Culturales

El liberalismo, según Vargas Llosa

Eduardo Irigoyen García

En su obra “La llamada de la tribu”, Mario Vargas Llosa hace un repaso por los grandes escritores liberales que lo fascinaron y anota algunas advertencias:

“El liberalismo ha generado en su seno una ‘enfermedad infantil’, el sectarismo, encarnada en ciertos economistas hechizados por el mercado libre como una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales. A ellos sobre todo conviene recordarles el ejemplo del propio Adam Smith, padre del liberalismo, quien, en ciertas circunstancias, toleraba incluso que se mantuvieran temporalmente algunos privilegios, como subsidios y controles, cuando el suprimirlos podía acarrear en lo inmediato más males que beneficios”.

Vargas Llosa añade en la página 25 de su ensayo:

“Esa tolerancia que mostraba Smith para el adversario es quizá el más admirable de los rasgos de la doctrina liberal: aceptar que ella podría estar en el error y el adversario tener razón. Un gobierno liberal debe enfrentar la realidad social e histórica de manera flexible, sin creer que se puede encasillar a todas las sociedades en un solo esquema teórico”.

Luego de mostrar los vínculos y diferencias entre conservadurismo y liberalismo, y la base de coincidencias con la socialdemocracia, Mario puntualiza que su ideario no debe entenderse “como una ideología más, esos actos de fe laicos tan propensos a la irracionalidad, a las verdades dogmáticas, igual que las religiones […] No somos anarquistas y no queremos suprimir el Estado. Por el contrario, queremos un Estado fuerte y eficaz, lo que no significa un Estado grande”.

Y de inmediato fundamenta:

“El Estado debe asegurar la libertad, el orden público, el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades”.

De alguna manera, Vargas Llosa está contestando a una de las más importantes ideas-fuerza del dogma libertarian-conservador de derecha.

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