 de junio, abatió la inflación, consiguiendo un apoyo popular considerable.

O sea que los renacidos tupamaros, que en agosto secuestran a Pereyra Reverbel, no tenían a su frente a un gobierno ilegítimo e impopular. El Estado uruguayo no estaba sufriendo un proceso de desintegración y las Fuerzas Armadas – un enemigo que más temprano que tarde deberían enfrentar – no estaban corrompidas, ni desmoralizadas, ni debilitadas.

Es correcto que su desprecio por la política no les permitió hacer una lectura correcta de la realidad. Pero no es menos cierto que, a partir de agosto-diciembre de 1968, hubo un sostenido crecimiento en sus filas. Sin dudas que al ejemplo del “Che” se le sumó la muerte de los estudiantes universitarios (Líber Arce, Susana Pintos y Hugo de los Santos) y la militarización de los funcionarios públicos.  Un sector juvenil, culto, urbano y radicalizado, creyó que en Uruguay se vivía un período pre revolucionario y era la hora de “agarrar los fierros”

Al mismo tiempo, la CNT había sufrido un acelerado proceso de maduración, lo que le permitió alcanzar un acuerdo durante la gestión de Flores Mora como ministro de Trabajo. Pero en aquellos meses de agosto-setiembre de 1968 no pudo escapar a la polarización, más aún cuando los estudiantes que estaban movilizados eran sus aliados estratégicos.

Así que en la CNT por un lado quedó consolidada la corriente comunista, cuasi hegemónica y con una estrategia negociadora y de acumulación de fuerzas. Y por otro, la Tendencia Combativa partidaria de radicalizar los conflictos, que agrupaba diversos grupos no comunistas liderados por la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). La FAU tenía dos brazos: la Resistencia Obrero Estudiantil (ROE) que actuaba en los ámbitos estudiantiles y gremiales, y la Organización Popular Revolucionaria Treinta y Tres Orientales (OPR-33) que no poseía autonomía en accionar, sino que dependía de la dirección de la FAU.

La polarización de una parte de la sociedad uruguaya en 1968 se asemeja mucho a una tragedia griega donde todos sus personajes no pueden escapar a un destino fatal…

La trampa

Insisto: no caigamos en la trampa de considerar que la historia reciente del Uruguay es solamente lo que los tupamaros hicieron o dejaron de hacer.  Este error nos lleva a olvidamos de episodios que tuvieron mucha importancia en el devenir histórico. 

Un ejemplo. A fines de 1968 Pacheco realizó una breve gira por el interior del país.  El año había sido durísimo para el gobierno y la sociedad. Aún regían las Medidas Prontas de Seguridad, tres estudiantes habían muerto y los bancarios oficiales militarizados. Sin embargo, Pacheco al tomar contacto directo con personas comunes y corrientes recibió claras muestras de apoyo y le animaron a seguir su línea de gobierno. Esto lo convenció de la existencia real de una “mayoría silenciosa” que respaldaba su gestión, especialmente en su lucha contra la inflación y la reafirmación del «principio de autoridad» del gobierno.

No parece nada casual que el 23 de diciembre de 1968, Pacheco al dirigir el tradicional mensaje de fin de año a la ciudadanía afirmó que «ningún plan de gobierno ni esquema de desarrollo son realizables, si no se sostienen en el orden, base de la convivencia social, condición de disciplina en el trabajo e incentivo del ahorro y de las inversiones útiles. El ejercicio abusivo de derechos y libertades llevó a nuestra sociedad al borde de la parálisis económica; y a los servicios esenciales al borde del colapso. Mi gobierno no tuvo otra alternativa que disponer las Medidas Prontas de Seguridad”

El concepto de “mayorías silenciosas” ha sido estudiado tardíamente por los cientistas sociales uruguayos. Alude a un grupo importante de la sociedad que, generalmente, no expresa abiertamente sus opiniones políticas pero le da muchísimo valor al orden y la estabilidad.  Sienten un profundo rechazo por las alteraciones continuas de sus rutinas diarias y anhelan vivir en una sociedad pacífica y previsible. Ni que decir cuando deben lidiar con la amenaza de grupos armados que pretenden derribar el régimen vigente. El orden para estas personas es muy importante.

Al concepto de “mayorías silenciosas” se le contrapone otro: las “minorías radicalizadas y bien organizadas”, que suelen ser calificadas como “portadoras de ideas foráneas” y causantes del clima de anarquía y desorden permanentes.

Fueron las “mayorías silenciosas” el principal apoyo electoral del pachequismo, también las que le brindaron el apoyo estratégico vital a las Fuerzas Armadas en su combate contra la guerrilla y ¿estas “mayorías silenciosas” apoyaron el quiebre institucional de 1973…?

Un detalle a tener en cuenta: cuando en febrero el presidente Bordaberry llamó a defender a las instituciones, tras la rebelión militar, la Plaza Independencia estaba casi vacía. ¿Se puede inferir que una parte importante de la ciudadanía había perdido la fe en la democracia?  ¿Debemos revisar nuestra visión sobre lo que realmente sucedió en junio de 1973?

Mucho temo que allí está una de las raíces de nuestras pesadillas.

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