El semanario Jaque, el periodismo, los hechos y el relato
César García Acosta
Sólo la verdad de las historias son las que marcan los destinos. No se trata de perspectivas, sólo de hechos donde lo bueno y lo malo termina siendo apenas una cuestión de ley y de orden. Ni derechas ni izquierdas, ni revoluciones tempranas y mucho menos acción y reacción. En las sociedades modernas la verdad de los hechos constituyen la base de un despojo de exceso nacido en la arbitrariedad del poder.
Cuando el Ministro de Defensa Nacional, Javier García, destituyó al presidente del Supremo Tribunal Militar, general (R) Daniel Castellá, cuando salió a luz pública que cuando era capitán había participado del interrogatorio del asesinado médico Vladimir Roslik, en Fray Bentos, en 1984 a meses de restaurarse la democracia.
En la madrugada del 15 de abril de 1984 cerca de las 4 de la madrigada, soldados del Batallón de Infantería Nº 9, con asiento en Fray Bentos, fueron a la casa de Roslik en la localidad de San Javier, departamento de Río Negro. Allí lo detuvieron y lo secuestraron.
Roslik era un integrante del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y ya había sido detenido -y torturado- en otras ocasiones por los militares. Por ese motivo, cuando se lo llevaban, el médico se quejó amargamente: «¡No, otra vez a pasar por lo mismo, no! ¡Otra vez no!».
A las 6.30 del 15 de abril, Roslik ingresó al Batallón de Infantería Nº 9 y fue recluido en una sala de disciplina. Allí estuvo casi 24 horas falleciendo en la madrugada torturado.
Según los involucrados, de acuerdo a una investigación llevada a cabo por los periodistas del semanario Jaque, Alejandro Bluth y Juan Miguel Petit coordinados por Manuel Flores Silva, el interrogatorio a Roslik se inició aproximadamente a las 0 horas del día 16 y a la 1.15 «estando el detenido de pie de espaldas a una pared, con las manos atrás -sueltas- y con los ojos vendados, sufre un desvanecimiento y cae al suelo de bruces». Tras varios minutos de maniobras de reanimación -señalan los involucrados- se constata su fallecimiento”.
El médico militar interviniente en aquél momento fue Eduardo Saiz. El hizo la primera autopsia y certificó «muerte natural» por paro cardíaco. La investigación de la muerte, a su vez, recayó -como era de rigor- en un juez militar, el coronel Carmelo Bentancur.
En una investigación llevada cabo por el periodista Leonardo Haberkorn, la hija del coronel Bentancur (que falleció en 1996) narró que su padre fue objeto de violentas presiones para que avalara la certificación de «muerte natural». «Lo amenazaron con matarnos a mi hermano y a mí», señaló a Haberkorn la mujer. Además, un general muy cercano al entonces presidente de facto teniente general (R) Gregorio Álvarez llamó a Bentancur y lo amenazó de muerte.
La esposa de Roslik, María Cristina Zabalkin, recuperó el cuerpo y gestionó que cinco médicos de Paysandú hicieran una segunda autopsia. Su resultado fue muerte violenta.
Ante la existencia de dos autopsias contradictorias, el coronel Bentancur solicitó una tercera autopsia, la que le fue encargada al doctor Augusto Soiza, médico de la Armada, y al Dr. José Mautone. Practicada la autopsia por Soiza, su dictamen avaló la realizada en Paysandú, que el Dr. Mautone, que no era un médico legista, igualmente suscribió. El Dr. Soiza señaló Haberkorn: «Tenía signos de violencia externos e internos muy importantes, sobre todo la rotura del hígado. Además tenía una aspiración de material gástrico muy turbio, muy fétido, que no es el contenido normal del estómago. Había sido sometido a violencia. La causa final de la muerte era la sumatoria de todas: el individuo está parado durante horas, sometido a gran estrés, golpeado en diferentes zonas, dolorido, no sabe qué le va a pasar, tiene miedo, le dan golpes y le rompen el hígado, lo golpean en las costillas, en la región lumbar, le infiltran el riñón, y todavía tiene algo que no sé si es porque le encajaron la cabeza debajo del agua o tuvo un vómito producto de la violencia y lo aspiró… Eso completó todo. Su resistencia cedió y todas las causas influyeron para determinar la muerte. Y esa es la conclusión básica: fue una muerte violenta».
Cuando le entregó el informe al coronel Bentancur, el juez militar fue derecho a leer las conclusiones y escuetamente le espetó: «Así que es un homicidio».
Los semanarios colorados «Jaque» y «Opinar» se enteraron enseguida del resultado del informe de los doctores Soiza y Mautone. «Jaque», en particular, fue el primero en denunciar que se trató de un homicidio.
Por el homicidio el juez militar, el coronel Bentancur, procesó con prisión al mayor Sergio Caubarrere y al teniente coronel Mario Olivera. Y un juez de segunda instancia los liberó a los cuatro meses.
El capitán Castellá había comandado el operativo de detención de Vladimir Roslik, pero se negaba a involucrarse en el caso salvo haber estado a cargo de su detención.
Un pedido de acceso a la información pública de “La Diaria» dio a conocer que la sentencia final del caso estaba firmada por otro juez militar, el coronel aviador Óscar Vilche, quien confirmó que el entonces capitán Castellá estuvo presente durante el interrogatorio junto a otros nueve oficiales (dos de los cuales fueron los procesados por Bentancur: Caubarrere y Olivera).
Lo demás ya son hechos conformados por la historia: muerte violenta, inexistencia de presunción delictiva del involucrado, y arbitrariedad en las puertas de la democracia.
Abril es un mes de recuerdos violentos. Muchos son los hechos de un lado y del otro de los radicales de siempre, a los cuales Roslik no estaba vinculado: sus ideas lo acorralaron ante criminales disfrazados de militares en un país que ya no admite un solo paso atrás.
Desde estas páginas y más allá de nuestra condiciones políticas, siguiendo el derrotero de Enrique Tarigo -y ya casi a 15 años de esta nueva época de OPINAR-, reivindicamos la verdad de los hechos y el despojo de los falsos relatos provengan de la izquierda levantada en armas como de la derecha radicalizada en sus oscuros relatos. Sus razones contrapuestas fueron como “anillo al dedo” para una democracia devastada por la incomprensión de los discursos.
Hoy cuando vemos a una Intendenta -con ánimo de presidenta- atacar a los Ediles que discrepan y no dan su voto en la Junta Departamental para habilitar un endeudamiento intergeneracional, o cuando una ex candidata al Palacio de Ladrillo –también con ánimo de Intendenta- reclama libertades que no están en tela de juicio, sólo me traen la reflexión de episodios como el de Roslik, donde los políticos más que desdeñar los acuerdos y las conversaciones deberían hacer una procesión de fé democrática y pactar las grandes obras en escenarios con debates públicos capaces de desligar los hechos del relato.
Como en la imagen que ilustra esta nota sólo la sinrazón del extremista lo mata en defensa de sus verdades. Los inteligentes viven para contarlo.