Política Internacional

Argentina, la crisis y el peronismo

Daniel Manduré

Borges tenía razón

Borges cultivaba como nadie el aforismo, ese esfuerzo del pensamiento por decir lo esencial en forma precisa. Con un gran manejo agudo de la ironía y las frases filosas. No era políticamente correcto al momento de expresar su opinión. El humor era otro de sus grandes aliados. Borges no se guardaba nada, se podía coincidir con él o no, pero decía lo que pensaba. Sobre todo, al referirse al peronismo, allí perdía toda moderación. Su enfrentamiento con Perón y con su ideología era irreconciliable.

Lo consideraba, yo agrego que con razón, la reencarnación del tirano Rosas. “Estoy en contra del fascismo, marxismo y peronismo porque esos movimientos son formas de fanatismo y estupidez”, se le podía escuchar decir en varias oportunidades. “El peronismo no tiene una idea detrás, representa solo un régimen de aprovechados” “El peronismo es un régimen que solo ha corrompido al país”.

Ni siquiera para los temas serios abandonaba ese toque de humor y de ironía que lo caracterizaba. Un día se encontró con un joven que lo interceptó:

“maestro, le dijo el joven, en política nunca vamos a estar de acuerdo, porque yo soy peronista”.

A lo que Borges le respondió: “¿Cómo que no joven? …yo también soy ciego”.

No era para menos, no solo por lo que significaba el peronismo para su país, sino para su propia vida. El movimiento de Perón había encarcelado primero a su madre y a su hermana por el solo hecho de participar en una manifestación en contra de su gobierno autoritario sino también a su mentora, Victoria Ocampo, el gran apoyo del escritor sobre todo al inicio de su carrera.

Borges no podía aceptar del peronismo sus rasgos autoritarios, sus inagotables demostraciones de poder totalitario, el culto exacerbado al nacionalismo y el excesivo personalismo del líder.

Perón lo había dejado claro: “A los amigos todo, pero a los enemigos ni justicia”

Si uno ve la situación de Argentina hoy podría llegar a decir que Borges era un visionario. Ese es el populismo que viene desbastando a la Argentina. Que se alimenta del enfrentamiento y que parece necesitar de un enemigo para potenciarse y subsistir, con una grieta que se agudiza día a día.

¡¡Ese era el peronismo que perseguía a la intelectualidad al grito de “alpargatas si, libros no!!”

De esa Argentina que supo ser potencia mundial en la década el 30, hoy lamentablemente queda muy poco. Si nos guiamos por sus recursos podríamos decir que tiene todo lo que se necesita para ser una gran nación próspera y de bienestar.

Argentina ha navegado mayoritariamente desde la década del 40 a la fecha entre el peronismo y las dictaduras. De los últimos 36 años, 26 fueron peronistas. Un camino que parece no tener retorno.

Un país donde el dialogo se hace imposible, donde no es necesaria la intervención de los radicales como oposición, porque el principal adversario el gobierno lo tiene adentro, ya a esta altura màs que adversarios son enemigos. Con un presidente y una vicepresidente, en ese gran matrimonio por conveniencia, que desde hace meses no se dirigen la palabra, màs allá de algún esfuerzo fingido por demostrar lo contrario pero en el que nadie cree.

Alberto intenta presidir, pero la que manda es Cristina. La que se lo recuerda permanentemente, incluso con cartas públicas donde sin prurito alguno y por si alguien lo olvida le dice: “Alberto yo te puse, no lo olvides”

El presidente que tiene que salir que aclarar a la opinión pública que él es el Presidente…y cuando un primer mandatario debe salir a aclarar que el es el que manda algo no huele bien.

Presiones, chantajes, una grieta inmensa que parece devorarlos. Ministros que responden a Cristina que renuncian en masa. Controversias y duras discusiones por el relacionamiento con el FMI y el pago de la deuda.

Hace un tiempo una reconocida integrante de la peronista Cámpora, manejada por Máximo Kirchner tildó de “okupa” y “mequetrefe” al presidente, considerándolo un inquilino de la Casa Rosada y que esperaba que renunciara después de la última derrota electoral.

Todo como salido de las otroras telenovelas de Nené Cascallar.

Le economía en crisis, una inflación galopante, que rompe la barrera del 60% anual, más de 40 mil pymes que cerraron, un manejo desastroso de la pandemia, que solo agudizó una crisis que ya existía, con vacunatorios bip y de las más grandes cuarentenas obligatorias para el pueblo, pero con fiestas privadas en Olivos. La pobreza crece, se calcula que unas 2800 personas a diario ingresan a las filas de la pobreza.

Donde ese asistencialismo salvaje aplicado durante tanto tiempo como forma clientelìsitica de recoger voluntades ya no da resultado.

El kirchnerismo, es sin dudas, un fiel representante de ese peronismo que mencionaba Borges. Diferente, aggiornado, pero peronismo al fin.

El peronismo es como el camaleón, va cambiando de acuerdo a la ocasión y a la conveniencia. Porque es eso, profundamente contradictorio y oportunista. Es como un gran cajón de sastre, solo basta meter la mano y se saca lo que más convenga en ese momento. Supo estimular a los montoneros para recuperar el poder en nombre de una revolución socialista o auspiciar y cobijar la creación de grupos paramilitares como la triple A. Siempre va a aparecer un peronista capaz de encantar hasta a una serpiente.

Como que la rica historia de una nación haya ingresado en un gran agujero negro del que no puede salir.

Borges, tenía razón.

Ese duro crítico de Perón, al que le costaba mencionarlo por su nombre, el que parafraseando al Quijote se refería a él como: “a ese hombre de cuyo nombre no quiero acordarme”, si, tenía razón.

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