Ha llegado nuestro dunkerque
Guzmán A. Ifrán
Las recientes decisiones políticas en Argentina y Estados Unidos reflejan una preocupante tendencia global: el avance de líderes con legitimidad de origen que socavan las instituciones democráticas y republicanas. En Argentina, el presidente Javier Milei ha decidido nombrar jueces de la Corte Suprema mediante un decreto en comisión, permitiéndose así la potestad de removerlos anualmente. Esta maniobra no solo vulnera la independencia judicial, sino que convierte a la Corte en un órgano subordinado a la voluntad del Ejecutivo, minando el equilibrio de poderes y poniendo en jaque el principio republicano.
Mientras tanto, en Estados Unidos, la reciente visita del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky a la Casa Blanca dejó en evidencia el giro político de la administración republicana, encabezada por Donald Trump y su vicepresidente J.D. Vance. La frialdad con la que fue recibido Zelensky y las amenazas de retirar el apoyo a Ucrania en su lucha contra la invasión rusa marcan un cambio de rumbo alarmante. La cercanía de Trump con Vladimir Putin, aunque no declarada abiertamente, se manifiesta en cada una de sus acciones. La amenaza de dejar desamparada a una democracia que resiste la agresión de un régimen autoritario como el de Putin no solo compromete la estabilidad de Europa, sino que redefine el papel de Estados Unidos en el mundo.Ambos eventos son síntomas de un problema mayor: la expansión del autoritarismo en el mundo. Desde Argentina hasta Estados Unidos, pasando por Venezuela y otras regiones, vemos cómo los liderazgos democráticos se transforman en regímenes que buscan perpetuar su poder a costa de las instituciones republicanas. Como bien lo expresó Hegel: “Lo único que hemos aprendido de la historia es que no hemos aprendido nada de la historia”.
En los años veinte y treinta del siglo pasado, el mundo vivió un proceso similar, con regímenes que fueron desmantelando las democracias y preparando el terreno para una guerra mundial. Hoy, la historia parece repetirse. Si los demócratas y republicanos del mundo no enfrentamos con firmeza esta deriva autoritaria, estaremos condenados a revivir los errores del pasado.
Winston Churchill advirtió a su país primero y el mundo después sobre la amenaza nazi cuando muchos aún creían que Hitler no representaba un peligro inminente. Hoy la amenaza es, cuanto menos, asimilable. De modo que la defensa irrestricta de la democracia, la república y las libertades individuales debe ser nuestra guía, incluso cuando las modas, tendencias y circunstancias nos posicionen en evidente desventaja. En Uruguay, el batllismo ha sido históricamente un defensor de estos postulados, principios y valores. La separación de poderes, la libertad de prensa, la protección de los derechos individuales, el abrazo fraterno a los refugiados y la justicia social han sido siempre de nuestras banderas más encomiables. Y deben seguirlo siendo si de veras adherimos a lo que decimos representar.
Para muchos lo que ocurre en el mundo puede parecer intrascendente, sobre todo para quienes tienen una visión ideológica nacionalista y conservadora, lo cual es legítimo. Están en su derecho. Pero los batllistas no podemos callar bajo ningún concepto ante estos eventos. Debemos pronunciarnos y vehementemente, encolumnándonos sin vacilaciones en la defensa de la libertad de los pueblos, y no solo de los uruguayos. Como lo hicieran Don Pepe, Don Luis y hasta Jorge. Porque el batllismo es filosófica y activamente internacionalista. Y siempre lo será. Somos parte de un sistema global e interconectado, y si hoy van por nuestros vecinos, mañana perfectamente pueden venir por nosotros. Además, si las ideas en las que creemos terminan apenas en una frontera geográfica o administrativa, hablaría en sí mismo de su menguada dimensión y manifiesta intrascendencia.
Estamos en un momento bisagra a nivel mundial. Las decisiones que tomemos hoy, tal y como los pronunciamientos públicos que hagamos o dejemos de hacer, quedarán y para siempre en el ojo de la historia. La neutralidad es tomar partido, y es hacerlo por los tiranos. Tristemente, de nuevo es momento de elegir. Y para los republicanos del hoy es momento de resistir. Ha llegado nuestro Dunkerque.