Historia

Perspectivas de la historia reciente

Jorge Nelson Chagas

Desde el retorno de la democracia el relato que prevaleció de lo sucedido el 8 de mayo de 1973 en el Instituto Militar de Estudios Superiores (IMES), cuando Héctor Amodio Pérez se entrevistó con los parlamentarios que integraban la Comisión que trataba el desafuero de Enrique Erro, se puede resumir de la siguiente manera: Amodio Pérez habría confirmado la colaboración de Erro con los tupamaros desde 1969. Pero los parlamentarios eran escépticos porque habían sido advertidos por el periodista Federico Fasano que Amodio Pérez estaba comprometido en una conspiración para desacreditar a la clase política. El histórico dirigente del MLN habría escrito un libro con ese fin y el senador nacionalista Dardo Ortiz – que poseía el manuscrito- mediante un ardid logró confirmarlo.

Héctor Amodio Pérez ha dado otra versión de los hechos. Para empezar serían varios testimonios de tupamaros – y no sólo el de él – que señalaron a Erro como colaborador. Sí había escrito el libro, pero no como parte de una conspiración golpista sino que era un relato en tercera persona sobre su integración al MLN, el desarrollo de la organización y las causas de la derrota. En realidad la cuestión de fondo era que se buscaba  por todos los medios sindicarlo como el traidor absoluto del MLN y achacarle toda la culpa.

Una anécdota personal: tengo en mi memoria, las imágenes televisivas en blanco y negro de Amodio Pérez cuando enfrentó a la prensa, tras reunirse con los parlamentarios, y dijo: “Soy Héctor Amodio Pérez, con lo que está todo dicho”. En ese momento yo era un adolescente y su figura había adquirido contornos de leyenda. Una leyenda oscura, por cierto.

Ahora bien, alguien me podría preguntar que opino al respecto, si Amodio Pérez está diciendo o no la verdad. No voy a andar con vueltas: mi opinión es que Amodio Pérez en un punto está diciendo la verdad: no fue el único que acusó a Erro y probablemente, ni siquiera fue el primero.

Esto no quiere decir que sea totalmente inocente, pero – estoy convencido – que en forma paradojal al querer sindicarlo como el máximo traidor  agigantaron su figura. Una suerte de Judas Iscaiote. El pecador por excelencia, cuyo señalamiento culpable evitó – en un primer momento – un análisis objetivo de las verdaderas causas del fracaso de la guerrilla en Uruguay.

Amodio

He recibido varias críticas a nivel particular de amigos de izquierda que han interpretado que en mi última nota hago una defensa de  Héctor Amodio Pérez 

No es así. De ninguna manera. En realidad Amodio Pérez, desde que llegó al país, se ha defendido solo. No se ha negado a hablar con ningún periodista, investigador, historiador o personas comunes y corrientes. Es más: ha desafiado públicamente a los dirigentes del MLN a debatir con él sobre los hechos históricos. O sea que si algo no necesita Amodio Pérez, es mi ayuda.

Ahora bien. Es cierto que yo no comulgo con la idea  del máximo traidor y culpable de la debacle tupamara. He afirmado, más de una vez, que eso forma parte del “relato oficial” tupamaro que, a esta altura, hace agua por varios lados. Los historiadores estamos obligados a buscar la verdad. Una verdad que, a veces, no nos puede gustar. Pero no podemos ocultarla.

Con el caso de Amodio Pérez pondré un ejemplo interesante: en el libro “El Caso Mitrione” de Clara Aldreghi, un trabajo excelente con documentación desclasificada de EE.UU., un dirigente tupamaro sostiene que Amodio Pérez ya en ese tiempo – año 1970- trabajaba para inteligencia policial. Lo acusa de ser el entregador del escondite  de la calle Almería donde cayó gran parte de la dirigencia, incluido Raúl Sendic.

Pero aquí hay un problema. Porque Amodio Pérez fue el principal ejecutor de dos fugas posteriores de presos y presas tupamaros/ras. Como historiador me debo preguntar: ¿Amodio Pérez delató a sus compañeros en 1970 y después empleó toda su destreza para liberarlos? ¿Por qué no aprovechó esos momentos para destruir completamente a la organización? ¿O es que sufre de una severa esquizofrenia?  ¿Y si lo que pasó realmente fue un error en las normas de seguridad de la clandestinidad que fue aprovechada por las fuerzas policiales?  

