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¿Queremos dar vuelta la página?

Nicolás Martínez

Con más de dos mil firmas, un grupo de ciudadanos pertenecientes al Foro de Montevideo presentará el próximo lunes 8 de noviembre al presidente Luis Lacalle Pou, una carta que exige la liberación de los presos de Domingo Arena, cárcel donde se encuentran recluidos quienes fueran victimarios y culpables por crímenes de lesa humanidad durante el último período de facto. Este grupo de ciudadanos, se proclaman como “anhelantes de la paz y la reconciliación nacional” bajo la premisa de querer dar vuelta la página.

Dentro de sus principales exponentes, se encuentra la premiada escritora uruguaya Mercedes Vigil, quien desató la polémica mediante su participación en algunas entrevistas en medios periodísticos con afirmaciones que fueron muy cuestionadas y puestas en jaque. La autora en su discurso y en su ¿argumentación? sostiene que nuestro país vivió un conflicto bélico entre dos partes, a sabiendas del lector, el grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, y el estado que debió hacer frente a dicha situación por el otro. Por lo tanto, se plantea la existencia de dos bandos armados con daños colaterales por ambas partes.

Vigil sostiene que lo importante en este marco de discusión es a propósito de esta “ser sacada de la anécdota” agregando que “la anécdota en filosofía nunca fue argumento”. Dicho esto, no queda muy claro el tenor de la premisa de la autora, porque al referirnos a esa etapa de oscuridad y de violaciones sistemáticas a los derechos humanos en nuestro país, hacemos alusiones a hechos, hechos específicos que sembraron el terror en nuestra sociedad por más de diez años. Si bien es cierto que la autora sostiene lo terrible del terrorismo de estado, hace alusión a “que terrible que una potencia como Rusia intervenga para derrocar un gobierno republicano en cualquier país del mundo”, en alusión a embarcaciones que llegaron a nuestro pais con personal entrenado para la guerra en el marco del estallido revolucionario que fervientemente estallo en estos lares. Sostiene además que nota que “hay un anclaje en el pasado” y que “la desclasificación de todo este tipo de documentos están viendo que las guerrillas latinoamericanas no enfrentaron necesariamente al terrorismo de estado con un terrorismo común ciudadano, como pudo haber sido esta, que es distinto”. Convengamos que, en este último punto, nada nuevo aporta Vigil, ya que nos consta según las extensas fuentes historiográficas e incluso según las mismas actas y documentos de los tupamaros, que el levantamiento armado ocurrió en plena democracia, la misma democracia que eligió y pidió preservar el guerrillero Ernesto Guevara.

Entre otras cosas, sostiene la autora que “la carta no es, ni más ni menos, que la expresión de la mayoría de los uruguayos”, afirmación más que dudosa y cuestionada si en aras de lo estrictamente metodológico, una simple regla de tres delata que los firmantes no superan el 0.05% de la población. Ahora bien, ¿quiere decir acaso esto, que por su representación proporcional del grupo convocante sea menos legítima la petición? Para nada, diría que, por el contrario, que nuestro sistema republicano, es menester la libre expresión y la defensa de las convicciones de cada uno de los individuos que forman parte de nuestra democracia liberal, lo que no quita el mérito de señalar cuando una premisa es falsa, como la señalada anteriormente en el marco de que en la carta se verían reflejada la mayoría del sentir de los uruguayos.

Otra de las afirmaciones trascendentes de la carta, es que se menciona que “presuntos delitos, en todo caso ya prescritos, continúan llevando hoy a la cárcel a soldados, ya septuagenarios, que más allá de las faltas cometidas, actuaron llamados a defender las instituciones”. El problema desde mi visión en esta afirmación es de tamaño espanto ¿por qué digo esto? Porque se hace alusión entre otras cosas a “presuntos delitos” y “faltas cometidas”. Como es de conocimiento de cualquier individuo con conocimientos mínimos de derecho, sabrá que la Justicia como tal, ofrece todas las garantías para todas las partes involucradas mediante un proceso de judicialización, debiendo ofrecer de un lado y del otro, pruebas que sustenten una acusación o una defensa, con todos los recursos garantistas de apelación en caso de estar convencido pruebas mediante, de estar ante una injusticia o una sentencia incorrecta. Las “faltas cometidas” a las que hace referencia Vigil son las siguientes: privación de libertad, abuso de autoridad, homicidio, asociación para delinquir, participación en el Plan Cóndor, abusos sexuales, torturas, violencia privada, encubrimiento, etc.

Si bien, se pudiese estar de acuerdo o no, cuando la autora a propósito del conflicto armado afirma que “En ese contexto, se impulsó el terrorismo internacional, con intervención directa de la URSS a través de asesoramiento, entrenamiento y aporte de insumos bélicos a los grupos terroristas regionales.”, no exime esto, a los brutales crímenes perpetrados desde el estado por militares y civiles que dieron rienda suelta a su lado más oscuro y perverso, torturando, asesinando, violando, secuestrando y desapareciendo personas, algunos ciudadanos comunes y corrientes que fueron víctimas y se vieron involucrados en una guerra de la que no pidieron formar parte. Acciones por su parte, que se intensificaron una vez vencida la guerrilla en democracia, y con todos sus actores presos o exiliados del país.

En referencia a quienes se encuentran cumpliendo su pena en la cárcel de Domingo Arena por cometer delitos de lesa humanidad, la escritora afirma que “hay algo más que un montón de viejos soldados, allí estamos presos todos, está presa nuestra democracia”, los que justamente y valga la redundancia, están presos por atacar y violar sistemáticamente nuestra democracia, por lo que querida señora y con el mayor de los respetos ¡Están presos allí,  para preservar nuestra democracia de quienes mataron, violaron y torturaron sin remordimientos de manera injustificada en una guerra que ya había culminado!

Para finalizar y no extenderme más en cuestionamientos a la carta y el contenido allí descrito y que es muy discutible, vale aclarar, que aún quedan por responder el paradero de 197 personas desaparecidas durante la dictadura militar, donde 197 familias aún se siguen preguntando ¿Dónde están?, sin tener respuesta alguna por parte de quienes fueron protagonistas y responsables de fragantes aberraciones humanas, los mismos “viejitos” que hoy se encuentran cumpliendo sus penas bajo las garantías de un sistema democrático, garantías que no le fueron otorgadas a cientos de víctimas del terrorismo de estado. Vigil sostiene que “es hora de un acto de grandeza, cesando definitivamente las hostilidades, liberando a aquellos que el soberano ya perdonó”, pero se equivoca en demasía, el verdadero acto de grandeza querida señora es una vez cesadas las hostilidades, liberar los silencios y empezar a echar luz sobre las verdades, porque no pueden perdonar quienes no saben dónde están, porque el tiempo no borra heridas, la verdad sí.

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