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El Comcar; desnaturalizado y peligroso

Zósimo Nogueira

Nació esperanzador, perdió el rumbo y creció sin control, convirtiéndose en un almacén de desesperanza y escuela de sobrevivencia.

Los programas educativos, las tareas de mantenimiento y la poca actividad laboral e industrial son solo escapes del stress carcelario.

Pueden ser orejeras protectoras de involucramiento.

Es una escuela del crimen, pero más que nada escuela de sobrevivencia

La cárcel es parte del sistema penal, es un mecanismo de control social. 

Tiene efecto estigmatizador, marginador y des-socializador lo que dificulta la vuelta a la sociedad.

Pero el Comcar que comenzó a funcionar por 1986, supo ser una cárcel modelo concebida como experiencia nacional para aplicar los preceptos del pacto de San José de Costa Rica.

Esa concepción rehabilitadora ya la aplicó Juan Carlos Gómez Folle, en 1938 cuando reglamentó el régimen carcelario, los derechos y obligaciones de presos y autoridades.

En 1986 la Dirección Nacional de Cárceles y Centros de recuperación dependía del Ministerio del Interior y sus mandos eran policiales.

Sin embargo, la experiencia Comcar estuvo a cargo del Sr Oscar Ravecca con vasta experiencia en el Patronato de Liberados y en el Consejo del Niño. 

Tuve el gusto de conocerlo y fue enriquecedor compartir horas de trabajo.

Él era el Director del establecimiento, y se me asignó la seguridad del módulo de ingreso.

A poco de esto fue cesado, y su cargo lo ocupo un Oficial Superior de la Policía.

Permanecí allí por más de cinco años; como a responsable de la seguridad interna de toda la cárcel, el sistema continuó siendo el mismo

Clasificación y tratamiento a cargo de técnicos de las más diversas áreas,  

Profesionales del derecho, abogados, escribanos, médicos de diversas especialidades, sicólogos, asistentes sociales, pedagogos, maestros de artes y oficios, todos mancomunados con los policías que estábamos a cargo de la guardia interna y externa.

 Se trabajaba en armonía buscando consensuar los criterios de peligrosidad que primaban en los policías con el de vulnerabilidad que manejaban los profesionales técnicos.

El régimen de vida era de movilidad progresiva, a su ingreso el recluso era diagnosticado y asignado a una etapa de seguridad, máxima, media cerrada, media abierta, mínima.

Cada tanto eran reevaluados y podían cambiar de categoría.  

Había un sector para quienes se preveía una breve permanencia y que no participaban de ese sistema de gradualidad.

Era el inicio del programa y había 250 presos; cuando me fui había una población cercana a los 1500 presos.

El establecimiento funcionaba bien, los reclusos de otros establecimientos solicitaban traslado hacia el Comcar.

Jerarcas policiales a cargo de otros establecimientos que funcionaban más cerrados comenzaron a diversificar los regímenes de vida de su población pero sin el tratamiento técnico profesional adecuado

Hubo motines y permanentes actos de insubordinación de presos. Graves daños a las instalaciones y Comcar comenzó a súper poblarse hasta llegar a la situación actual, que se arrastra desde hace varios años.

La violencia en cárceles ha sido una constante.

En nota de El País; el Comisionado Parlamentario Dr Miguel Petit dice que desde 2015 hasta el 15 de abril de 2021 van 181 presos por muerte violenta, homicidios, suicidios, accidentes.

Este año ya van 10; 7 homicidios y 3 suicidios.

En 2015 hubo 20 muertes violentas; en 2016: 32; 2017: 28; 2018: 27; 2019: 31 y 2020: 33.

Lo más reciente ocurrió el 13 de abril en el módulo 3 del Comcar o Compen.

En horas de la tarde los ocupantes de una celda armados con cortes carcelarios ingresaron a otra celda atacando a sus ocupantes, dieron muerte a 2 e hirieron a los otros 2 ocupantes.

