Una muy buena candidata, sin cobertura estratégica suficiente
Eduardo Fazzio
Las elecciones departamentales del 11 de mayo en Montevideo reafirmaron, una vez más, la hegemonía del Frente Amplio. Pero más allá del resultado general, lo que debería ocuparnos seriamente al Partido Colorado es el modo en que volvimos a quedarnos sin una propuesta política reconocible, ni una estrategia efectiva que tradujera nuestra presencia en crecimiento real.
UNA FIGURA VALIOSA, SIN ANDAMIAJE POLÍTICO La candidatura de Virginia Cáceres fue, en muchos sentidos, un acierto simbólico y humano. Abogada, ex presidenta del Codicen, mujer con credibilidad y buen trato público, fue bien recibida por distintos sectores del electorado. Su figura transmitió renovación y equilibrio. No fue resistida, ni generó anticuerpos. Aunque la propuesta colorada no haya impactado tanto como hubiéramos deseado.
Ese contraste —una muy buena candidata con rendimiento electoral por debajo de las expectativas partidarias— no puede ser explicado apelando a lo personal, ni atribuido a fallas individuales. El problema estuvo en otro lado: en la falta de cobertura estratégica y en la ausencia de una apuesta política decidida por hacerla crecer.
Aquí es donde aparece una primera línea de acción necesaria: convertir a los candidatos en voceros estratégicos. No basta con que representen renovación o buena imagen; deben ser el rostro visible de una narrativa política clara, y contar con equipos, guion, formación y respaldo para posicionarse como tales.
CUANDO LA COALICIÓN BORRA PERFILES En Montevideo, el Partido Colorado volvió a diluirse dentro de una Coalición Republicana que, más allá de su valor electoral en otros departamentos, funcionó como una maquinaria orientada a sostener la figura más fuerte: la del candidato del Partido Nacional, Martín Lema.
Cáceres no fue proyectada desde la plataforma partidaria como una contendiente real por la hegemonía dentro de la coalición. Tampoco fue percibida por el vecino común como una candidatura que buscara disputarle liderazgo a Lema, ni aprovechar su figura para reconstruir una narrativa colorada relevante en Montevideo. La estrategia adoptada fue más cercana a un apoyo táctico para ganarle al Frente Amplio que a una jugada para reposicionar al partido.
Eso tuvo consecuencias: sin un relato propio de resonancia partidaria, sin diferenciación clara y sin un discurso que la presentara como voz legítima de un proyecto batllista moderno y urbano, la candidata quedó sola con sus notorias cualidades personales, que no alcanzan cuando no hay detrás un plan político de arraigo.
Aquí es fundamental reconstruir una narrativa propia urbana y batllista. Montevideo necesita una propuesta colorada que dialogue con los problemas reales de la ciudad desde una visión liberal-progresista, con énfasis en la movilidad, el desarrollo barrial, la inclusión y el empleo joven. Sin esa voz clara, no hay identidad que defender ni ciudadanía con la cual conectar.
UN SOLO PARTIDO… CUANDO SE JUGABAN DOS Además de la disputa por la Intendencia —la más visible— se definían también los lugares en la Junta Departamental y las Alcaldías. En ese terreno, el Partido Colorado necesitaba jugar un segundo partido: uno interno, dentro de la propia Coalición, para afirmarse como opción electoral propia.
Renunciar a esa competencia estratégica con el Partido Nacional tuvo efectos claros: sin identidad alternativa, sin campaña diferenciada, se perdió terreno en la representación institucional. Y eso compromete no solo la proyección electoral, sino la construcción misma de cuadros y referentes en Montevideo.
Pareciera que el efecto coalición, para quienes creen sinceramente en su vocación de unidad, arrastra una consecuencia riesgosa: anestesia la identidad política departamental. Y esa anestesia deja sin reacción a un partido que necesita volver a sentirse vivo en Montevideo.
No renunciar a la competencia interna en la coalición debería ser premisa. La unidad no debe significar subsumirse; la coalición debe ser un espacio de cooperación, pero también de competencia estratégica, especialmente en Montevideo, donde cada partido debe aportar desde su identidad.
PRESENCIA NO ES POSICIONAMIENTO El Partido Colorado logró estar en la papeleta. Marcó un hito simbólico con la primera mujer colorada candidata a la Intendencia. Pero no logró —porque no lo construyó— que esa presencia se tradujera en posicionamiento. Se eligió una buena vocera sin un guión claro; una figura apreciada sin una causa reconocible a representar, más que desplazar al FA.
El saldo, en ese sentido, es mixto: se ganó en imagen personal, pero no en construcción de identidad partidaria. Para la próxima etapa, el desafío es claro: no alcanza con tener candidaturas bien intencionadas y perfiladas en lo personal. Hace falta acompañarlas con estrategia, con discurso de impacto, y con la decisión política de hacerlas funcionar como voceras de una causa reconocible y con vocación de arraigo.
Eso implica también construir infraestructura política territorial. Montevideo no se puede disputar sólo desde el centro y los medios: hay que estar en los barrios, en los municipios, en la vida diaria de la ciudad. Locales, referentes, equipos, presencia sistemática. Sin esa base, todo discurso queda en el aire.
¿QUE VIENE AHORA? La experiencia deja lecciones que deben ser asumidas sin dramatismos, pero con seriedad. Montevideo no se gana solo con presencia, ni con coaliciones de circunstancias. Requiere convicción, propuesta y construcción. Requiere competir, no solo acompañar.
Y para competir, hace falta más que buenas personas: hace falta estrategia. Hacer política con estrategia no es renunciar a la unidad, sino todo lo contrario. Es saber para qué se está unido, y qué identidad se defiende en esa unidad. Para ello hay que producir pensamiento consistente, relevante y comunicarlo como propio de la colectividad.
Como correctamente ha señalado Virginia Cáceres, una herramienta clave para esto sería generar una usina de pensamiento programático urbano, un Instituto de Ideas Montevideo, donde se diseñen propuestas concretas, con sello colorado, moderno, y con visión de futuro. Sin propuestas, no hay causa que defender.
Porque cuando un partido deja de tener voz propia, el electorado deja de escucharlo. Y cuando deja de escucharlo, también deja de votarlo.