Venezuela: entre la farsa y la lucha
Guzmán Ifrán
El presidente venezolano, Nicolás Maduro Moros, solicitó el miércoles 31 de julio al Tribunal Supremo, sindicado como uno de los tantos cómplices institucionales a la farsa de victoria montada -malogradamente- por el oficialismo, que realice un peritaje a los resultados de las elecciones presidenciales que le otorgaran la victoria, tras los masivos reclamos locales e internacionales por un fraude electoral ya pornográficamente evidente. Los magistrados del Tribunal Supremo son propuestos por la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo y la Contraloría, y luego ratificados por la Asamblea Nacional, dominada por el oficialismo chavista.
Cabe mencionar, además, que el Tribunal Supremo es el mismo que ratificó en enero pasado la inhabilitación a María Corina Machado, lo que le impidiera presentarse como candidata a la presidencia de Colombia, y derivara en su apoyo a Edmundo González Urrutia, hoy Presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela con un 70% de los votos según lo constatado en las actas emitidas la noche misma del domingo 28 de julio, y puestas a disposición de todos por la coalición PUD (Plataforma Unitaria Democrática) en el sitio web https://ganovzla.com/. Por su parte, y antagónicamente, la página web del Consejo Nacional Electoral -que debía recoger y permitir el acceso al conteo de votos emitidos- lleva caída desde la mañana del lunes siguiente a los comicios, poniendo aún más en evidencia la falta de elementos para justificar la amañada pseudo-victoria.
Asimismo, El Centro Carter, que fuera invitado por el CNE (Consejo Nacional Electoral) para observar los comicios, cuestionó la independencia de ese posible peritaje a cargo del Tribunal Supremo. En adición a que el mismo organismo señaló que no puede verificar los resultados de los comicios por la «ausencia de transparencia» de las autoridades venezolanas, remarcando que la elección «no puede ser considerada democrática». Dicha organización, con sede en Atlanta, había admitido de forma categórica en su comunicado del martes 30 de julio que la elección «no se adecuó a los parámetros y estándares internacionales de integridad electoral».
Nicolás Maduro, quien buscaba la reelección para un tercer mandato de seis años más, como todos somos contestes, fue declarado ganador sin que el detalle de los votos estuviera públicamente disponible, garantía mínima que ofrece cualquier democracia sana o mínimamente confiable. Razón por la cual, y en un intento desesperado por legitimar lo ya inlegitimable, aseguró que está dispuesto a mostrar la totalidad de las actas de escrutinio de los comicios. Sin embargo, y en contraposición a la publicación de las actas recogidas por los arriesgados y valientes comanditos de la oposición en la noche misma de la elección, las tales actas de Maduro aún siguen sin aparecer. Lo que evidentemente hace pensar en un posible fraude del fraude por estas horas en eventual desarrollo. Otra obscena farsa en la que ya nadie creería, naturalmente.
A nivel internacional, desde la misma noche electoral del domingo próximo pasado múltiples gobiernos que representan un amplio espectro político, desde la izquierda a la derecha, se han sumado a los reclamos por la falta de transparencia de las autoridades venezolanas, entre los que se encuentran, entre otros: Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Panamá, Perú, República Dominicana y la Unión Europea. A los cuestionamientos -y tras medir cuidadosamente sus pasos- se sumó también el presidente colombiano Gustavo Petro, un hasta ahora cercano aliado de Maduro, quien le pidió que permita un «escrutinio transparente» de las elecciones. Las declaraciones de Petro se suman así a las del presidente estadounidense Joe Biden y su par brasileño, el avezado político Luiz Inácio Lula da Silva, quien pareciera no estar dispuesto a ir hasta el final por su ex amigo Maduro, y que tragicómicamente me hiciera recordar la máxima de la política argentina que reza: “el peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra”. En definitiva, todos ellos urgieron al gobierno venezolano a difundir de inmediato «los resultados electorales completos, detallados y transparentes». Pues por todas las bandas entonces, ya hoy la presión regional -con la oprobiosa excepción de Bolivia- es total.
También ha levantado su voz contra la fraudulenta reelección de Maduro el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), nuestro compatriota Luis Almagro, quien lo instara el martes 30 de julio a que reconozca su derrota o convoque a una nueva votación más transparente. Sumado a los cancilleres del G7 que hicieron lo propio, exhortando a las autoridades venezolanas a publicar de forma «inmediata» los resultados electorales detallados «con total transparencia».
Y en el medio de todo este desastre la gente, el pueblo de Venezuela. Resistiendo pacíficamente. Luchando cívicamente. Aguantando estoicamente los embates del régimen, que a fuerza de secuestros, desapariciones forzadas y asesinatos procura apagar el grito de libertad ya esparcido por toda la tierra de Bolívar. Un pueblo liderado por una mujer extraordinaria, la ingeniera y dirigente política María Corina Machado, quien no tengo dudas pasará a las mejores páginas de la historia latinoamericana. Porque cuando el clamor masivo de un pueblo que demanda democracia plena se encuentra con un alma noble y de incomparable coraje que lo guíe, solo algo es eventualmente seguro: la victoria. ¡Salud y ánimo al bravo pueblo de Venezuela! Vencerán.
Guzmán A. Ifrán.-