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El “costo político”

Ronald Pais

Algo ya comprobado es que cualquier cambio genera resistencia. El ser humano se adapta a las condiciones que lo rodean y, cuando logra adicionar a esa adaptación algo que él visualiza como favorable no quiere que haya cambios que alteren esa ecuación.

Todo esto considerado desde la individualidad o un determinado grupo de personas, independientemente de si el cambio es bueno o conveniente para el interés general.

Este fenómeno influye grandemente en la mayoría de los políticos al momento de tomar alguna decisión, sobre todo si se tienen responsabilidades de gobierno.

Algunos estudiosos del tema dicen que una correcta apreciación del costo político es evaluar cómo repercutirá lo que se decida en un caso concreto sobre la capacidad general para tomar otras decisiones en el futuro.

En cualquier caso, es usual que exista la humana tendencia a no pronunciarse o no adoptar definiciones que puedan acarrear reacciones desfavorables de ciertos sectores de la población.

Esto está relacionado con la inclinación a transitar por lo “políticamente correcto” y que consistiría en no contrariar lo que parece predominar como “tendencia” en un lugar y tiempo determinado, sea en los medios de comunicación masivos, sea en los grupos activistas, sea en influencias foráneas muchas veces promovidas por organizaciones internacionales.

Indudablemente, tener que priorizar medidas de gobierno, elegir las batallas a dar mientras se jerarquiza la importancia de cada posible conquista, es una tarea empinada y difícil.

Creo que, en el caso uruguayo, para una coalición de cinco partidos ir consiguiendo los importantes logros que se han ido alcanzando, a la vez que lidiar con emergencias inesperadas como la pandemia y la sequía, son avances en el buen camino que deben ser reconocidos y valorados.

Especialmente si se le echa un vistazo a la desmelenada oposición que durante tres periodos de gobierno no hizo nada de lo que hoy reclama y que bajo el lema “todo está mal, aunque esté bien”, seguirá trancando, entorpeciendo y tratando de trabar todo aquello que el Gobierno trate de impulsar.

Como lo dejó en evidencia recientemente una periodista, el Frente Amplio se opuso a todo antes de ser gobierno y luego no solo no modificó nada de lo que antes combatía sino que usó y adoptó para su gestión los instrumentos legales e institucionales que se crearon a pesar de su oposición.

Pero hay momentos en que, como decía Sir Winston Churchill: «Un hombre hace lo que debe, a pesar de las consecuencias personales, a pesar de los obstáculos, peligros y presiones, y eso es la base de la moral humana».

Tal ha sido el acontecimiento generado por nuestro Presidente en la última cumbre de presidentes en Brasil.

Ante la versión sobre la dictadura de Maduro que pretendió imponer Lula, como producto de una narrativa, Lacalle Pou salió al cruce – sorteando con ingenio la censura maniobrera que se le quiso imponer a su intervención – y pronunció un discurso contundente y valiente sobre la real situación venezolana.

¿Alguien cree que este hecho, ampliamente comentado, no tendrá ningún costo político? No tengo dudas que Lula intentará,  más tarde o más temprano, cobrar esa factura.

Pero era necesario y el Presidente lo hizo. No se puede transar ni callar más ante la justificación de dictaduras “amigas” que practica el actual Presidente de Brasil, al igual que el kirchnerismo en la Argentina y el Frente Amplio aquí.

Por esa razón y porque – como lo hemos repetido muchas veces – la defensa de la Libertad es lo más importante, espero que el señor Presidente comprenda que aún hay expectativas de mucha gente para que se adopten decisiones que no son sencillas pero lucen como imprescindibles.

La modificación de la Fiscalía de Corte y el Código Procesal Penal que ya no resiste ningún análisis. Los fiscales “que leen lento” algunas causas o que archivan rápido otras. La regulación de un sindicalismo encarnado por el  PIT-CNT devenido en un destructor de los verdaderos intereses de los trabajadores, que pone en peligro las fuentes laborales (Conaprole), cuando no destruyéndolas o perjudicando a otros trabajadores. Que hipoteca, además, el prestigio internacional del Uruguay (Puerto de Montevideo) y compromete el mantenimiento de mercados externos que tanto cuesta conquistar.

La derogación o al menos la modificación de leyes  como la 18.596 (que comentaremos más detalladamente en nuestro próximo artículo) que ha provocado una sangría inconcebible de los recursos públicos, falseando la historia en beneficio de sediciosos y sus familiares, todo mientras se caracolea 20 años para reconocerles alguna reparación a las víctimas de la violencia de los tupamaros y asociados.

El mantenimiento y el incesante ingreso a prisión de ex militares ancianos, ya no por delitos de lesa humanidad que no pueden imputárseles, sino por delitos comunes en los que presuntamente participaron, cuya prescripción se niega y con pruebas por demás dudosas.

¿Qué hincarle el diente a todas estas cosas tienen costo político? ¿Qué es difícil obtener los acuerdos, aún aquellos intrapartidarios? ¡Claro que sí! Pero vale la pena.

Seguramente por la misma razón que nuestro Presidente habló en la cumbre.

En defensa de la Libertad y la Verdad.

Y termino con otra frase de Churchill que creo viene a cuenta y tal vez le calce a aquellos temerosos y partidarios de no hacer olas: “Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él».

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