Política nacional

Luis Alberto de Herrera, bisabuelo del actual presidente de la República, fue un opositor durísimo y tenaz contra el batllismo

Eduardo Irigoyen García

Esa confrontación y esa lucha de ideas, a veces limpia y muchas otras no tanto, fue una gran contribución para que el Uruguay construyera una fuerte cultura democrática, partidos políticos que superaron tremendas crisis internas, un sólido civismo y una convivencia pacífica, que muchas veces ignoramos o hasta despreciamos, pero que mostramos como buenos camiseteros y pizarreros, cuando nos comparamos con algunos de nuestros vecinos.

Carlos Maggi, hace algunos años, lo explicó muy bien:

«El nuevo Uruguay fue logrado, al inicio del siglo pasado, por los partidos tradicionales unidos durante los años dorados, cuando Batlle y Herrera coincidieron en dejar sin efecto la falsa constitución del 18 de julio de 1830. Sin violarla, cumpliendo los engorrosos y largos procedimientos imaginados, reformaron la Constitución. Del mismo modo se unieron para sanear democráticamente las diferencias más graves, inventaron y aplicaron un sistema electoral ejemplar para el mundo, que sigue intacto como el gran instrumento para impedir el fraude y dar garantías a todos los partidos, en cada acto eleccionario. Gentiles con las damas, se adelantaron a su época y les dieron la ventaja del divorcio por sola voluntad de la mujer. Todo esto mientras lideaban, cada uno por sus ideas. No fue tarea de uno solo hacer un país moderno, sin guerras continuas y despiadadas».

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