Marx y la Peor Cara de la Política
Pedro Bordaberry
Dos hechos pasaron desapercibidos esta semana.
Me hicieron pensar si en el fondo soy marxista.
Creo que lo soy.
Los dos hechos que me llevaron a ese dilema le hacen mucho daño al país. Y no poco: del tipo que no cubre el seguro.
Sobre todo al sistema político y la credibilidad de quienes lo integramos. Mostraron la peor cara —la peor versión “sin filtro” de la política—.
En momentos de escasez de recursos presupuestales y de avances de los antisistema en el mundo, resucitó la vieja política. La del acomodo, las decisiones inexplicables, las ventajas para algunos, las postergaciones para los que tienen derechos, los amiguismos y las conveniencias personales.
Una remake que nadie pidió, pero igual se filmó.
El primer hecho fue la modificación del proyecto de ley de ingreso a las intendencias. El aprobado hace unos meses establecía algo muy simple: todos los ingresos debían hacerse por concurso.
Sin favores a nadie. Es increíble que se cuestione esto hoy en día. Somos todos iguales ante la ley y tenemos derecho a ingresar a la función pública en igualdad de condiciones.
Pasa en la ANEP, en el BROU y en la mayoría de los organismos públicos. Pero no en las intendencias. Ahí el mérito entra por la puerta del costado. En el Senado, con los votos del Frente Amplio y del Partido Nacional, se transformó esa ley que establecía la transparencia en una ley de ingreso a las intendencias sin concurso.
Es decir, en lo contrario. De la meritocracia a la dedocracia. Legalizaron el amiguismo, el favor electoral, el ingreso “porque sí”.
Eso sí, limitándolo al 4% de los cargos presupuestados, se justificaron. Un 4% simpático: el cupo para los que tienen padrino. Esto equivale a que la Intendencia de Montevideo puede ingresar sin concurso a 300 personas, la de Canelones a 100, la de Maldonado a 90… y así seguimos. Una vergüenza con firma y sello. Votamos en contra obviamente.
El segundo hecho fue la continuación, por parte del gobierno, del nombramiento de embajadores políticos que no son funcionarios de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Entre embajadores, ministros, cónsules y ainda mais, ya llevan 17 y serán muchos más.
Obvio, sin concurso.
Porque al parecer el concurso es para los profesionales de carrera, no para los “diplomáticos de ocasión”.
Entre los varios premiados con un cargo en el exterior sumaron a una blanca, la Escribana Beatriz Argimón, y a una colorada, la Dra. Carolina Ache.
Son de confianza política del presidente y el ministro, se justificaron. Confianza, la nueva moneda de la política: no cotiza, pero da embajadas.
Esto muestra lo peor de la política, lo que quedó claro en el Senado.
El senador Caggiani, que ahora defendió fuertemente a Ache, la acusó hace no mucho de mentir al Parlamento y ser parte de una trama de responsabilidades penales y políticas. Non stop: de “responsable penal” a “embajadora de confianza”.
Todo en un mismo CV. Alejandro Sánchez, Secretario de la Presidencia que mandó el pedido de venia, había dicho de ella que era participante en la trama de mentira al Parlamento y la entrega del pasaporte a un narco. Ahora la postula.
Hay reconciliaciones más rápidas, pero no muchas. Otro senador del FA que votó con entusiasmo la venia a Ache, había dicho que “ella mintió al Parlamento y violó las normas de la JUTEP”.
Como decía Groucho Marx —el bueno— con el que tengo coincidencias: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros” Y si eso tampoco le gusta, tengo embajadas o cargos en las intendencias. Ante tanto cambio de opinión, aclaro que no estoy de acuerdo con el otro Marx, Karl. Ese al que adhieren los que hoy proponen nombrar embajadora a quien ayer acusaban de delitos y mentiras. Los que aprueban leyes para ingresar a cientos de personas en las intendencias sin concurso ni transparencia.
Mientras tanto, trato de ser marxista… pero de los que nos hacen reír como Groucho.
No de los que nos hacen llorar.