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¿Por qué hubo una «Teología de la Liberación»?

Hugo Machin Fajardo

Latinoamérica fue y es el continente más desigual. No el más pobre, pero sí el que tradicionalmente ha ofrecido y mantiene una gran inequidad. El fallecimiento de Gustavo Gutiérrez (1928-2024) el miércoles 23/10 retrotrajo en la mente de millones de latinoamericanos la Teología de la Liberación (TdL), desde que al teólogo católico peruano se lo identifica con la creación de esa corriente religiosa nacida hace más de medio siglo y que tuvo fuerte impronta en la vida y la muerte de los cristianos en la región.

¿Qué fue este remezón dentro de la Iglesia católica, y en menor grado, en la protestante? En principio, un reacomodo —de una institución que data de dos mil años— a lo que sus jerarcas denominan «signo de los tiempos». En este caso, con la novedad de haberse implementado desde los márgenes de la colectividad católica que paradójicamente concita a la mayoría de sus seguidores:  Latinoamérica.

La crisis del modelo desarrollista, la bipolaridad de la Guerra Fría, y el impacto de la Revolución cubana (1959) en los movimientos de izquierda y revolucionarios latinoamericanos, coincidieron para sintetizar algunas de las reformas eclesiásticas del Concilio Vaticano II (1962-1965) en un cambio cultural religioso que fue la base para la TdL.

Si en la primera mitad del siglo XX la Iglesia católica cargó el lastre de haber sido primero aliada de los conquistadores; y luego sustentadora de las elites criollas emergentes de la independencia y las guerras civiles del siglo XIX; no obstante, las jerarquías católicas habían recuperado espacios de poder frente al positivismo laico, reinsertándose en la educación y trabajando sobre líderes políticos.

Los años que van de 1940 a 1960 ofrecen la pugna católica por crecer en los ámbitos educativos, oponerse a la secularización creciente, donde el divorcio era el enemigo a derrotar; y, paralelamente, impulsar Partidos Demócratas Cristianos como los de Chile, El Salvador, y en grado menor en otros países. En Uruguay, el PDC heredero de la católica Unión Cívica, pese a su reducida expresión electoral, fue clave para un hecho político inédito en el mundo: la unión junto a partidos marxistas (comunistas y socialistas) en 1970 del Frente Amplio, coalición que gobierna Montevideo desde 1989 y ha gobernado el país durante 15 años (2004 a 2019).

En la década de los sesenta, varios teólogos latinoamericanos formados en Europa, incorporaron las ciencias sociales al análisis de la realidad religiosa regional encontrándose con el olvido consuetudinario en que ha sido mantenido el subcontinente.  

Latinoamérica fue y es el continente más desigual. No el más pobre, pero sí el que tradicionalmente ha ofrecido y mantiene una gran inequidad.

Fue una labor teórica de esos pensadores clericales para unificar la identidad cristiana y la acción política comprometida con el cambio social. Tanto se orientó la reflexión eclesiástica en ese sentido, que la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), reunida en Medellín en 1968, calificó de «pecado estructural» las causas de la injusticia en Latinoamérica.

Los obispos Sergio Méndez Arceo (1907-1922) México, —el «obispo rojo»—; Hélder Cámera (1909-1999), Brasil; el español Pedro Casaldáliga (1928-2020) en Centroamérica; el cardenal Evaristo Arns (1921-2016), Brasil y Leonidas Proaño (1910-1988), Ecuador, impulsaron en sus respectivas diócesis lo que sería la TdL.

 El brasileño presbiteriano Rubem Alves (1933-2014) en 1968 defendió en Princenton su tesis doctoral Towards a Theology of Liberation (Hacia una Teología de la Liberación), publicada por la editorial Tierra Nueva, del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL) en su sede de Montevideo, Uruguay. Alves coincidirá con Gutiérrez en Suiza, en una reunión organizada por el Consejo Mundial para la Paz y la Sociedad para el Desarrollo de la Paz (Sodepaz), quien por esa época presentaba su trabajo «Hacia una teología de la liberación», en un encuentro organizado por la Oficina Nacional de Información Sacerdotal (OniS) en Chimbote, Perú, documenta el sociólogo mexicano Malik Tahar-Chaouch.

