Política nacional

40 años de democracia: una celebración de unidad nacional

Guzán A. Ifrán

El pasado 27 de marzo de 2025, la Casa del Partido Colorado fue escenario de un evento sin precedentes en la historia reciente del Uruguay. Con motivo de la conmemoración de los 40 años ininterrumpidos de democracia, se reunieron en esa sede partidaria el presidente en ejercicio Yamandú Orsi y los expresidentes Julio María Sanguinetti, José Mujica y Luis Alberto Lacalle Herrera, mientras que el expresidente Luis Lacalle Pou participó a través de un mensaje grabado desde el exterior. La convocatoria y organización del evento fue realizada por el Partido Colorado, lo que añade un valor simbólico al gesto político: la casa de uno fue el punto de encuentro de todos.

El encuentro, de perfil institucional pero también profundamente humano, se desarrolló en un ambiente de respeto mutuo, fraternidad y reflexión. Los exmandatarios compartieron anécdotas, repasaron hitos de sus administraciones y reflexionaron sobre los desafíos y logros de estas cuatro décadas de democracia plena. Fue una jornada donde no faltaron los momentos emotivos, los aplausos compartidos ni las miradas cómplices entre adversarios políticos que, por encima de sus diferencias, reconocen el valor supremo de la convivencia pacífica.

Uno de los episodios que marcó la jornada fue la intervención espontánea de una ciudadana que se dirigió directamente a José Mujica para cuestionarlo sobre la situación de los militares procesados por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. La respuesta de Mujica fue firme, pero serena, reivindicando la justicia y el valor de la verdad como pilares innegociables de la democracia. El hecho mismo de que este intercambio ocurriera en un evento de esta naturaleza demuestra la madurez cívica del país y su saludable apertura al debate, incluso sobre temas tan sensibles.

La señora, como cualquier ciudadano en una democracia plena, tiene total y absoluto derecho a manifestar su sentir, su parecer y sus ideas. En ese marco de convivencia democrática, su planteo fue legítimo desde el punto de vista de la libertad de expresión. Sin embargo, también es justo decir que existen momentos y formas para cada cosa, y en mi opinión personal, si bien le asistía todo el derecho a pensar así y expresarlo, como persona adulta y consciente del contexto, debió haber comprendido que no era ni el lugar ni el momento adecuado para hacerlo. A pesar de ese lapsus, la ceremonia no se vio empañada en absoluto. Por el contrario, el hecho fue absorbido por la madurez institucional del evento, que siguió su curso como testimonio de la solidez democrática del país.

La fotografía de todos los presidentes reunidos —reales o simbólicamente— en la Casa del Partido Colorado recorrió rápidamente los medios y las redes sociales. No es una postal común, ni siquiera en los países con democracias más desarrolladas. En un mundo signado por la polarización, el odio entre partidos, los discursos de exclusión y la erosión institucional, Uruguay vuelve a dar un ejemplo. No se trata solo de una democracia formal; se trata de una democracia vivida, sentida, y defendida activamente por sus protagonistas más visibles, que también son, en muchos sentidos, sus custodios.

Concluyentemente, el evento por los 40 años de democracia en Uruguay fue mucho más que una ceremonia protocolar. Fue una reafirmación de valores, un gesto político de gran simbolismo y una manifestación contundente de que la república no es una entelequia abstracta, sino un bien tangible que se construye día a día con gestos, con respeto y con diálogo. La unidad en la diversidad, la posibilidad del disenso sin odio, la vocación de escucha: todo eso estuvo presente el 27 de marzo en la Casa del Partido Colorado, y ojalá no lo olvidemos nunca.

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