Educación

El debate electoral entre datos y relatos, entre historias y olvidos

Claudio Rama

Escuchando las interacciones tanto de políticos, muchos periodistas y actores en las redes sociales, se constata como el actual debate electoral se mueve entre datos y relatos, entre informaciones y números reales de los procesos y realidades y relatos e interpretaciones sobre  dichos datos y apoyadas en supuestos o afirmaciones falaces.

Es un debate en relación a datos y a relatos, entre realidades y también fantasías, que son claramente confrontaciones entre verdad o mentira. Sin duda que los relatos se construyen sobre algún dato, pero que luego es  ampliado, deformado, descontextualizado o trasladado de puntos de referencia o momentos, con lo cual se pretende confirmar como un dato comparable a otro dato en un debate maniqueo. Pero además de esta debate informaciones y de interpretaciones de los datos, asistimos a otro debate más marcado entre memorias de realidades u olvido y tergiverzación de la propia historia, marcado por realidades del pasado con datos concretos o confusas interpretaciones que cambian dichas realidades o la difuminan.

En lo específico del caso, entre si la pandemia y la sequía y cuál fue su dimensión real, o  incluso si realmente existieron. Está en discusión y en negación tanto la existencia misma de estos enormes hechos o cuando menos la dimensión real de estos procesos. El pasado  es el objeto de la pelea electoral, pretendiendo borrar su misma existencia, pero que sin duda los datos y series estadísticas recuerdan claramente. Hay en este sentido un enfoque y pelea cultural, como ha existido en relación a si los movimientos insurreccionales de los Tupamaros fueron en democracia o en dictadura, y si la dictadura nació antes de 1973 como se ha intentado introducir en el debate nacional e incluso en la propia historia.  

En este sentido, si integramos los diversos enfoques, los electores se encuentran frente a un problema de información y por ende de asimetrías informacionales. Que es verdad y que es mentira, que es “fake news” es el debate final para poder definir una posición en base a hechos y no a interpretaciones que hacen quienes tienen el claro interés de llevar el agua a su molino. Algunos pueden conocer y tener presentes los datos – haber perdido un empleo o un familiar en la pandemia – o haber perdido vacas y empleos en la sequias- frente a otros que no tuvieron la incidencia de las catástrofe que sufrió el país en este quinquenio y que como tal tienen una simetría de información y sin duda de un diferenciado impacto personal durante la pandemia o la sequía.  Esta estructura de los debates en una dinámica de sociedad que ha lentamente construido una fuerte grieta en relación a los datos reales, refuerza modelos comunicacionales de repetición de falsedades con el objetivo claro de por la vía de la insistencia machacona de la interpretación, terminar haciendo creer lo falso como verdadero.  Es el reino del revés de los debates que claramente introduce el engaño en la retórica de la comunicación. Esta realidad de la falsa verdad ha ido poblando las redes y los medios de comunicación y es la base que orienta una parte de la comunicación electoral, y claramente algunos de los debates.

En un mundo con sobre carga de información, las ciudadanos tenemos decenas de temas que carecemos de tiempo y capacidades de realizar investigaciones independientes, lo cual facilita que meramente tomemos como referencia lo que los actores públicos dan como noticias. Sin embargo, la falsedad del manejo de los datos que se terminan ajustando a los objetivos políticos, torna compleja la efectiva toma de decisiones ya no sólo ante la asimetría informacional sino a la manipulación o a los relatos con informaciones que son engañosas y cuando no falsas o descontextualizadas. Los medios asumen un papel determinante en las sociedades democráticas, en tanto ellos sean objetivos y veraces, o al menos en la medida que puedan colocar las diversas posiciones. ¿Pero estamos frente a estas realidades en el Uruguay de hoy?,

  La pregunta es compleja en nuestra sociedad, en relación a si existen medios y periodistas objetivos y neutrales, al menos equidistantes, si existe acaso un periodismo de información que se arrodille no ante el palangrismo, el poder o el partido, o están orientados a ser un instrumentos de objetivos político-partidarios. Si los actores comunicacionales que tienen como función la independencia en su trabajo y un rol especial es la sociedad, tienen intereses espurios y no son objetivos, estamos frente a un problema de alta gravedad. El ingreso en la arena política de actores como Blanca Rodríguez y otros, muestra el rol que se ha tenido en los debates y que para muchos actores el rol político es una mera continuación de un trabajo periodístico en la construcción de un relato. Es la continuación de una tarea política en otro rol, el de construcción el relato frente a los datos.

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