En resumen, los textos fundacionales de la teología de la liberación fueron escritos por los católicos Hugo Assmann (1923-2008), brasileño, «influenciado directamente por Marx», y Gutiérrez, con una «influencia indirecta y parcial de Marx», según el cientista político y cristiano nicaragüense Andrés Pérez Baltodano. Esos textos fueron ampliados y diversificados por los sacerdotes brasileños Leonardo Boff (1938) y Clodvis Boff (1944); el argentino laico Enrique Dussel (1924-2023); el sacerdote chileno Pablo Richard (1939-2021); el jesuita uruguayo Juan Luis Segundo (1925-1996); el filósofo uruguayo especializado en Religión, Ricardo Cetrulo (1929-2022); el jesuita argentino Juan Carlos Scannone (1931-2019) y Jon Sobrino (1938), jesuita español. Posteriormente se sumará el economista y teólogo alemán Franz Hinkelammert, (1931-2023), radicado en Costa Rica, investigador del Departamento Ecuménico de Investigación (DEI). En Italia, el salesiano, luego expulsado de esa congregación, Giulio Girardi (1926-2013), también fue animador del dialogo entre marxistas y cristianos desde sus cátedras de filosofía y teología.

No fue ajena a estos cambios que se impulsaban la Compañía de Jesús (jesuitas) «institución monárquica», como la define su historiador Jean Lacouture, y por lo tanto bajo la impronta determinada por su «papa negro» que para esta época era el vasco Pedro Arrupe. En 1965 se envió una encuesta «sociológica» a los treinta y cinco mil jesuitas entonces censados en los cinco continentes, para que dieran su opinión sobre la situación y el futuro de la Compañía fundad en 1540 por Ignacio de Loyola.

En 1967 Arrupe, quien ya procesaba las respuestas a su encuesta, le escribe «a los padres jesuitas de Estados Unidos» que «demasiados jesuitas se han apartado del modo de vida de los pobres y por consiguiente de la mayoría de los negros (…) Se ha olvidado demasiado que la Compañía está al servicio de la humanidad, y más especialmente de los pobres, de los grupos desfavorecidos, como Cristo…».

Por otra parte, el «1968» de los jesuitas en Latinoamérica, tuvo como ámbito de acción la pobreza y marginalidad de la región.   

Los casos más extremos de este movimiento serían los curas españoles Manuel Pérez (1943-1998), comandante guerrillero en Colombia; José A. Jiménez (1935-1974) y Domingo Laín (1940-1974), también miembros de la guerrilla colombiana de inspiración castrista, Ejército de Liberación Nacional (ELN), al igual que el sociólogo y sacerdote Camilo Torres (1929-1966).

Asimismo, el ex sacerdote salesiano uruguayo, Indalecio Olivera (1935-1969), integrante de la guerrilla tupamara de Uruguay, cayó en un enfrentamiento con un policía de ese país, también fallecido en esa circunstancia. Tanto en los tupamaros uruguayos como en Montoneros de Argentina y en otras guerrillas latinoamericanas, esta teología fue decisiva para la incorporación de jóvenes cristianos a esas guerrillas. «Ver, juzgar y actuar», era la consigna imperante en las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), desde las que se proyectó la TdL, así como en los «grupos de reflexión» de la pastoral social católica.

