El Partido y las Ideas
César García Acosta
“Lo más difícil es conocerse a uno mismo, y lo más fácil es hablar mal de los demás”, esto lo decía Tales de Mileto, un filósofo griego del siglo V antes de Cristo. Y, agregaba: “Nada es más antiguo que Dios, porque nunca fue creado”. Quien se anime a reflexionar sobre estas ideas, recostándose en el sillón imaginario de un analista, en modo paciente, podrá experimentar la sensación de saber de dónde viene y hacia donde va.
Sería fácil hacer esto en medio de una campaña política, pero en Uruguay tenemos elecciones aunque no hayamos tenido una campaña. Las ideas brillaron por su ausencia. Los partidos no hicieron brillar sus programas, y a veces tanto se parecían unos con otros, que hasta nos hicieron dudar del país de las certidumbres.
Personalmente, si pudiera recostarme -como he propuesto-, en el diván de un analista, seguramente mi mundillo ante esa imaginaria consulta, sería evocando el “País Modelo” de don José Battle y Ordóñez. No cambiaría nada de su espíritu reformista, aunque sí lo aggiornaría a nuestra temporalidad. El desafío sería emparentar al batllismo con los concepto de la socialdemocracia y sociedad del bienestar. Convengamos que las mayorías silenciosas, esas que también compongo, cuando hablemos, lo haremos desde el alma, y en el contexto de nuestra cotidianeidad.
Cuando el centro del país habla, -gobernantes y gobernados- aceptamos con conciencia republicana lo resuelto.
A lo largo del siglo XX, y en este casi cuarto siglo del XXI, la política –con desandadas conceptuales- jamás había perdido de vista a la ideología como la inspiración para los partidos políticos. Quien se ponía de un lado o del otro del imaginario límite del centro, sabía que -a la derecha- estaba la ley y el orden, y que -a la izquierda- se ubicaban los progresistas con su rupturista forma de perseguir los cambios, aunque todos intentando trabajar al servicio de la igualdad.
Y no es que lo de antes haya sido mejor que lo de ahora. Es que sólo en este contexto resulta válida la mirada del pasado: hoy somos un enjambre de algoritmos, y ayer éramos un montón de ideas.
¿Qué diría Tales de Mileto en 2024? ¿Qué vocearía ante su auditorio de intelectuales si asistiera al espectáculo que nos dejó esta campaña electoral?
Quedan seis días para que las urnas -antes de la caída del sol- se llenen con votos. Y también quedan seis días para vaciarlas y desentrañar si habrá Gobierno o debemos esperar a una segunda vuelta electoral para decidir entre fórmulas, dos modelos de país. El veredicto del pueblo recién se sabrá un mes más tarde y recién ahí sabremos cuál será la tendencia de los dos modelos en pugna.
Es cierto que tenemos dos coaliciones. El país sigue partido a la mitad. Pero no es menos que somos un país que por población somos similares a un barrio de Buenos Aires, o de San Pablo. Sin embargo nuestros problemas no son de barrios, sino estructurales con impacto sobre sus bordes: y eso se llama marginación, desesperación y cárcel.
Quizá por eso nuestro Partido marcó tanto énfasis en la seguridad ciudadana. Puso al frente de varios paneles a connotados abogados penalistas aunque ningún sociólogo o sicólogo social.
Desde el otro lado de la vereda la mirada no fue muy diferente: si la idea de justicia de nuestros progresistas es la del economista Gabriel Oddone, que ve más adecuado no cumplir con los jubilados para resolver con sus fondos la pobreza infantil, este delirio sólo se justifica por su mirada profesional desde un estudio adentro de una oficina en una zona franca, o por haber sido asesor de cuanta multinacional ha venido a buscar renta al país.
Yendo a la comunicación política es fácil advertir que Andrés Ojeda –sea cual sea su nivel de votación- logró su objetivo. Se posicionó. Cualquier resultado arriba del 12% es bueno. Más allá de eso habría sido mejor que el Partido Colorado se hubiera aferrado -como significante- un poco más al `sobretodo´ de don Pepe que a la ruptura con la historia. Para los uruguayos la socialdemcracia aún es un valor, y miremos esta afirmación desde la globalidad potencial del electorado y no desde el ombligo.
Después de todo, ser batllista, es ser uruguayo Quizá se quiera cambiar su andar cansino, pero jamás podrán desapegarse de esa humildad de gobernar hacia la gente, lo que lejos de constituir un acto de recreación, es la defensa de las ideas. Y por las ideas hasta se muere. Al batllismo no le son ajenas internacionalistas como las de Konrad Adenauer: “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”.
Esta expresión, también muy ligada a la historia uruguaya, es la que me ha mantenido con la ilusión en la política a lo largo de mi vida. Es la misma que nos enseñaba Enrique Tarigo cuando profesaba desde las páginas de EL DÍA primero, y de OPINAR después, conceptos como los siguientes:
“si se reduce la concepción de la democracia a una mera forma de gobierno –el gobierno del pueblo- la democracia puede concebirse de una manera tan dogmática como cualquier otra forma de gobierno. El liberalismo, en cambio, que no constituye una forma de gobierno sino una filosofía, una concepción del hombre, del mundo y de la vida, comienza por afirmar la libertad como esencia del ser humano, y se preocupa especialmente por regular y por limitar el poder de coerción que sobre el hombre posee, irremediablemente, todo el gobierno, aún el gobierno democrático. La tolerancia para con las ideas que no se comparten, para con las ideas que se rechazan y que se impugnan, para las ideas contra las cuales se lucha y se combate dialécticamente, aparece sí, según es fácil de advertir, como un carácter connatural al liberalismo político. Esa actitud de tolerancia para con las ideas –no para con los actos, desde luego, cuando éstos lesionan el orden jurídico- es lo que sintetiza la frase de Voltaire que decía `No estoy de acuerdo con nada de lo que usted dice, pero estoy dispuesto a dar mi sangre para que usted pueda seguir diciéndolo.´”
Si algo nos faltó en esta campaña, fue poder asistir al debate de las ideas. Y a los colorados, en particular, también nos faltó cumplir poder cumplir con nuestra Carta Orgánica, y haber realizado con honor un congreso ideológico y programático, después de la elección interna.
El tema jamás será el armado de una lista; eso, a la larga, es efímero.
El tema es el alma del Partido, y eso son sus ideas.