Eso que llaman patria
Ronald Pais
Siendo Juan Martín de Pueyrredón Director Supremo de las Provincias del Río de la Plata, se sentía acosado por los continuos requerimientos de ayuda que, desde Mendoza, le realizaba el General José de San Martín, empeñado en cruzar los Andes con un ejército para liberar a Chile y Perú.
Se trataba no sólo de cruzar la cordillera, perder la menor cantidad de burros, caballos, armamento, vituallas y personas. Se debía llegar a Chile y pelear contra los españoles, derrotarlos y seguir peleando luego en Perú. En suma, liberar definitivamente a esta parte del mundo del dominio español. Esa era la idea.
Tan colosal y difícil de alcanzar parecía el proyecto que a la mayoría de quienes lo conocían les parecía algo muy cercano a una locura
En esas circunstancias, Pueyrredón le dirige a San Martín una carta donde le dice:
“A más de las 400 frazadas remitidas de Córdoba, van ahora 500 ponchos, únicos que he podido encontrar. Van los 200 sables de repuesto que me pide. Van 200 tiendas de campaña. Y no hay más. Va el mundo. Va el demonio. Va la carne. Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo. ¡Y qué carajo! No me vuelva a pedir más, que lo que usted quiere hacer es imposible”
San Martín le responde:
“General Pueyrredón, gracias por el envío. Lo recibiré en los próximos meses. Le agradezco todo lo que ha hecho. Usted tiene razón, lo que quiero hacer es imposible, pero es imprescindible.”
Ya todos conocen la historia. El cruce demoró 21 días. Soportaron temperaturas que variaban entre los 30°C de día y -10° en la noche. Subieron hasta 5000 metros en El Espinacito. Cruzaron, se reunieron las columnas y el 12 de febrero de 1817 obtuvieron la primera victoria en Chacabuco.
Comentando este hecho histórico, Santiago Kovadloff, reflexiona:
“Muchas veces se dice que debemos llevar adelante lo posible; y muchas veces, lo posible es aquello que en nuestra lógica interpretativa de los hechos resulta discernible, inteligible, claro. En cambio lo imprescindible es aquello que evidenciándose ante nosotros como necesario, no deja ver todavía los caminos que puedan permitir su concreción. Y más de una vez renunciamos a lo imprescindible porque se cree que no hay manera de alcanzarlo, quedándonos entonces en el campo de lo posible, que muchas veces está unido a la resignación y no al realismo, a la claudicación ética y no a la comprensión de la realidad”.
También nuestra historia patria tiene ejemplos en los que la fuerza de las ideas y la sed de libertad le pasaron por encima a lo posible gracias al empuje de líderes formidables que estaban decididos a arriesgarlo todo por amor a su patria.
Esa “patria” que hoy podrá presentárseles a algunos como algo con cierto olor a naftalina.
Para muchos jóvenes la patria hoy es el mundo por lo que la facilidad de desplazamiento, la inmediatez de la comunicación, las oportunidades internacionales laborales o de estudio y la posibilidad del trabajo a distancia hacen que puedan no sentir el arraigo y la pertenencia que otros sentimos.
Para mí, la patria es mucho más que agitar una camiseta celeste en los campeonatos mundiales de fútbol. Para mí la patria es mi madre llamándome para el café con leche, mi padre volviendo del trabajo, la sonrisa bondadosa de mi maestra y mi pecho inflamado en la escuela al cantar el Himno Nacional o “Mi bandera”. La evocación respetuosa y admirativa de nuestros héroes en cada fecha conmemorativa. La belleza de un atardecer en nuestros campos o nuestras costas.
Después, la patria fue el barrio, los amigos, el peloteo en la calle, la mirada canchera del almacenero de la esquina, los primeros amores. Y después, el trabajo, el estudio, mi vocación por la música, mi gusto tardío por el tango, las enseñanzas del boliche y el mostrador. Y después… y después. ¡Tantas y tantas cosas! Viviendo, sintiendo, soñando, imaginando… Hasta a tomar conciencia que mi vida estaba dada en su origen por mis circunstancias: donde nací, donde viví, quienes fueron mis padres y como lucharon para que pudiera educarme. Me dí cuenta también que, en cierta forma, era un privilegiado, No era rico pero no pasaba hambre. Podía bañarme todos los días. No vestía ropas de marca pero la que usaba estaba limpia y con los botones cocidos. Y me dí cuenta también que mi destino no dependía de donde me había tocado nacer y crecer ni de lo que tenía materialmente. Dependía de mis propias decisiones. De mi voluntad, de mi esfuerzo, de mis ganas de salir adelante. De buscar mi bienestar y mi felicidad.
Y en ese momento comprendí también que esto sólo era posible en un país que fuera democrático y tuviera libertad.
A fines de los 60´s sentí que todo esto estaba en peligro. Y lo estuvo. Ya habrá tiempo de contarles como viví esos años amargos y como los revivo ahora, sin dejarme llevar por “relatos” tan insistentes como mentirosos. Pero lo importante es que ahora veo, nuevamente, que existen amenazas ciertas para nuestra patria y nuestra esencia uruguaya. Y me alarma que quienes más deberían percibirlas e impedirles avanzar, hacen gala de una llamativa pasividad.
Sé que algunos me tildarán de alarmista, pero cuando veo tanta hipocresía, tanta deshonestidad, tanto caradurismo en ciertos actores políticos vinculados a partidos políticos que son sinónimo de violencia, de sufrimiento, de injusticia, de miseria y que nunca han logrado la felicidad de los pueblos que han gobernado, siento que la política debe mirar mucho más lo imprescindible que lo posible.
Es imprescindible terminar con la colonización ideológica y el adoctrinamiento en la Educación – desde la Escuela hasta la Universidad y en la Cultura en general. Es imprescindible tener una Justicia de calidad e imparcial para todos y no lo que hay hoy. Es imprescindible que terminemos con sindicatos fascistas en el más amplio sentido del término. Es imprescindible que se reconozcan y se protejan los derechos humanos de todos y que no sean solamente un rótulo para disfrazar privilegios y beneficios para terroristas y sus familiares. Es imprescindibles repensar nuestra pertenencia a organizaciones que fuerzan y distorsionan tratados internacionales bien inspirados, atropellando nuestra soberanía.
En suma, es imprescindible más coraje y decisión, si queremos atravesar la cordillera, lograr lo imposible y mantener libre la patria que tanto queremos.