El Frente Amplio entre la protesta y la credibilidad
El ánimo de la gente está cambiando.
Justo cuando el Frente Amplio creyó haber recuperado su perfil removedor, por haber obtenido –según ellos- casi 800 mil firmas para un referéndum que habilite plebiscitar una ley, esto lo deja al filo de la derrota, porque conseguir las firmas para habilitar una iniciativa popular, que sí es un logro, no garantiza que en el “cuarto secreto” llegada la hora la gente vote, y porque en el terreno parlamentario, hace apenas unas horas, resultó vapuleado por el ministro de Salud Pública que en el marco de una interpelación por “las muertes evitables”, dejó a la izquierda directriz inmersa en la desesperación de saberse más proclive al enfrentamiento que a la razón.
Para el Frente Amplio “copar” las calles y retomar sus tiempos protestatarios, en los hechos lo aleja del perfil gobernante que anhelaba seguir teniendo, y que mantener le será una tarea que implicará bastante más que ser simplemente oposición.
¿Qué garantiza a la izquierda intelectual, aquella que históricamente confabulaba para crear los ámbitos forzados del debate social, llegar con éxito a una elección?, ¿podrá volver a ser en el siglo de la sociedad de la información, para la gente -la suya y la de los indecisos o reflexivos- que son quienes desnivelan los comicios, un camino seguro para retomar el gobierno?
En mi opinión: se equivocaron de estrategia. Adoptando la peligrosa senda de la masividad impensada y manipulada, no sólo se alzaron como un riesgo para la democracia representativa, sino que lo es más mucho más grave han despertado su propio miedo ante el liderazgo de los procesos sociales donde un “tuit” puede más que un libro.
En este contexto de hipocresías sensacionalistas, varios hechos han pasado desapercibidos.
Uno, en apariencia menor, es que el Departamento de Cultura de la Intendencia de Montevideo –la ciudad capital del país- decidió desandar 60 años de idiosincrasia cultural y disponer un impasse en la edición de los premios “Juan Carlos Onetti” de literatura.
En lo personal soy un lector frecuente de Mario Benedetti, socialista confeso y distante de mi ideología, pero pocos como él, o como Onetti, lograron plasmar en letras el gris de la ciudad, el drama de su gente, la pena, la angustias, la alegría o el placer. Fumar sin privaciones de dónde hacerlo, es como hoy reunirse con extraños sin tapabocas.
Onetti incursionó en la actividad pública tanto como Benedetti como empleado de la Contaduría General de la Nación. Privarlos de mantenerse presentes es como privarnos todos de sus virtudes culturales por profesar tal o cual concepción o partido político.
Lo increíble de la lucha interior del Frente Amplio por reconquistar su “cultura” militante, es una actitud tan dramática como la hipocresía de exigir “cuarentena obligatoria” durante la pandemia, y en la primera oportunidad que pueden manifiestan de a miles a los besos y abrazos prohibidos, sin tapabocas ni alcohol en gel. Bastan dos ejemplos para refrescar la memoria: el día de la mujer y la entrega de firmas contra la Luc.
Pero este afán ”culturoso” de querer sentirse propietarios del imaginario social y cultural, llegó con impertinencia insana hasta mismísima Directora del Departamento de Cultura, la profesora María Inés Obaldía, quien al tiempo de pretender dirigir a dedazos TvCiudad, transformándola en un escenario más agraviante para la libertad de información, que lo que reinaba en los tiempos de Marita Muñoz como Secretaría General del Palacio de Ladrillo, ahora estampó su firma para suspender el premio Onetti sin expresión de causa, como si 60 años de trayectoria literaria alcanzaran sólo con los créditos que cree tener por saberse profesora de literatura.
El país que queremos cohabita: y logra su carácter ciudadano por gente como Onetti (escapado del país cuando la dictadura), enérgico periodista defensor de la libertad, y ejemplar profesional que sabía distinguir por dónde debían pasar sus limitaciones cuando informaba, aunque no cuando opinaba.
Los ejemplos de la izquierda intelectual de irradiarlo han quedado en evidencia. En 2009 impugnaron al presidente Julio María Sanguinetti como jurado de los premios “Onetti”, y lo hicieron bajo la consigna de sus críticas infundadas en defensa de los derechos humanos que ellos violaron tantas veces y que deshicieron antes de 1972.
La razón de sabernos en veredas distintas no debe entristeceros, todo lo contrario, debe ser reivindicado con más fuerza, dignidad y prestancia de lo que hasta dábamos a conocer, porque ahora -y no antes- la izquierda orgánica busca reinstalarse a base de construir discursos confrontativos. Lo de la Luc y las firmas ante la Corte Electoral son un claro ejemplo no de pretender que la gente decida, sino de desgastar y desacreditar la democracia representativa.
Igual estrategia e idénticas circunstancialidades las del siglo 21 que la de los años sesenta del siglo pesado. Se muestra prolijos, pero su lenguaje político dificulta sus ideas; no se distingue claramente lo esencial de lo accesorio, y todo parece expresar la misma importancia.
En este ”cambalache” posmoderno el batllismo debe reeditar los premios “Onetti” desde otro lugar. Ese debe ser el desafío. No hay lugar para el olvido.