Política nacional

Las miserias del poder

“Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder”

Montesquieu

Daniel Manduré

Con acierto el maestro utilizaba esa frase para referirse específicamente a la importancia y la necesidad de la separación de poderes. Ese fue uno de sus principales aportes a la construcción de las sociedades democráticas modernas, a la filosofía política. Hacer referencia a esa frase, que mucho dice y que viene al caso por hechos ocurridos estos últimos días.

El poder en sí mismo no es una mala palabra, lo importante es tener claro cómo utilizarlo. El poder para incidir en los cambios que una sociedad necesita, como instrumento de progreso, como herramienta al servicio de la solidaridad. Siempre dentro de los márgenes que la ley permite.

Decía también Montesquieu: “la libertad es el derecho a hacer lo que la ley permite, no a hacer lo que a usted se le antoje”

Es, lamentablemente frecuente que quien tenga cierta cuota de poder tienda a abusar de él, sucede en muchos ámbitos, pero refiriéndonos a los abusos en política debemos ser sumamente cuidadosos porque como servidor público lo que está en juego es el dinero de los contribuyentes.

La transparencia y la legalidad deben ser siempre el punto de partida.

Estos últimos días sale a la luz a través de la denuncia en un medio de comunicación que la ministra de vivienda, Irene Moreira, había otorgado en forma directa, a dedo, una vivienda a una militante de su propio partido.

Eso lo que a simple vista denominamos clientelismo y que tantas veces denunciamos.

La verdad todo lo que vino después fue muy extraño.

Una ministra ingresando casi que a escondidas por un garaje para eludir a la prensa e intentar rendir cuentas al presidente sobre lo actuado.

Un líder partidario que, en un monólogo sin permitir peguntas, de las muchas que surgían, hace mención a una circular interna del 2009 que nada tiene que ver con el asunto en cuestión.

Una ministra, que en otro monólogo y a lo Evita Perón, gritaba: “volvería a hacer lo mismo” hablando de su lucha por los desprotegidos, cuando miles de ciudadanos en situaciones de una gran vulnerabilidad esperan con ilusión el poder acceder a una vivienda digna.

Dirigentes partidarios que intentando defender a la ministra, pero que, con sus declaraciones, lo único que hacían era herir la razón y con raquíticos argumentos parecían pretender menospreciar la inteligencia del ciudadano.

Todo menos lo más importante: reconocer el error y poner el cargo a disposición. Que sencillo hubiera sido.

Defender lo indefendible, intentar justificar con raros artilugios lo injustificable, elegir la victimización como estrategia parece ser el camino. La actitud posterior lastima tanto como el hecho en sí mismo.

Cuando, como decíamos, hubiera sido mucho más sencillo, digno y honesto reconocer el error.

El sentirse omnipotentes, portadores de la verdad, iluminados, puede llevar a estas cosas, tal vez por como dijo Domenech en algún momento: “Tenemos al nuevo enviado de Dios para que nos dirija” Al que no se le puede discutir nada, porque él es la palabra de Dios.

Las coaliciones tienen eso, la integran sectores que pensando diferente llegan a acuerdos programáticos que le den gobernabilidad. Puede haber tropiezos y diferencias y deben ser resueltos con dialogo, altruismo y honestidad intelectual. Como sucede en la mayor parte del mundo. Donde partidos distintos, incluso con orígenes disímiles y sin perder su perfil, acuerdan.

Negociar, dialogar, ceder, conceder, actuar con humildad, reconocer errores, con responsabilidad y lealtad institucional, sin anteponer los personalismos a valores superiores y administrar egos, ese es el arduo trabajo que la realidad política le tiene deparado a quien pretende incursionar por ese camino. Entenderlo es importante. Las coaliciones siguen siendo el futuro, con mayor o menor organicidad, siguen siendo el futuro.

Hay mucho por hacer. Siempre desde lo ético, la legalidad y la transparencia. Sin anteponer lo político a lo jurídico. Lo decíamos antes y lo reafirmamos ahora.

Ojalá en los tiempos que se avecinan todos lo entiendan.

La institucionalidad lo merece.

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