El muro de Berlín
Jorge Nelson Chagas
Era el mes de noviembre de 1989. Yo estaba en la cantina de AEBU en compañía del fallecido dirigente bancario Mario Busca. Controvertido, polémico pero también muy firme en sus ideales y principios, además de muy culto. Siempre tuve una buena relación con él.
El televisor de la cantina estaba encendido y daban la noticia impactante que había caído el Muro de Berlín. A muchos de nosotros nos parecía algo irreal y sin embargo, estaba sucediendo. Entrabamos en una nueva era histórica. Mario Busca sonriendo me comentó: “Ahora vas a ver. Dentro de poco tiempo liberan a Nelson Mandela y el régimen de apartheid sudafricano se termina”-
Admito que lo miré con cierta incredulidad. Le pregunté por qué hacia esa afirmación. Me respondió: “Muy simple. Sudáfrica siempre fue el bastión anticomunista de Occidente por su posición estratégica. Por eso EE.UU. sostiene al régimen, pero ahora ya no tiene sentido. Y mucho menos después que los sudafricanos perdieron la batalla de Cuito Canavale”
Quedé pensativo y le dije: “Temo que en esa zona va a correr sangre a raudales”. Entonces Busca me dijo algo que aún hoy recuerdo con claridad. “Eso dependerá de los dirigentes negros y blancos”.
Bueno…todos sabemos cómo terminó la historia: Mario Busca tenía razón.
¿Adónde quiero llegar con esta anécdota? Nos hemos referido a las causas que pueden provocar la lucha armada. Y, a mi juicio, los negros sudafricanos tenían todo el derecho de rebelarse por medio de las armas contra la opresión de una minoría. Podía haber sucedido que el régimen sudafricano se derrumbara en una orgía de violencia sin límites. De hecho, hubo en Uruguay una persona – columnista de la muy liberal Búsqueda – que vaticinó que la próspera Sudáfrica ingresaría en una “edad bárbara”, gobernada por negros salvajes.
Por cierto nada de eso ocurrió. Principalmente porque Nelson Mandela, con lucidez, contuvo los deseos de revancha, anuló los focos de violencia (su propia esposa Winnie estaba en la línea dura) y negoció una transición exitosa.
Pero no sólo fue Mandela. Frederik de Klerk, hombre de la minoría blanca dirigente, comprendió cabalmente el fin de un tiempo. Si hubiese intentado resistir se habría desatado una ola violencia de final imprevisible. Por eso acordó con Mandela una salida posible.
El caso de Sudáfrica muestra el fin de régimen infame, excluyente y represivo, sin que hubiera una revolución. En este tipo de régimen es comprensible la radicalización de los oprimidos y el alzamiento armado pero, su final demuestra que los dirigentes – muchas veces- pueden evitar tragedias. No es que fuera una salida perfecta, inmaculada. Pero no fue sangrienta.
¿A dónde quiero apuntar? ¿Qué tiene que ver el caso sudafricano con el caso de la violencia política en Uruguay? Ah… que cada cual interprete estas líneas como mejor desee.
Los historiadores, ¡por suerte!, no tenemos todas las respuestas a los problemas.