Es aquí donde conviene usar la querida “Navaja de Ockham”. Cuando se presenta un problema con varias posibles soluciones en igualdad de condiciones que tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja. Ni infiltrado, ni esquizofrenia. Hubo una falla en la organización.      

Por eso he dicho que se ha agigantado su figura y sus acciones para colocarlo en el papel del traidor perfecto.

Cuento una anécdota personal. Un amigo mío, a mi juicio uno de los historiadores más serios que hay en Uruguay, conocía por motivos familiares a un dirigente histórico tupamaro hoy fallecido. Este le contó que el servicio secreto inglés se comunicó con él para que identificara a Amodio Pérez como el autor del famoso atentado a Edén Pastora. Aceptó, viajó a Londres con todo pago y cuando le presentaron fotos y un video confirmó la identidad de Amodio Pérez.

Cuando hablé con Amodio Pérez le pregunté sobre este tema y él lo negó enfáticamente. He intentado infructuosamente que mi amigo converse con Amodio para clarificar este tema y otros muchos más. Por cierto, yo respeto su decisión.  Aunque demuestra como el nombre de Amodio Pérez sigue generando rechazo aún en personas inteligentes capaces de analizar con rigor y objetividad los hechos históricos. El mote de traidor es muy difícil de revertir.        

Pero los historiadores debemos evitar señalar culpables o inocentes. Tenemos que buscar la verdad, sabiendo de antemano que no es camino sencillo.

Bordaberry

El 22 de junio de 1973 el presidente Bordaberry se reunió con los mandos militares. Los comandantes le reclamaron la firma de un decreto de prisión para el senador Enrique Erro sin importar que aún tuviera fueros, ni tampoco que no se le hubiese podido iniciar juicio político.

No sólo los militares estaban convencidos de la culpabilidad de Erro. La Unión Nacional Reelecionista y la lista 15 creían lo mismo. En caso particular de la 15 había votado favorablemente el desafuero de Erro pero al rechazarlo el Parlamento entendía que el gobierno debía acatar el pronunciamiento.

Hay indicios históricos que no todo el pachequismo estaba dispuesto a apoyar el eminente golpe de Estado.  Incluso, no pocos colorados, consideraban que si bien el quiebre institucional era inevitable debía durar lo menos posible. Este es uno de los tantos aspectos que la historiografía nacional no ha estudiado detenidamente.   

Ferreira Aldunate intentó un acto de resistencia, en el cual arremetió contra los militares, que no contó con respaldo popular. Algo similar a lo ocurrido en febrero. Una parte muy considerable de la ciudadanía no estaba dispuesta a movilizarse para defender las instituciones. ¿Esta nueva comprobación incentivó aún más la determinación de los golpistas? ¿La disolución de las Cámaras contó con un importante aval popular? ¿Cuál era el concepto que los ciudadanos uruguayos tenían de aquella democracia de 1973?  Aunque no nos agraden creo que los historiadores debemos hacernos estas terribles preguntas. 

El lunes 25 hubo una nueva reunión de Bordaberry con los militares y al día siguiente, el presidente planteó al Consejo de Ministros su decisión. Cuatro ministros no compartieron la medida (Robaina Ansó, Tte.Cnel. Ángel Servetti, Purriel y Presno). Tampoco el director y subdirector de la OPP (Zerbino y Bensión). Tampoco los miembros del CONAE (Lanza y Electicia Vasconcellos) y el director de Enseñanza Secundaria, Didier Opertti.

Si bien los ministros herreristas (nombrados por el Acuerdo Nacional o Pacto Chico) apoyaron la medida, acordaron no firmar el decreto. En este punto también hay indicios que el apoyo del Herrerismo al golpe no fue unánime. Por ejemplo, el entonces joven diputado Luis Alberto Lacalle Herrera se opuso y sufrió la prisión.

Se ha sostenido que antes de estampar la firma Bordaberry tuvo un momento de indecisión. Algunos ministros  le pidieron que reconsiderara su actitud. No hubo suerte.

No detallaré la última reunión del Parlamento. Es muy conocida. Fue una noche fría y triste. Una foto muestra el ingreso de los militares al Palacio Legislativo con paso firme y decidido.

Estoy tentado a escribir una breve historia (personal) de la dictadura 1973-1984.

Pero tengo miedo – lo reconozco- de armar un gran lío.

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