Si a esa forma de pensar políticamente, se le añade el «quien no está conmigo está contra mí»; y que «a los tibios los vomitaré de mi boca», surgidos de los evangelios, puede suponerse el grado de radicalización, y hasta fanatismo, que imbuyó las mentes juveniles de una época ya de por sí teñida de impulsos revolucionarios. Prueba de esto es el asesinato del cura villero argentino y fundador del Movimiento Sacerdotes para el Tercer Mundo,  Carlos Mugica (1930-1974), cuya muerte es atribuida a la represión parapolicial, pero existen dudas sobre verdaderos los autores intelectuales del crimen, pues podrían haber sido montoneros en discrepancia con el religioso peronista, quien en 1974 ya cuestionaba la lucha guerrillera en Argentina.

Notoriamente en Centroamérica las guerrillas setentistas salvadoreñas, nicaragüenses y de otros países de esa región,  recibieron contingente de jóvenes cristianos influenciados por la TdL capitalizados por dirigentes guerrilleros de entonces, como Tomás Borge (1930- 2012), fundador del Frente Sandinista, quien hábilmente utilizó el lenguaje cristiano en su difusión del sandinismo. Borge, tras participar del robo en que, luego del triunfo de Violeta Barrios de Chamorro en 1990, incurrieron varios dirigentes revolucionarios nicaragüenses— la «Piñata Sandinista»— terminó sus días apoyando al dictador Daniel Ortega.

Una tragedia sufrida por otros impulsores de la teología de la liberación, fue la masacre de los jesuitas de la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador ocurrida en1989, en que militares asesinaron a seis sacerdotes, cinco de ellos españoles, una mujer y su hija. El pretexto para el crimen fue que los jesuitas eran partidarios de un acuerdo negociado entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí y el gobierno salvadoreño.

Ya en la Conferencia Episcopal Latinoamérica de Puebla (1979) la definición de «opción preferencial por los pobres», en sustitución de la de los pobres como «sujeto histórico de liberación», surgía como transacción y transición entre la TdL y los sectores eclesiales opuestos a ella. La ola represiva que ganó sobre todo el Cono Sur latinoamericano, también fue decisiva para arrinconar a la TdL que, en el caso de Chile había llegado a convocar en 1972 el «Encuentro de Cristianos por el Socialismo».

Pero el Vaticano, con la llegada en 1978 del polaco Karol Wojtyla (1920-2005) al papado (Juan Pablo II), blindado por el Opus Dei, ya había iniciado la contrarreforma teológica en la que Joseph Ratzinger — luego renunciado papa Benedicto XVI, abrumado por la publicidad, no por la existencia, de los miles de abusos sexuales eclesiásticos sobre niños— fue fundamental con su «Instrucción sobre algunos aspectos de la «teología de la liberación”, publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1984.

En 1986 el escritor estadounidense Michel Novak (1933 -2017) calificó a la TdL como «una reinterpretación cristiana del marxismo» y proponía que América Latina precisaba «una teología empresarial y comercial…es decir una teología capitalista».

La década del noventa traerá una declinación de la Tdl. Tomó otros rumbos buena parte de la propia militancia. El PT de Brasil se nutrió de ex integrantes de la CEB, robusteciendo asimismo al movimiento «Sin Tierra» brasileño. En Chiapas, el obispo Samuel Ruiz (1924-2011), conectado con el zapatismo, propiciaba una «Iglesia autóctona» más que la TdL Durante su gestión se formaron algunas de las ONG dedicadas a la protección de los derechos humanos.

El papa argentino Jorge Bergoglio (87) (Francisco), en septiembre de 2013, seis meses después de su elección como papa, invitó a Gutiérrez a un encuentro privado en Roma. El gesto representó un giro. Era la primera vez que un papa recibía al teólogo peruano desde que en la década de 1980.

El actual Papa Francisco nunca apoyó los postulados de Gustavo Gutiérrez, el sacerdote peruano conocido como el propulsor de la teología marxista de la liberación, afirmó en enero de 2017 el sacerdote jesuita argentino Juan Carlos Scannone en el libro «Francisco Nuestro Hermano Nuestro Amigo»,  de Ignatius Press,  del director de ACI Prensa, Alejandro Bermúdez.