La violencia carcelaria está instalada y se refleja en las muertes y en la reincidencia de los liberados.

Las otras muertes violentas, llámense suicidios o accidentes son parte de lo mismo. 

Disputas y expresiones de poder del lumpen carcelario, y todas tienen conexiones con la vida afuera.

Estos hechos de sangre, causan alarma y la autoridad responde con medidas de fuerza.  Lo habitual la requisa.

Con una población asolada por el Covid19; que ahora dice tener solo 3 enfermos, pero registra 205 casos de estafilococo este viernes 30/4/2021 hubo requisa en el Comcar.

350 efectivos. Se incauto 850 cortes carcelarios, 58 teléfonos celulares, 45 litros de escabio y 20 gramos de marihuana.

Dijo Mendoza el Director del INR que rompieron un tanque de agua y parte de la unidad no tenia agua.

Que van a retirar las camas que no estén en buenas condiciones para evitar la fabricación de cortes y las remplazaran por cuchetas de madera.

Veremos. Esta administración ya realizó otras requisas en Comcar.

El 3/6/2020 Actuó personal de la Guardia Republicana y se incautó 1500 cortes, 70 celulares, 60 litros de escabio, 300 gramos de marihuana, 40 de pasta base y un uniforme de operador penitenciario. 

En agosto se requisaron 3 armas de fuego, 10 cartuchos vivos, 1300 cortes, 64 celulares, 27 gramos de cocaína, 11 de marihuana y 80 litros de escabio.

El 19/1/2021 Luego de la muerte de otros 2 presos también requisa.  

Participaron unos 170 funcionarios del INR, Guardia Republicana, policía científica y operadores penitenciarios.

Se incautó 585 cortes, 16 celulares, pasta base y escabio.

Este raconto de sucesos es la realidad de un Estado sin capacidad para brindar seguridad en el interior de los recintos carcelarios.

Sobre el hacinamiento y la insalubridad esta la prueba irrefutable de la masiva contaminación por covid19 y los problemas digestivos por estafilococo.

Si se vuelve a realizar requisa, volverán a aparecer innumerables armas caseras y quizás armas propias por una cuestión lógica.

Los odios, cuentas pendientes, rencillas ocasionales o antiguas, la defensa de actividades licitas e ilícitas, necesidad de demostrar poder, de sojuzgar o evitar ser sojuzgado hace necesario contar con elementos de defensa y ataque según la ocasión.

Se van quienes hicieron la requisa y quedan las tensiones internas agravadas por la pérdida de armas y medios de comunicación, sin lo cual oscilan y varían los predominios internos.

Seguramente que los capos siempre tienen un “berretín”, un escondrijo inexpugnable. Lo mismo que la complicidad de algún funcionario.

Insisto; las actividades recreativas o laborales carcelarias poco ayudan a la reinserción de los presos para el cotidiano ciudadano, solo son importantes para aliviar tensiones y hacer más llevadera la condena.

Son tareas precarias de poca especialización, con mucha oferta y cada vez menos demanda.

A nivel interno ofrecen ciertos beneficios.  Estando fuera del celdario, se evitan presenciar las habituales “tranzas”, negociados entre presos, ocultamiento de cosas, abusos y sometimientos, y por otro lado permite movilidad con trasiego de mensajes y cosas de un lado a otro.

Los desplazamientos fuera del módulo de alojamiento son una gran oportunidad y fuente de aprovisionamiento. Mucho canje.

Es cuestión de posicionamiento y de códigos carcelarios.

El Comcar es una gran escuela del crimen, fue una gran esperanza y es un gran fracaso. Sin seguridad, orden y honestidad nada bueno es posible.      

Hay que pensar en serio y actuar con convicción.  

Donar plasma con anticuerpos del covid19 a cambio de un día de prisión.

¿A qué preso van a seducir con tan magnánima oferta?

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