Un año después, el teólogo jesuita Ernesto Cavassa, rector de la peruana universidad Antonio Ruíz de Montoya, en declaraciones a la AFP sostuvo que «El papa Francisco recoge las grandes líneas básicas de la reflexión teológica latinoamericana, pobreza y pecado estructural. Este papa quiere que la iglesia recoja la visión de los pobres», acota Cavassa, para quien Francisco sintetiza los mayores aportes de la iglesia latinoamericana a la doctrina social de la iglesia desde los sínodos de Medellín (1968) y Aparecida (1997).

Más recientemente, en junio 2022, Bergoglio declaró que «la Teología de la Liberación jugaba mucho con el análisis marxista», y aseguró que al inicio, sus teóricos, no tenían «ni la menor idea» de la realidad iberoamericana, al tiempo que sostuvo que «la teología de la liberación tuvo aspectos positivos y también tuvo desviaciones, sobre todo en la parte del análisis marxista de la realidad».

Otros autores cuestionan que hay una dimensión de la liberación integral que no ha sido reconocida por el papa Francisco en la misma medida que es el tema del género.

Según el teólogo claretiano José María Vigil la Iglesia ha revalorizado una corriente denostada por anteriores pontífices, que debió pagar sus propuestas con al menos 500 represaliados, y amonestaciones sobre las conferencias nacionales de religiosos, con intervención sobre la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos.

Sin embargo, considera Vigil que no ha rehabilitado a sus defensores. Lo cierto es que Bergoglio como provincial de la Compañía de Jesús en Argentina entre 1973 y 1980 se opuso firmemente a la TdL. Luego fue confinado en Córdoba sin competencias pastorales desde donde lo rescató Wojtyla en 1992 nombrándolo obispo auxiliar de Buenos Aires. En 1998 fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y más tarde presidió dos veces la Conferencia Episcopal Argentina.

En 2019 el escritor peruano-italiano Julio Loredo de Izcue, presidente en Italia de la asociación Tradición, Familia y Propiedad, publicó «Teología de la liberación. Un salvavidas de plomo para los pobres», libro en el que además de cuestionar desde varios aspectos a la TdL, sostiene que esta corriente cristiana pretende reinventarse con las propuestas de «teologías negra, indigenista, ambientalista, de «género», etc. favorecida por inesperados apoyos eclesiásticos y publicitarios».

Recientemente el que fuera impulsor de la TdL, Clodvis Boff, en 2023 sostuvo que la Teología de la Liberación fue la responsable del «vaciamiento» de las iglesias católicas en Brasil, país en el que a fines de la década de 1960 los católicos eran el 90% de la población y en 2020 habían descendido al 51% según encuesta de Datafolha, informa ACI Prensa, agencia católica.

Conocí a varios sacerdotes uruguayos durante la dictadura en mi país (1973-1985), que fueron solidarios con los opositores al régimen cívico-militar. Con conocimiento de causa: los salesianos José «Pepe» Somma y Manuel Pérez.

Entrevisté al jesuita chileno José Aldunate (1917-2019), en 1986—tiempos de Pinochet— fundador del movimiento contra la tortura «Sebastián Acevedo”, persona digna y valiente, cura obrero solidario con los demócratas chilenos, Premio Nacional de los Derechos Humanos de Chile 2016. Entrevisté en 1989 al jesuita Fernando Cardenal (1934-2016), ministro de Educación del primer gobierno sandinista, quien, encabezó una exitosa campaña de alfabetización en el país de los volcanes que redujo el analfabetismo del 50,35% al 12,96%, y mereció a Nicaragua un reconocimiento de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Le pregunté sobre el futuro de aquella revolución y recuerdo su respuesta sobre si Nicaragua viviría una lucha de clases o el sermón de la montaña : «Ni sermón de la Montaña ni luchade clases». Lo reencontré en Managua en 2010, ya como manifestante opositor que sufría la represión de Daniel Ortega.

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